miércoles, 29 de marzo de 2023

RECUERDO A PARRITA

Parrita, a la derecha de José, en el hotel Oriente de
Barcelona en julio de 1.914
Don Justo escribió en 'El Ruedo' de 2 de septiembre de 1.948 el siguiente artículo dedicado a Parrita, hombre de confianza de Gallito, que acababa de fallecer: 

En Sevilla ha fallecido "Parrita" primo, administrador y confidente de "Joselito"

No hace aún muchos días falleció en Sevilla Antonio Parra Ortega, conocido en el mundillo taurómaco por el diminutivo de «Parrita», primo hermano de «Joselito», de quien fue administrador y persona de ilimitada confianza.

La muerte de «Parrita» ha pasado inadvertida y de ella no se ha hecho la menor referencia en letras de molde allí donde en sentido informativo ocupa el primer plano el tema taurino.

Y sin embargo, fue el hombre más en la intimidad de José, al que acompañó continuamente en sus glorias y en sus desdichas.

Desconocida su figura y la intervención que tuvo en el tingladillo de los toros por los aficionados de hogaño, "Parrita" era en su tiempo un tipo interesantísimo, cuyo recuerdo hállase aún latente en la memoria de los veteranos amantes de la Fiesta brava.

Y en el desfile de los personajes y personajillos iniciado desde hace tiempo en las planas de EL RUEDO, no podía faltar el «admor-secretari» de «Joselito». como así era llamado por el inolvidable cronista en puntas y eximio novelista Alejandro Pérez Lugín, «Don Pío».

Tenía el propósito de dedicar en vida un reportaje a «Parrita»; pero el fiel servidor del famoso torero residía en Sevilla, tierra de sus amores, y nunca hallé ocasión de enfrentarme con él en la gran urbe madrileña, la que seguramente no volvió a pisar desde la tarde en que los mortales restos de su Jefe desfilaron ante una imponente manifestación de duelo por la Puerta del Sol, camino de la incomparable ciudad del Betis.

Su reciente desaparición del mundo de los vivos, ignorada hasta hace pocos días en los medios tauromáquicos, me brinda ahora la triste oportunidad de cumplir el propósito.

«Parrita», de regular estatura, metido en carnes, tez morena, de aspecto simpático y con una conversación amena y rebosante de gracejo, como buen sevillano, era un gran pendolista, manejando los números de extraordinaria manera. 

Modesto en todos sus actos y aficionado de gran solera, se hallaba al margen del exhibicionismo, siendo rara la vez que se retrató con su primo.

Había empezado a correr el año 1909, y la señora Gabriela, madre del benjamín de la casa torera de los «Gallos», se encontraba disgustada con la gestión del ex guardia José Martínez, muy popular en Sevilla por haber descubierto a los autores de un misterioso y tristemente célebre crimen, y empresario de los «chaveas» José Puertas, «Pepete», José Gárate. «Limeño», y «Joselito», con los que había formado una cuadrilla infantil recorriendo varias Plazas lusitanas.

Los chiquillos venían toreando reses con un volumen superior a sus fuerzas, siendo ridículos los honorarios que percibían.

Apenas regresaron de Méjico sus otros hijos Rafael y Fernando, donde realizaron una buena temporada, se reunieron todos en consejo de familia, acordando constituir una cuadrilla de niños sevillanos con José y el hijo de «Limeño».

Se precisaba un director que mirara por los chicos, «güen» «afisionao» impuesto en todos los secretos del negocio dentro y fuera de la Plaza, que desempeñara al propio tiempo las funciones de administrador.

—Para eso —propuso la «señá» Gabriela— nadie «mejó» que «Parrita». Es de la familia, sabe de toros y «tié mu güeña» letra.

A José le pareció todo muy bien, y desde aquel año, «Parrita» ya no abandonó a su primo hasta el momento en que su cuerpo fue cubierto por la tierra.

Se hizo cargo de la cuadrilla como apoderado don Manuel Pineda, no hace mucho tiempo fallecido en Madrid, y desde tal momento, los chavalillos sevillanos no cesaron de torear en las más importantes Plazas españolas, encontrando todos, con la paternal intervención de «Parrita», una valiosísima ayuda.

Activo en grado extremo, «Parrita» se encontraba siempre en todos los lugares donde era necesaria su presencia.

Tan pronto se le veía en un sitio como en otro, siempre jadeante y pendiente de todas las cosas de los chicos, a quienes daba acertados consejos para el futuro como toreros y como hombres.

Este i r y venir del mentor tenia asombrados a los muchachos, y por ello José —según nos dijo hace poco el ex matador de toros «Pacorro», entonces sobresaliente de la famosa cuadrilla— le puso de mote «el Maestro Gasolina».

Durante los once años de su permanencia al lado de «Joselito», «Parrita» hallábase en el secreto de todas las intimidades del «mataor», administraba con gran honradez sus intereses, le llevaba la correspondencia y hasta en algunas ocasiones firmaba con su letra los retratos que le pedían al espada los admiradores de última hora en su rápido paso por las poblaciones donde toreaba.

Los mozos de espadas que respectivamente tuvo el célebre torero, «Caracol», Jaime Quirós y Paco Botas, eran movilizados por «Parrita» como las fuerzas militares por un general en campaña, y en los dolorosos trances del torero, éste encontraba en su primo el mejor lenitivo.

Al fallecer trágicamente el inmenso lidiador, «Parrita» le dedicó un libro, con un prólogo de Felipe Sassone y el epilogo de «Don Pío», reflejando en sus páginas con minuciosos detalles y curiosas fotografías toda su taurómaca existencia, álbum de recuerdos —según el ínclito prologuista— «donde la mano tierna y cuidadosa de Antonio Parra anotó con escrupuloso amor todas las efemérides del héroe y donde su corazón de admirador, de amigo y de pariente trazó el elogio personal del muerto, a quien amó en vida y por el cual sigue llorando con un desconsuelo ejemplar».

«Parrita», ya viejo, ha muerto y ha cesado de llorar.

En Sevilla, alejado del planeta de los toros, se desenvolvía económicamente al frente de una modesta pensión.

Y en ella conservaba como gloriosos trofeos el último estoque y otras prendas que usó José en la aciaga tarde talaverana, tarde que llenó de consternación a España entera, sumiendo en el dolor más profundo a este fiel servidor, que ahora, amorosamente, habrá abrazado en el Cielo al torero más inteligente, valeroso y artista de todos los que existieron.


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