miércoles, 29 de marzo de 2023

RECUERDO A PARRITA

Parrita, a la derecha de José, en el hotel Oriente de
Barcelona en julio de 1.914
Don Justo escribió en 'El Ruedo' de 2 de septiembre de 1.948 el siguiente artículo dedicado a Parrita, hombre de confianza de Gallito, que acababa de fallecer: 

En Sevilla ha fallecido "Parrita" primo, administrador y confidente de "Joselito"

No hace aún muchos días falleció en Sevilla Antonio Parra Ortega, conocido en el mundillo taurómaco por el diminutivo de «Parrita», primo hermano de «Joselito», de quien fue administrador y persona de ilimitada confianza.

La muerte de «Parrita» ha pasado inadvertida y de ella no se ha hecho la menor referencia en letras de molde allí donde en sentido informativo ocupa el primer plano el tema taurino.

Y sin embargo, fue el hombre más en la intimidad de José, al que acompañó continuamente en sus glorias y en sus desdichas.

Desconocida su figura y la intervención que tuvo en el tingladillo de los toros por los aficionados de hogaño, "Parrita" era en su tiempo un tipo interesantísimo, cuyo recuerdo hállase aún latente en la memoria de los veteranos amantes de la Fiesta brava.

Y en el desfile de los personajes y personajillos iniciado desde hace tiempo en las planas de EL RUEDO, no podía faltar el «admor-secretari» de «Joselito». como así era llamado por el inolvidable cronista en puntas y eximio novelista Alejandro Pérez Lugín, «Don Pío».

Tenía el propósito de dedicar en vida un reportaje a «Parrita»; pero el fiel servidor del famoso torero residía en Sevilla, tierra de sus amores, y nunca hallé ocasión de enfrentarme con él en la gran urbe madrileña, la que seguramente no volvió a pisar desde la tarde en que los mortales restos de su Jefe desfilaron ante una imponente manifestación de duelo por la Puerta del Sol, camino de la incomparable ciudad del Betis.

Su reciente desaparición del mundo de los vivos, ignorada hasta hace pocos días en los medios tauromáquicos, me brinda ahora la triste oportunidad de cumplir el propósito.

«Parrita», de regular estatura, metido en carnes, tez morena, de aspecto simpático y con una conversación amena y rebosante de gracejo, como buen sevillano, era un gran pendolista, manejando los números de extraordinaria manera. 

Modesto en todos sus actos y aficionado de gran solera, se hallaba al margen del exhibicionismo, siendo rara la vez que se retrató con su primo.

Había empezado a correr el año 1909, y la señora Gabriela, madre del benjamín de la casa torera de los «Gallos», se encontraba disgustada con la gestión del ex guardia José Martínez, muy popular en Sevilla por haber descubierto a los autores de un misterioso y tristemente célebre crimen, y empresario de los «chaveas» José Puertas, «Pepete», José Gárate. «Limeño», y «Joselito», con los que había formado una cuadrilla infantil recorriendo varias Plazas lusitanas.

Los chiquillos venían toreando reses con un volumen superior a sus fuerzas, siendo ridículos los honorarios que percibían.

Apenas regresaron de Méjico sus otros hijos Rafael y Fernando, donde realizaron una buena temporada, se reunieron todos en consejo de familia, acordando constituir una cuadrilla de niños sevillanos con José y el hijo de «Limeño».

Se precisaba un director que mirara por los chicos, «güen» «afisionao» impuesto en todos los secretos del negocio dentro y fuera de la Plaza, que desempeñara al propio tiempo las funciones de administrador.

—Para eso —propuso la «señá» Gabriela— nadie «mejó» que «Parrita». Es de la familia, sabe de toros y «tié mu güeña» letra.

A José le pareció todo muy bien, y desde aquel año, «Parrita» ya no abandonó a su primo hasta el momento en que su cuerpo fue cubierto por la tierra.

Se hizo cargo de la cuadrilla como apoderado don Manuel Pineda, no hace mucho tiempo fallecido en Madrid, y desde tal momento, los chavalillos sevillanos no cesaron de torear en las más importantes Plazas españolas, encontrando todos, con la paternal intervención de «Parrita», una valiosísima ayuda.

Activo en grado extremo, «Parrita» se encontraba siempre en todos los lugares donde era necesaria su presencia.

Tan pronto se le veía en un sitio como en otro, siempre jadeante y pendiente de todas las cosas de los chicos, a quienes daba acertados consejos para el futuro como toreros y como hombres.

Este i r y venir del mentor tenia asombrados a los muchachos, y por ello José —según nos dijo hace poco el ex matador de toros «Pacorro», entonces sobresaliente de la famosa cuadrilla— le puso de mote «el Maestro Gasolina».

Durante los once años de su permanencia al lado de «Joselito», «Parrita» hallábase en el secreto de todas las intimidades del «mataor», administraba con gran honradez sus intereses, le llevaba la correspondencia y hasta en algunas ocasiones firmaba con su letra los retratos que le pedían al espada los admiradores de última hora en su rápido paso por las poblaciones donde toreaba.

