domingo, 2 de octubre de 2022

DECIMOQUINTO ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE JOSÉ EN 'LA FIESTA BRAVA'

El 17 de mayo de 1.935, para conmemorar el decimoquinto aniversario de la muerte de José en Talavera, el semanario 'La Fiesta Brava' publicó el siguiente artículo firmado por Relance: 

JOSELITO

 Fue hace tres lustros. Cinco contaba, cuando cayó, el gladiador tantas veces invencible. En una plaza toledana, poco importante, desapareció una de las cumbres del toreo. 

Su cuñado, el también vencido, el infeliz Sánchez Mejías, era el otro espada. La res que segó en flor, la vida del infortunado Joselito, la quinta del festejo, de pinta negra, "Bailador", de la viuda de Ortega, vecina de Talavera, tía de Gregorio Corrochano. 

 Esto, disgustos en Madrid, al ser empresa talaverana dos amigos de José (Eduardo Álvarez Belluga v Leandro Villar, también hoy pasados a mejor vida), dicen que le llevó a Talavera. 

 La corrida había quedado del año anterior. Por eso, aunque "Bailaor" era terciadillo y cornicorto, la edad y el poder determinaron la tragedia. No hubiera ocurrido, seguramente, si de un utrero se tratara. Era burriciego, se había refugiado en tablas y el lidiador se distanció, para arreglar la muleta. Una fuerte e imprevista arrancada, una vacilación del torero, la cogida, la muerte, al poco, en la enfermería... Y el desconsuelo en Talavera y en España, egregiamente sentido y expresado, por otra gloria española, en el mausoleo sevillano. 

 Yo estaba en Barcelona, y cuando comenzaron a circular las tristes voces, nadie las dábamos crédito. 

 —¡Imposible! Habrá sido otro Joselito: algún novillero desconocido. 

 —Para cogerle un toro a "Selito" — decía la "señá Grabiela" Ortega Feria — tiene que ir a la fonda. —

Y eso si no avisa antes. Como a la mayoría de los genios, del toreo o de cualquiera otra actividad humana, se le vio desde niño; era una precocidad que no engañaba. 

 Algunos la negaban, entre ellos los bombistas — antigallistas. Por eso, buenos aficionados, parecían malos La pasión es una venda en los ojos.

Hijo del matador de toros sevillano Fernando Gómez García (Gallito), sobrino carnal del banderillero de "Lagartijo" José (Gallito I), hermano de Rafael y Fernando y coterráneo de "señó Manué" Domínguez Campos (Desperdicios), allí, en Gelves, en la placíta familiar, recibió de Rafael las primeras lecciones, como éste de su padre. 

 Pero el benjamín había de aventajar a todos los. suyos. El 28 de septiembre de 1912 tomó la alternativa en Sevilla — "Caballero" se llamaba el toro — y el 1 de octubre la confirmó en Madrid, estoqueando a "Ciervo". Y se erigió en amo. Bien claro se vio, en 1913, en Valencia — Ricardo y Manolo, "Machaquito", Rafael y José—. Hubieron de tragar sus contrincantes las corridas de Miura y Pablo Romero. El no, y estuvo inmenso. 

 Lo reflejé en "La Tribuna" madrileña, y la última palabra de mis escritos, síntesis de aquella magna feria, fue una admiración : "¡¡Guerrita!!!". 

 Sí: quiérase o no, Joselito fue el heredero directo del célebre lidiador. En los 13 años mediados, no hubo figura alguna del relieve de ambas.

Una sola vez "alternaron": el año 1914, secundados por varios diestros cordobeses, en la cordobesa tienta del ex-banderillero Antonio Guerra Bejarano, en el cortijo "El Capricho", junto al histórico puente de Alcolea. 

 Fuimos desde Madrid, unos cuantos amigos, nos trataron espléndidamente, ovacionamos al viejo y al joven, recorrió la península una película del acontecimiento y, asimismo, en "La Tribuna", que, por ello, hizo tirada extraordinaria, hube de dar cuenta de él. 

 En octubre de 1913 se habían retirado Ricardo y "Machaquito".

A Juan Belmonte García lo conocí en su primera actuación norteña, en San Sebastián, en 1913, despachando 6 novillos de Pérez de la Concha, por cogida, en el primero, de su compañero y paisano el malogrado Curro Posada. Y tampoco me engañó. Y eso que estuvo deplorable. 

 Al principio lo cogían mucho los novillos; que no eran novillos, sino becerros, gracias a la "administración" de su apoderado Juan Manuel Rodríguez, "el hijo del ciego", como le decían en Sevilla. 

 Por eso llegó a colocarse. Por eso y porque Joselito — que podía con todo — no quiso "toros". No le convenían, por ser más fácil el ganado tierno, por dar paso a un competidor (emoción, interés, pelea, bandos, discusiones) y porque con el toro de la época de "Lagartijo" no era posible torear las ciento y pico corridas anuales. 

 Total: que nos escamotearon el toro.

Pero fue una pareja gloriosa, y Belmonte  se superó desaparecido Joselito, en la segunda salida belmontina, 192S-1927. 

Traté mucho a los "Gallos"; asistí a  banquetes madrileños en su honor; hicimos tertulia incontables veces, en la Carrera de San Jerónimo, 7 y 9, el famoso  almacén de Joaquín Menchero Olarte (el  Alfombrista)... 

Allí, en provincias, en todas partes, me  repetía Joselito la pregunta de si "todavía  era partidario del toro "cuajao". 

Cuatreños, pero de 320 kilos y con empuje, fueron los 6 de Cándido Díaz cuando  la terrible caída del gran picador "Camero". No se veía claro en Pamplona, y  el presidente de la empresa donostiarra,  Sabino Ucelayeta, se lo llevó, a escape en  su automóvil a fin de que lo curasen en la  capital de Guipúzcoa. Pero, el desgraciado,  no volvió a levantar cabeza. 

—Ya ve usted que yo también toreo grandes — me dijo, ufano, Joselito. 

Imparcial, los joselistas me creían belmontista y los belmontistas joselista. Imparcial. 

Sabiendo Joselito de; mi amistad con José Echevarría Bengoa, Marqués de Villagodio, nos comunicó, el 23 de septiembre de 1917, en el Gran Hotel de Logroño,  que había exigido villagodios, para el año  siguiente, pues de lo contrario no torearía. 

Y fueron, 6 jaboneros. Los lidiaron élt Curro Posada y Julián Sáiz. 

i Pobre Joselito! 

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