Rafael, sin ninguna duda, acaba de dar un ramillete de lances de alto contenido emocional. Al público, fuera de encuadre, se le supone entusiasmado siendo el rostro del genial diestro un espejo de tal afirmación. Aparece este relajado, con el capote, pequeño y lacio, pendiendo de su diestra.
Mientras, el toro, entregado a su suerte baja el testuz, como dando a entender que el genial artista ha ganado la batalla.
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