Los mozos de espadas que respectivamente tuvo el célebre torero, «Caracol», Jaime Quirós y Paco Botas, eran movilizados por «Parrita» como las fuerzas militares por un general en campaña, y en los dolorosos trances del torero, éste encontraba en su primo el mejor lenitivo.

Al fallecer trágicamente el inmenso lidiador, «Parrita» le dedicó un libro, con un prólogo de Felipe Sassone y el epilogo de «Don Pío», reflejando en sus páginas con minuciosos detalles y curiosas fotografías toda su taurómaca existencia, álbum de recuerdos —según el ínclito prologuista— «donde la mano tierna y cuidadosa de Antonio Parra anotó con escrupuloso amor todas las efemérides del héroe y donde su corazón de admirador, de amigo y de pariente trazó el elogio personal del muerto, a quien amó en vida y por el cual sigue llorando con un desconsuelo ejemplar».

«Parrita», ya viejo, ha muerto y ha cesado de llorar.

En Sevilla, alejado del planeta de los toros, se desenvolvía económicamente al frente de una modesta pensión.

Y en ella conservaba como gloriosos trofeos el último estoque y otras prendas que usó José en la aciaga tarde talaverana, tarde que llenó de consternación a España entera, sumiendo en el dolor más profundo a este fiel servidor, que ahora, amorosamente, habrá abrazado en el Cielo al torero más inteligente, valeroso y artista de todos los que existieron.


domingo, 26 de marzo de 2023

RAFAEL TOREA UN FESTIVAL CON 63 AÑOS

 El 29 de noviembre de 1.945 la revista 'El Ruedo' publicó un extenso reportaje gráfico del festival que se celebró l 19 del mismo mes en la plaza de toros de Badajoz. Aquel día hicieron el paseíllo Rafael El Gallo, su sobrino José Ignacio Sánchez Mejías, El Andaluz, Luis Miguel Dominguín y el novillero Félix Santos con el Duque de Pinohermoso como rejoneador. Se corrieron 2 novillos de Hidalgo y 4 de González y González.

Rafael, a sus 63 años y con un novillo a modo, dejó retazos de lo que fue. El reportaje, obra de Emilio, es un documento extraordinario de los últimos días en la arena de una figura del toreo. La foto con el capote recogido bajo el brazo, una delicia...











miércoles, 22 de marzo de 2023

FRANCISCO SERRANO ANGUITA SE QUEDA CON JOSÉ

La edición de 'El Ruedo' del 29 de noviembre de 1.945, dedicaba su sección 'Aficionados de categoría y con solera' al periodista y escritor Francisco Serrano Anguita, taurino de vasto recorrido en las plazas de toros. La pregunta que le realizó Rafael Martínez Gandía, no deja lugar a dudas, desde el respeto a otros diestros de enorme calado:

EL PRIMERO ENTRE LOS PRIMEROS

—¿Cuál es para usted el mejor torero de todos los tiempos?

—De los tiempos que yo he conocido desde que tuve capacidad para enjuiciar a un artista, ¿no es así? Es un tanto arriesgado lanzar un solo nombre; pero si hay que darlo, vaya el de José Gómez, Gallito. Paro mí, el mejor. Yo siempre fui un gallista apasionado, aunque la pasión no me quitaba el conocimiento del toreo magnífico y revolucionario de Juan Belmonte. Todos los diestros que hoy triunfan son la consecuencia d José y de Juan. Tuvieron que nacer esas dos grandes figuras para que las de ahora presuman de un arte que no inventaron y encuentren fácil un camino que habían trazado otros. Esa es mi opinión sincera, con la que no querría molestar a nadie. Y... vuelvo a decirlo: paro mí, el mejor de todos. Joselito.

domingo, 19 de marzo de 2023

RELANCE RECUERDA A JOSELITO


El siguiente artículo, titulado 'Joselito', es obra de relance y lo publicó en 1.935 al cumplirse 15 años de la Tragedia de Talavera:

Fue hace tres lustros. Cinco contaba, cuando cayó, el gladiador tantas veces invencible. En una plaza toledana, poco importante, desapareció una de las cumbres del toreo.

Su cuñado, el también vencido, el infeliz Sánchez Mejías, era el otro espada. La res que segó en flor, la vida del infortunado Joselito, la quinta del festejo, de pinta negra, "Bailador", de la viuda de Ortega, vecina de Talavera, tía de Gregorio Corrochano.

Esto, disgustos en Madrid, al ser empresa talaverana dos amigos de José (Eduardo Álvarez Belluga y Leandro Villar, también hoy pasados a mejor vida), dicen que le llevó a Talavera.

La corrida había quedado del año anterior. Por eso, aunque "Bailaor" era terciadillo y cornicorto, la edad y el poder determinaron la tragedia. No hubiera ocurrido, seguramente, si de un utrero se tratara. Era burriciego, se había refugiado en tablas y el lidiador se distanció, para arreglar la muleta. Una fuerte e imprevista arrancada, una vacilación del torero, la cogida, la muerte, al poco, en la enfermería... Y el desconsuelo en Talavera y en España, egregiamente sentido y expresado, por otra gloria española, en el mausoleo sevillano.

