Rafael trastea con el segundo toro de su lote, un ejemplar escurrido de carnes y abierto de espabiladeras. El Divino Calvo cubre su cabeza con la montera pese a que la faena está en el último tercio. Cosas de la tauromaquia añeja. Su pierna izquierda en movimiento para cruzarse al otro pitón y poder darle un pase de pecho. La espada, la de verdad, a punto de descansar en su cadera cuando se arrebuje con el toro. Aunque... el hombre no las tiene todas consigo y no pierde de vista la cara de su oponente. ¿Cima o sima?... La imaginación es libre.
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