Un barbero de Sevilla... |
El viernes 29 de septiembre de 1.911 Rafael protagoniza en Sevilla una de sus genialidades. A la hora anunciada para partir plaza se le echa de menos y las cuadrillas de Minuto y Vázquez no quieren iniciar el paseíllo sin él. Lleno en el coso del Baratillo y dos espectadores impacientes, ante la demora, se tiran al ruedo invitando a los demás a que secunden su acción. La policía los retira y el presidente, tras conversar con el jefe de la misma, ordena que una pareja de Seguridad conduzca a la plaza a Gallito.
Mientras esto ocurre Minuto y Vázquez cruzan el albero. A los diez minutos aparece Rafael entre barreras y cambia el capote de paseo por el de brega mientras el público lo increpa. Por los graderíos corre el rumor de que ha volcado el carruaje que lo llevaba a la Maestranza y de ahí su retraso.
Finalizado es espectáculo caen al ruedo gran cantidad de almohadillas dirigidas a Gallito. El usía lo hace llamar y le notifica que queda multado con 500 pesetas para el caso que no quede demostrada que su tardanza se debe a la rotura de los tirantes de los atalajes de los caballos que tiraban del carruaje. Al abandonar el coso Gallito es silbado por un grupo de aficionados que lo esperan a la puerta.
El teatro Cervantes acoge por la noche la última función en la que interviene el actor Miguel Lamas que unas horas antes había acudido a la Maestranza a presenciar la corrida.
Cuando aparece en escena algunos espectadores empiezan a mofarse de manera estrepitosa impidiéndole continuar mientras otros protestan airadamente produciéndose un altercado del orden. Interviene la policía que detiene a uno de los implicados. La función queda interrumpida durante varios minutos mientras en el rostro de Lamas afloran lágrimas. El público, puesto en pie, le ovaciona para reconfortarlo. Lamas, visiblemente acongojado, decide continuar con la obra. Cae el telón y es obligado a saludar varias veces en medio de una cerrada salva de aplausos.
El motivo del altercado es extrateatral y tiene que ver con los partidarios de Rafael. Lamas, desde su localidad maestrante, mostró ostensiblemente su desagrado con la manera de proceder de Gallito con el último toro. Un nutrido grupo de gallistas se confabulan para adquirir localidades estratégicamente repartidas por el teatro y devolverle la moneda. Sin comentarios.
INCIDENTE EN EL CERVANTES
El teatro Cervantes acoge por la noche la última función en la que interviene el actor Miguel Lamas que unas horas antes había acudido a la Maestranza a presenciar la corrida.
Cuando aparece en escena algunos espectadores empiezan a mofarse de manera estrepitosa impidiéndole continuar mientras otros protestan airadamente produciéndose un altercado del orden. Interviene la policía que detiene a uno de los implicados. La función queda interrumpida durante varios minutos mientras en el rostro de Lamas afloran lágrimas. El público, puesto en pie, le ovaciona para reconfortarlo. Lamas, visiblemente acongojado, decide continuar con la obra. Cae el telón y es obligado a saludar varias veces en medio de una cerrada salva de aplausos.
El motivo del altercado es extrateatral y tiene que ver con los partidarios de Rafael. Lamas, desde su localidad maestrante, mostró ostensiblemente su desagrado con la manera de proceder de Gallito con el último toro. Un nutrido grupo de gallistas se confabulan para adquirir localidades estratégicamente repartidas por el teatro y devolverle la moneda. Sin comentarios.
EXPLICACIÓN
La sorpresa aparece al día siguiente en La Correspondencia de España. Allí se da cuenta de la verdadera causa del retraso:
“Ya se sabe la causa de que Gallito llegara tarde a la corrida de ayer.
Obedeció a una rareza del celebrado espada.
Cuando ya estaba vestido de torero para ir a la Plaza, se le ocurrió que lo afeitaran.
Llegó un barbero, y cuando ya le tenía la cara enjabonada, se le ocurrió decir en tono jocoso:
- Hoy puede asegurar que he afeitado a los maestros de la tauromaquia, pues acabo de afeitar también a Antonio Fuentes.
Oír esto Gallito y dar un salto, todo fue uno.
Al propio tiempo gritaba:
- ¡Que no me afeite este hombre que acaba de afeitar a Fuentes!
El barbero quiso dar explicaciones; pero no fue atendido.
Unos cuantos admiradores que había en la casa marcharon en busca de otros barberos, y a los pocos momentos se reunían en la casa ocho de ellos.
Todos se disputaban el honor de afeitar al Gallo, el cual seguía con la cara enjabonada.
Con todo este incidente corrió el tiempo y se originó el retraso por el cual no pudo llegar Gallito a tiempo a la Plaza”.
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