Yo estaba en Barcelona, y cuando comenzaron a circular las tristes voces, nadie las dábamos crédito.

—¡Imposible! Habrá sido otro Joselito; algún novillero desconocido.

—Para cogerle un toro a "Selito" — decía la "seña Grabiela" Ortega Feria — tiene que ir a la fonda.

—Y eso si no avisa antes.

Como a la mayoría de los genios, del toreo o de cualquiera otra actividad humana, se le vio desde niño; era una precocidad que no engañaba.

Algunos la negaban, entre ellos los bombistas —antigallistas. Por eso, buenos aficionados, parecían malos La pasión es una venda en los ojos.

* * *

Hijo del matador de toros sevillano Fernando Gómez García (Gallito), sobrino carnal del banderillero de "Lagartijo" José (Gallito I), hermano de Rafael y Fernando y coterráneo de "señó Manué" Domínguez Campos (Desperdicios), allí, en Gelves, en la placita familiar, recibió de Rafael las primeras lecciones, como éste de su padre.

Pero el benjamín había de aventajar a todos los. suyos. El 28 de septiembre de 1912 tomó la alternativa en Sevilla — "Caballero" se llamaba el toro — y el 1 de octubre la confirmó en Madrid, estoqueando a "Ciervo". Y se erigió en amo. Bien claro se vio, en 1913, en Valencia — Ricardo y Manolo, "Machaquito", Rafael y José—. Hubieron de tragar sus contrincantes las corridas de Miura y Pablo Romero. El no, y estuvo inmenso.

Lo reflejé en "La Tribuna" madrileña, y la última palabra de mis escritos, síntesis de aquella magna feria, fue una admiración: " ¡¡¡ Guerrita!!!".

Sí: quiérase o no, Joselito fue el heredero directo del célebre lidiador. En los 13 años mediados, no hubo figura alguna del relieve de ambas.

Una sola vez "alternaron": el año 1914, secundados por varios diestros cordobeses, en la cordobesa tienta del ex-banderillero Antonio Guerra Bejarano, en el cortijo "El Capricho", junto al histórico puente de Alcolea.

Fuimos desde Madrid, unos cuantos amigos, nos trataron espléndidamente, ovacionamos al viejo y al joven, recorrió la península una película del acontecimiento y, asimismo, en "La Tribuna", que, por ello, hizo tirada extraordinaria, hube de dar cuenta de él.

En octubre de 1913 se habían retirado Ricardo y "Machaquito".

* * •

A Juan Belmonte García lo conocí en su primera actuación norteña, en San Sebastián, en 1913, despachando 6 novillos de Pérez de la Concha, por cogida, en el primero, de su compañero y paisano el malogrado Curro Posada. Y tampoco me engañó. Y eso que estuvo deplorable. 

Al principio lo cogían mucho los novillos; que no eran novillos, sino becerros, gracias a la "administración" de su apoderado Juan Manuel Rodríguez, "el hijo del ciego", como le decían en Sevilla.

Por eso llegó a colocarse. Por eso y porque Joselito — que podía con todo — no quiso "toros". No le convenían, por ser más fácil el ganado tierno, por dar paso a un competidor (emoción, interés, pelea, bandos, discusiones) y porque con el toro de la época de "Lagartijo" no era posible torear las ciento y pico corridas anuales.

Total: que nos escamotearon el toro. Pero fue una pareja gloriosa, y Belmonte se superó, desaparecido Joselito, en la segunda salida belmontina, 1925-1927.

Traté mucho a los "Gallos"; asistí a banquetes madrileños en su honor; hicimos tertulia incontables veces, en la Carrera de San Jerónimo, 7 y 9, el famoso almacén de Joaquín Menchero Olarte (el

Alfombrista)...

Allí, en provincias, en todas partes, me repetía Joselito la pregunta de si "todavía era partidario del toro "cuajao".

Cuatreños, pero de 320 kilos y con empuje, fueron los 6 de Cándido Díaz cuando la terrible caída del gran picador "Camero".

No se veía claro en Pamplona, y el presidente de la empresa donostiarra, Sabino Ucelayeta, se lo llevó, a escape en su automóvil a fin de que lo curasen en la capital de Guipúzcoa. Pero, el desgraciado, no volvió a levantar cabeza.

—Ya ve usted que yo también toreo grandes— me dijo, ufano, Joselito.

Imparcial, los joselistas me creían belmontista y los belmontistas joselista. Imparcial.

Sabiendo Joselito de; mi amistad con José Echevarría Bengoa, Marqués de Villagodio, nos comunicó, el 23 de septiembre de 1917, en el Gran Hotel de Logroño, que había exigido villagodios, para el año siguiente, pues de lo contrario no torearía.

