Sonríen los ocupantes del callejón, una verdadera multitud, y los de las barreras y primeras gradas que, en un intento por oír lo que dice, se levantan por si sus oídos captan algo. Rafael, ajeno a la expectación, brinda. Tal vez al presidente o, a lo mejor, a un partidario o amigo. El Divino Calvo guarda la apostura de torero, firme la planta, y con los trastos en su izquierda formando estaquillador y estoque de acero cuatro ángulos rectos. ¡Hay que cuidar los detalles! La montera tiene todavía un barbuquejo por asirla mejor a la testa. Parlamenta Rafael, autor de grandes peroratas y, mientras, el fotógrafo no tiene problemas en disparar su cámara a un cuerpo inmóvil, en actitud de firmes. ¡Las cosas de Rafael!
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