A finales de 1918 Joselito compró la ganadería de Benjumea. La vacada que en su tiempo formó José María Benjumea Vecino, y que fue una de las más renombradas de la casta vazqueña, estaba en franca decadencia, hasta el punto de que la afición en un primer momento no creyó que el diestro hubiera pagado 800.000 pesetas –esta fue la cifra publicada por los periódicos- por una divisa marcada por la mansedumbre.
En efecto, la noticia se conoció el 28 de diciembre de 1918, e inicialmente pasó por una inocentada. El propio matador hubo de enviar un telegrama a los medios que, en los primeros días del nuevo año dieron fe de la compra de la ganadería.
No era para menos. El otrora famoso hierro se había convertido en un criadero de marrajos ilidiables. De hecho, el redactor de El Día –el 1 de enero de 1919- le pide a Joselito que no vuelva a lidiar en Madrid, pues las tres corridas lidiadas durante la temporada capitalina habían sido un completo fracaso.
¿Cuál fue el objetivo de Maravilla con esta adquisición?
Las opiniones al respecto son muy diversas.
Todos los periódicos reprodujeron las palabras de su escrito, que indicaban que se haría cargo de la ganadería en septiembre una vez concluido el grueso de la temporada. Según esta versión, la intención del matador sería crear en su propiedad lo que había hecho en otras ganaderías, imponiendo la casta de Vistahermosa como la más adecuada para su tauromaquia.
Los defensores de esta interpretación consideran que Joselito ni siquiera comenzó dicha labor porque la muerte de su madre le sumió en tal depresión que le llevó a desentenderse de todo.
Otros autores consideran, por su parte, que la compra tuvo una motivación clara desde el principio: acabar con una ganadería que ya solo lidiaba moruchos y que ponía en peligro a los toreros.
Sea como fuere, el resultado final fue la extinción de la vacada, puesto que los machos en edad fueron vendidos para su lidia y el resto acabó en el matadero.
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