Y fueron, 6 jaboneros. Los lidiaron él, Curro Posada y Julián Sáiz.

• • •

i Pobre Joselito!


miércoles, 15 de marzo de 2023

LOS HERMANOS GALLITO EN SU CASA

Félix Centeno fue el autor de este reportaje, que formó parte de la sección 'Los toreros en su casa' en el que cuenta la vida de la familia encabezada por Gabriela Gómez Ortega y que completaban sus hijos Rafael, José y Gabriela. El texto apareció en la revista 'El Ruedo' del 14 de marzo de 1.946:


 Como Rafael tiene que torear aquí y allá, y Madrid es el centro de gravedad para todos los viajes, a Madrid se vino el año pasado la señora Gabriela, su madre. Un hogar tradicionalmente sevillano ha pasado a ser madrileño por obra y gracia de la tercera generación de Gallitos.

Porque la señora Gabriela es hija del señor Fernando el Gallo y de aquella famosa señora Gabriela que tantas veces salió retratada en los periódicos, y, por tanto, hermana de Rafael, el divino calvo, y del rey de la torería, Joselito. Para colmo, le han salido ahora toreros los dos chicos. En esta casa sencilla, de nueva planta, allá por el anchuroso y soleado barrio del final de Narváez, vive Rafael Gallito con su madre, su hermano y su hermano, novillero.

—Es mi sino—dice la señora Gabriela.

—¿No le agrada que su hijo sea torero?

—De ninguna manera.

—Pues, ¿qué quisiera usted para él?

—Cualquier cosa. Un negocio, un cortijo... como los demás. ¡Qué envidia me dan todos la madres que no tienen hijos toreros!

—A usted, sin embargo, no le pillan de nuevo estas emociones.

—Toda la vida estoy sufriendo. Primero, mi padre. Luego mis dos hermanos. Y ahora, ya ve usted .

—¿Cómo se encuentra en Madrid?

—Muy bien. A mi, lo mismo me da estar aquí que en Sevilla; lo importante es estar en mi casa, junto a mis hijos. Yo no puedo echar de menos a Sevilla, porque no la he disfrutado. La feria, que es lo más alegre y hermoso, yo casi no l a he visto en mi vida. -

-  ¿Y por qué?

—Pues porque en la feria hay corridas y siempre toreaban mis hermanos; luego, mi hijo, y siempre alguien de la familia; y cuando torean no está una para ferias.

Una vez, en vida del pobre José, salimos a dar una vuelta; pero ante el bullicio y la alegría general, dijo mi madre: «¡Ay, con lo que está «encerrao» para mañana!», y nos volvimos o cana. Le digo a usted que no es vida.

—Verdaderamente.

—Para mí, lo peor es lo bueno para los demás: o sea, los domingos y las fiestas sonadas. Como en esos días siempre hoy corridas, yo estoy acostumbrada a pasarme en casa todas las fiestas rezándole a María Santísima y a Nuestro Señor, desde que era chiquitilla.

—Le queda a usted lo compensación de que los Gallos han conquistado la gloria y el bienestar; es una dinastía torera de triunfadores.

—Lo mejor de todo no es eso, sino lo buenos que son.

—¿Es bueno Rafael?

—Lo mejor de lo mejor. Un gran hijo.

Al oír el piropo, Rafael Gallito se paseo gozoso por la habitación, más contento que si hubiera cortado una oreja.

—Mire usted; Rafael no hace más que torear. Todo el dinero que gana me lo entrega a mí. Luego, cuando necesita para sus gastos, me pide: «Mamá, dame tanto o dame cuánto». Y yo se lo doy, ¡figúrese!, gustosísima.

—¿Hace una vida ordenada?

—Muy buena. Por las mañanas se levanta temprano y se va a hacer deporte: casi siempre al frontón, a jugar a la pelota. Almuerza en casa casi siempre, y toma café y pasa las horas de sobremesa con nosotras: con su hermana y conmigo. Luego sale a sus cosas, y también cena en casa.

—¿Y por las noches?

—Sale pasa ir al cine o al teatro, algunas; pero muchas se queda aquí con nosotras también, haciendo vida de familia. Es muy hogareño.

Me vuelvo hacia l a hermana de Gallito. Gabriela:

—Me han dicho que hace usted renos.

—Si; he escrito algunas poesías.

—¿Tiene vocación?

—Lo que me gusta es el cante, el baile, el toreo, . Mis versos tocan estas cosas españolas, sobre las que llevo varios años estudiando, investigando.

- ¿Hace investigaciones?

—Tengo centenares de cuartillas de notas. Y estoy preparando un libro sobre el cante, el baile y el toreo del 800 ..

—¿Dónde se ha documentado usted?

—Por razón de familia, yo tenia en Sevilla muchos documentos y datos. Luego he estudiado la biblioteca del conde de Colombí y otros archivos. He trabajado intensamente en la Hemeroteca de Madrid con periódicos de aquella época. Ya no me falta más que poner en orden mi trabajo.

