Joselito ejecuta el cambio de rodillas que hiciera famoso el señor Fernando, su padre. En la suerte no cabe ceñirse más. Ambos brazos cargan hacia la izquierda de su cuerpo para darle salida a un toro que se entrega en su acometida. Las rodillas enterradas en la arena y la mirada atenta a la reacción de su antagonista. Joselito controla hasta el último detalle mientras su otro imaginario yo, desde la derecha, parece asistir al desenlace convencido de su éxito.
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