Rafael cede los trastos a Amador. |
Rafael El Gallo le concedió la alternativa a Amador Ruiz Toledo en Valencia el 31 de julio de 1.934. Tarde de éxito para el madrileño, que reflejó Gregorio Corrochano en ABC con profusión de párrafos. Al principio, dice el crítico: “… es conveniente señalar, no lo que hace el Gallo, sino lo que intenta hacer. A través del Gallo se adivina, se ve algunas veces otra época del toreo”. Cabe señalar que Rafael había reaparecido esa misma temporada tras una prolongada ausencia de los ruedos españoles y que ya contaba 52 años de edad.
Gregorio sigue analizando al Divino Calvo: “Como Rafael es un torero que conoce perfectamente la profesión y pertenece al tránsito de las dos épocas, su toreo tiene de las dos y sus recursos son amplísimos. Fijaos bien que no me refiero a la ejecución actual, que adolece de la edad, sino a la amplitud que da al toreo, a la concepción llena de variedad, que no se para en monotonía. Con el capote tiene un repertorio de quites, aunque sena movidos por la inseguridad que influye el toreo con una mano. Con la muleta apunta todavía más el toreo clásico.”
El escritor arremete contra el toreo con la derecha, en favor del realizado al natural, con una frase lapidaria: “A un hombre que le falte el brazo izquierdo puede ser un aplaudidísimo muletero”. También pone a Rafael como espejo para los toreros de los años treinta: “Si cuando torea el Gallo como esta tarde a sus dos toros se fijaran los toreros, no en la ejecución inquieta de su edad y circunstancias, que no es esto lo que aconsejo, sino en la variedad de toreo puesto en juego, sería de gran aprovechamiento toreando como ellos torean. Esta es la importancia que puede tener la vuelta del Gallo”.
Rafael ofreció la muerte del burel a un artista insigne: “Este toro se lo brindó Rafael a Mariano Benlliure, artista glorioso, que ha llevado el nombre de Valencia por el mundo del arte, y todos los años descansa aquí unos días para llevarse un poquito más de Valencia para su obra. El Gallo fue aplaudido y festejado con cariño y consideración y llevado en hombros hasta el hotel, teniendo que asomarse al balcón”.
Vicente Barrera se enfrentó a un torete chico muy protestado ante el que abrevió. Luego brindó el otro a Rafael y construyó una buena faena, bien rematada con los aceros, que le valió una oreja. El toricantano, a juicio de Corrochano, tomó una alternativa “precipitada”. Acertó el columnista, renunció Amador al doctorado, y volvió a ceñir el seda y oro diez años después.
Los toros de Alipio Pérez Tabernero tuvieron una deficiente presentación. El primero fue fogueado y el resto resultaron fáciles para la terna.
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