—¿Y cómo se le ha ocurrido realizar un esfuerzo literario tan grande?

—Porque me animaron los amigos de casa. Dicen que. por estar metida en el ambiente y por mi afición, podía y debía hacer este libro, que no pueden escribir loe escritores.

—¿Cuándo se despertó su vocación?

—Desde niña no he hecho otra casa que leer y estudiar. He sido una lectora insaciable siempre.

Volvemos al diálogo con la madre:

—Ahora, en invierno, soy feliz, porque no hoy corridas—dice la señora.

Interrumpe Gallito:

—¡Por Dios, mamá, qué aburrimiento!

Y lo señora Gabriela:

—¿Lo ve usted? Se aburre. Está deseando que llegue la primavera para torear. Igual que mi hermano José. Sólo pensando que algún día tendría que dejar de ser torero. Joselito decía consternado: «¿Y qué haré entonces?»

Insinúo:

—Rafael no va a ser solo toda la vida...

—¡Que se case! —contesta gozosa la madre—. Muchas veces se lo digo: ¡Tengo unas ganas de tener un nietecillo!

Lo único que le  pido a Dios es que sea con una chica sencilla y buena, de su casa... Y que se retire.

—¡Qué ganas tiene usted de que deje los toros!

—¡Sí, señor; sí! Quiere vivir en paz.

—¿Qué hace mientras él está en la Plaza? 

—Cuando torea en Madrid; él mismo enciende la lamparilla, y nosotros nos quedamos rezando al Corazón de Jesús, al Gran Poder, a la Esperanza.

Interrumpe Rafael:

—A todos los que hay.

—Luego —sigue lo madre—, cuándo suena el teléfno, me da un vuelco el corazón, y no puedo moverme de aquí, de este sillón. Me da miedo. Va Gabriela a hablar y me trae la noticia. Entonces respiro. .. y hasta la próxima.

—¿Y cuando está en Méjico?

- —¡Ay, no me diga! Eso es lo peor. Allá tan lejos, sabiendo que torea, y aquí horas y horas esperando el cable. Mire; el. año pasado, en los meses que estuvo en América, envejecí yo diez años. Todas estos cabellos blancos me salieron entonces.

—Afortunadamente, hoy llegan las noticias pronto.

—Las noticias, si. Pero ¿y si le pasa algo? ¿Me van a llevar a mí también por la radio? No me diga, no me diga. Eso es horrible.

—Es la profesión; señora. En. cambio, allí está la fortuna, y Rafael tiene que volver.

—Lo sé. Me resigno. ¿Qué voy a hacer? Conformarme. Toda la vida llevo conformándome.

Como puede verse, Rafael Gallito es un buen hijo de familia, ordenado y formal, que adora a su madre y quiere con pasión a su hermana, lectora infatigable, poetisa, investigadora.

Sillones, tertulia familiar, radio.. Así transcurre la vida, feliz y pacíficamente en este hogar.

Sobre todo, en el invierno; luego se alborotan un poco las cosas.

domingo, 12 de marzo de 2023

ÚLTIMO RECUERDO DE MANUEL PINEDA A JOSÉ

F. Mendo, a propósito del fallecimiento de Manuel Pineda, apoderado que fue de Joselito, hizo la siguiente semblanza publicada en 'El Ruedo' de 7 de febrero de 1.946:


DON MANUEL PINEDA CONSAGRÓ TODA SU VIDA AL SERVICIO DE JOSELITO

Había en la vida de don Manuel Pineda una sombra que, como la suya al cuerpo, le acompañaba acogida a su persona.

Aquella sombra, aquella vida, se marchó de su lado dejándole desamparado en su camino, desarraigado de la existencia, como si José Gómez, Gallito, hubiera sido su razón de ser y él lazo que, además de ligarle con el porvenir, justificase su pasado.

Cuando sucedió la tragedia de Talavera. don Manuel Pineda, único apoderado que tuvo el hijo de la "señá Gabriela", llegó a creer qué allí se había acabado el motivo de su vida.

Desde entonces, hasta ha pocos meses que un pequeño grupo de amigos le acompañamos a su última morada, Pineda pasó por todos los dolores. Conoció el agudo dolor de no haber podido impedir la consumación del óbito dramático e inútil, el dolor sin mengua del amigo perdido, el dolor anonadador de sentirse solo y olvidado, singularmente por aquellos entre quienes supo siempre hacer el bien sin tregua ni descanso.

Su ambición no fue la de intentar compartir la inmortalidad del torero ni la de soñar con que su nombre perdurase en el recuerdo de las gentes.

En la última época de su vida, el pobre Manolito Pineda se había como desprendido de sí mismo, se había deshecho de cuanto pudiera parecer ambición personal, para colocarla en aquello que, siendo consustancial con él, creía sobrevivirse, más como una obligación que como un orgullo.

Y desde él fatídico 16 de mayo de 1920, Pineda vivió calladamente, arrastrándose de puntillas por la vida, intentando ocultar una recatada pobreza y evidenciando en todo momento la inagotable bondad de los grandes corazones

Jamás especuló con las mieles de la popularidad de Joselito ni industrializó su papel de mentor y consejero, ni mucho menos se vio impulsado a cometer la menor felonía. En sus últimos tiempos aún llegué a disfrutar de su pródiga amistad. Sin fuerzas ni ganas para concurrir a las tertulias taurinas, solía Don Manuel Pineda acudir muchas tardes al domicilio de don Manuel Bienvenida, Luego se refugiaba en la oficina de unos amigos y vecinos suyos hasta la hora de cenar.

Un día me llamó para que le acompañara. Fue a raíz de la publicación del número de esta revista dedicado exclusivamente a la memoria de Joselito. Pineda, siempre caballeresco y agradecido, quiso testimoniar su gratitud a nuestro malogrado don Manuel Fernández Cuesta.

¡Bien ajenos estaban ambos de que con muy breve intervalo habían de abandonar este mundo!

Don Manuel abandonando por unos momentos su incansable labor, hizo sentar a P i n e d a cerca de sí y sacando a relucir su fervor "gallista" de toda la vida empezó a hacerle preguntas y a inquirir detalles poco conocidos de la vida del portento de Gelves.

Recuerdo que Pineda, con ira mal reprimida, censuró a aquellos que habían menospreciado las excelentes cualidades de Joselito como jinete y garrochista. Según su ex apoderado, fueron muy pocos los que le superaron con la garrocha en la mano en aquella época. Como nota curiosa citó que Joselito, que en toda su vida no recibió más allá de cinco cogidas —incluyendo la mortal de Talavera—, sufriera la primera cuando escasamente contaba cinco años. De la mano de su tío Manuel Ortega entró en un corral donde había un becerrete, y con una muletilla dio tres o cuatro pases hasta que el becerro le entrampilló y le propinó un mayúsculo revolcón.

Luego, Manolito Pineda impugnó el que se hubiera motejado a su torero de haber sido un mediocre estoqueador, Y en apoyo de su ardorosa defensa nos refirió la siguiente anécdota, de la que él mismo había sido testigo presencial.

Toreaba una tarde en Quintanar de la Orden con los hermanos Martín Vázquez. La corrida transcurría felizmente, cuando al salir el cuarto toro se inició un torrencial diluvio, por lo que los picadores se retiraron al patio de caballos mientras los lidiadores de a pie se arrebujaban en sus capotes.

Como el tiempo pasaba y ya al toro 1e llegaba el agua a la barriga, llamó el presidente a José para preguntarle qué hacían en aquel trance. Joselito fue de parecer de que se retirara el toro. Se intentó hacer —por falta de cabestros soltando los otros dos toros por lidiar, pero así como éstos tomaron el camino de los toriles, el otro continuó clavado en el centro del ruedo.

—Oye, Curro —dijo Joselito, dirigiéndose al mayor de los Vázquez—, a mí me da mucha lástima esta gente de Quintanar, que habiéndose gastado seis pesetas por veros, ahora se van a quedar con la miel en los labios, y se me ha ocurrido que me dejaras matar tu toro.

—Hombre, si te atreves... —contestó Curro--; pero observa que ni lo han picado, ni siquiera toreado, así como 'arrepara' que no tenemos aquí ningún submarino para ir en tu auxilio.

—No importa; y sin más preámbulos, cogió un capote y una espada, e invitó a Vázquez y a Cantimplas que saltaran con él al ruedo Una vez Joselito en el tercio, colocó a Curro separado unos metros de él y mandó al peón que tirara un capotazo al bicho. Este se arrancó a gran velocidad, y al ver al maestro que le desafiaba con el capote se desvió hacia él. José le esperó, le dio la salida, al tiempo que le atizaba una gran estocada, haciendo innecesario el que Martín Vázquez entrara al quite.

Y es que Gallito, además de superar lo que hacían los demás toreros, existía en él la sorpresa de lo inesperado.

Por algo un Guerrita, tan poco dado a la hipérbole, hubo de decir, hablando de los bermanos Gallos, que "solo verles jasé el paseíllo valía dinero".

Porque Joselito era un torero impar, del que los aficionados tendrán siempre recuerdo.

El ser el mejor torero que hasta la fecha pisó los ruedos.

miércoles, 8 de marzo de 2023

IGNACIO Y JOSÉ: EL PRINCIPIO DE UNA AMISTAD

Fernando Castán Palomar firmó el 7 de febrero de 1.946 en 'El Ruedo' un artículo titulado 'Vocación, aventura, triunfo y muerte de Ignacio Sánchez Mejías'. No podían faltar, como es natural, las referencias a la relación que el corajudo diestro sevillano mantuvo con José. 

A continuación reproducimos cómo, a juicio del autor, se conocieron:

LA AMISTAD CON JOSELITO

José Gómez Ortega. Hace unos pocos que a llegado de Gelves, después de la muerte de su padre. José Gómez no es en este momento más que el "hijo chico del señor Fernando".

- Mi padre -cuenta José-, tenía en Gelves una casa con un huerto, al que llamábamos «El Algarrobo", allí hizo una pequeña plaza de toros y en ella han aprendido mis hermanos el oficio.

- En casa -confiesa tristemente Ignacio Sánchez Mejías, no hay una plaza así. Pero tenemos una huerta, 'El Lavadero', en la que podemos torear los becerros de las vacas lecheras. Lo malo es que mi padre no va a dejarnos...

- Se lo proponemos. A lo mejor accede...

Ignacio plantea hábilmente el asunto a su padre. Le dice que el hermano pequeño de El Gallo no ya tenido la suerte de un sitio para ejercitarse como torero y que le ha pedido permiso para ir a 'La Huerta del Médico', como llaman en Sevilla a esta finca. 

Vacila el doctor. Cree que el amigo de su hijo es aún muy joven para pensar en ser torero. Pero Ignacio le interrumpe enérgico:

- Tiene cuatro años menos que yo, pero para dedicarse a los toros hay que pensarlo muy pronto. 

El padre se encoge de hombros. Y los dos muchachos van a torear a 'La Huerta del Médico". Tardes después van también los otros chicos que con Ignacio figuraban las suertes del toreo en las afueras de la ciudad. Y en seguida es popular en Sevilla aquella invasión de mozalbetes que tiene 'El Lavadero' y que está tomando , sin que su dueño se dé cuenta, un carácter de escuela taurina sin maestro que la rjja.

domingo, 5 de marzo de 2023

'BAILAOR' EN 'EL RUEDO'

Cabeza naturalizada de 'Bailaor'. (Foto: Baldomero)
El paradero de la cabeza del toro 'Bailaor', a día de hoy, sigue siendo un enigma. Tras pasar por las manos de un taxidermista y ser rifada, se exhibió por barracas de feria perdiéndosele el rastro algunos años después. Al parecer, y dicho con todas las reservas, alguien muy allegado a la familia la mandó destruir para evitar el morbo que tenía verla de cerca. 

El 30 de enero de 1.947 'El Ruedo' publicó un artículo titulado 'Cabezas de toros famosos' firmado por Areva. En unos de sus párrafos habla de 'Bailaor' en estos términos:

Desconocemos el actual paradero de la cabeza del nefasto Bailaor. Pero lo cierto es que se disecó, aportando como prueba una loto, hecha, a raíz de terminada la operación, por Baldomero.

Las maldiciones más grandes, jamás aplicadas a toro alguno, las cosechó a millares Bailaor, bicho de la viuda de Ortega, lidiado en quinto lugar, el 16 de mayo de 1920, en Talavera, y el que, de certero hachazo, segó la vida del mejor torero de todas las épocas: José Gómez, 'Gallito'.

Bailaor, marcado con el número 7, de pelo negro mulato, bien puesto, corniverde, astifino, corniapretao y con cinco años, fue un toro de cara seria, pero terciado —pesó en canal 259 kilos—; certero en la suerte de varas —dejó en arena cuatro caballos—, aunque saliéndose suelto de todas ellas, que llegó al último tercio avisado, querencioso y desparramando la vista.

miércoles, 1 de marzo de 2023

JOSELITO EN LA FERIA DEL PILAR DE 1.915: TRIUNFO Y ACCIDENTE

Antonio Martín Ruiz es el autor del siguiente artículo en el que se recogen los triunfos de Joselito en la feria pilarista de 1.915 junto a un desgraciado accidente que, por fortuna, tuvo final feliz. El texto está extraído de la revista 'El Ruedo' de 14 de febrero de 1.946:

La feria taurina del Pilar de 1915 la .hizo famosa la actuación extraordinaria, afortunada, casi maravillosa, del inigualable Joselito y el desdichado incidente que como contera negra vino a pegarse a su final,, amargando el triunfo a Joselito y privándole del homenaje entusiasta, fervoroso, que el público zaragozano le iba a tributar.

El día 13 de octubre se celebró la primera corrida de la feria. Joselito alternó con Cocherito y Limeño en la lidia de seis toros andaluces de Medina Garvey.

Joselito hizo una gran faena en el quinto toro, premiada con oreja y vuelta al ruedo.

La segunda corrida tuvo lugar el día 14, con toros de Felipe Salas, de Sevilla, para Joselito, Belmonte y Saleri II .

En su segundo Joselito alcanzó un nuevo éxito, seguido de la oreja consiguiente. Belmonte estuvo bien en un toro, pero no. llegó a cuajar la faena'. Dio la vuelta al ruedo. Saleri II , en el tercer toro, ejecutó con valor y maestría la suerte de matar a volapié, ganando un apéndice auricular.

Los comentarios de los aficionados  después de la corrida, coincidieron en los máximos elogios del arte de José, que llevaba una feria verdaderamente afortunada.

Se esperaba con ilusión la tercera de feria, que tuvo lugar al día siguiente, 15 de octubre, con viento molestó y nubes que a ratos ocultaban el sol.

Presidió el concejal don Felipe Sanz Beneded.

Se dio suelta a seis toros de Trespalacios para Joselito, Posada y Belmonte.

Posada cortó una oreja del quinto y Belmonte otra del tercero.

Pero el  héroe de la tarde fue José. El toreo largo, sabio y dominador, del hijo menor del señor Fernando lució en dos toros con todo su esplendor.

Magnífica la faena en su primero, premiada con oreja y vuelta al ruedo, y memorable  todo lo que realizó en los tres tercios del cuarto. 

Este era un toro jabonero, bien armado, cara seria y sobrado de romana.

Joselito lo saludó con un cambio de rodillas que salió dibujado. Luego dos quites preciosos. Uno de ellos galleando.

En el segundo tercio, un par al quiebro y dos al cuarteo precedidos de alegres y vistosas preparaciones.

La plaza ardía de entusiasmo.

La faena de muleta (tuvimos la suerte de presenciarla) fue una pura filigrana. La primera parte la realizó Joselito en los medios, y la segunda en los tercios del 3. En aquélla se manifestó con todo su poder el torero, fuerte y dominador, ducho en la técnica de vencer al toro. En ésta surgió el torero artista, improvisador, de repertorio amplio y florido. Hubo un momento en que el espacio del ruedo en que se realizaba la faena se vio casi cubierto de sombreros. Una chaqueta cayó también al redondel. Joselito la cogió presuroso y con ella simuló unos cuantos pases entre las aclamaciones del público, que ya no sabía cómo mostrar su entusiasmo.

El torero sevillano, entrando a toda ley, clavó una gran estocada. 

El toro, mortalmente herido, a pasos cortos e inseguros, pegado a las tablas,  se corrió a los terrenos del 2, v allí Joselito, impaciente por la tardanza del bicho en doblar, intentó el descabello, con tan mala fortuna, que el estoque, despedido desde la cerviz del astado, después de rebotar en la maroma de la barrera, fue a herir a un espectador de las primeras filas de tendido. Casi simultáneamente caía muerto el de Trespalacios.

La ovación de apoteosis que se preparaba quedó cortada en su nacimiento. La gloria de tan gran faena quedó empañada por el desgraciado accidente.

Don Juan Manuel Arellano, bilbaíno, el espectador herido, era llevado a la enfermería, y Joselito, apesadumbrado, sentado en el estribo de la barrera, lloraba lleno de aflicción.

El herido fue asistido por los doctores Lozano, Val Carrére, Urzola, Muñoz y Rivas, y efectuada la primera cura, se hablaba de una heridas penetrante, de quince centímetros, en la fosa ilíaca derecha, que interesaba el peritoneo, con fractura del pubis. Pronóstico grave.

Parte del público pidió la suspensión de la corrida creyendo que el señor Arellano había muerto.

Joselito solicitó permiso para retirarse, y le fue concedido al salir el sexto toro. Marchó en un coche al hotel de Europa, hoy desaparecido, en estado lamentable de depresión nerviosa.

E l herido pasó la noche en la enfermería de la Plaza de Toros, y hubo horas en que se temió que su vida corriera serio peligro.

En la madrugada del 16 llegaron en automóvil, procedentes de Bilbao, familiares del señor Arellano, que a las ocho y media de la mañana era trasladado a la clínica del doctor Lozano.

Afortunadamente, las negruras del pronóstico de la herida se fueron despejando, y a los pocos días el herido estaba fuera de peligro.

Pero volvamos atrás para seguir las horas de Joselito, inconsolable por las consecuencias del desgraciado accidente, del que se consideraba causante, aunque de manera involuntaria.

Hasta la madrugada del día 16, en que (emprendió viaje para Valencia, en donde tenía que torear, permaneció acostado en su habitación del hotel, pidiendo a cada momento noticias del estado del herido.

Su nervosidad y su pesadumbre no tenían límite. Cuantos le rodeaban procuraban

consolarle. Fuimos testigos de la escena, y tan grabada quedó en nuestra imaginación, que aún la recordamos perfectamente.

Emprendió el viaje sin ilusión, como un autómata, y dejó el encargo al empresario, don Nicanor Villa, de que frecuentemente le comunicara por telégrafo el estado del señor Arellano.

Nos figuramos la alegría que le produjo el despacho en que se le comunicaba que el herido estaba fuera de peligro.

La 'feria del Pilar de 1915 quedaba señalada con letras especiales en el historial de Joselito. En ella mostró toda la amplitud de su arte y la riqueza de sentimientos de su corazón.

Hechos desdichados similares al ocurrido a Joselito han sucedido después. Hemos procurado informarnos de la reacción  producida por el suceso en el torero causante involuntario de la desgracia, y siempre su actitud nos ha decepcionado. Formulismo, frialdad; algo, en fin, que no calaba hondo, que no llegaba al corazón.

¡Qué diferencia a lo que sintió Joselito en aquella tarde y en aquella noche del 15 de octubre de 1915! 

Es que Joselito era único. _v