miércoles, 28 de agosto de 2013

TALAVERA, EL SINO DE LOS GALLO

16 de mayo de 1.920
Javier Vellón ha remitido el siguiente texto en el que recoge la vinculación de los Gallo con Talavera de la Reina. 


Talavera.
La decisión de ‘Joselito’ de torear el 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina estuvo motivada, sin duda, por no acudir a Madrid, a cumplir con un contrato previo, tras la beligerancia que el público madrileño había mostrado con él y con Belmonte en su última comparecencia en el ruedo capitalino.

Sin embargo, Maravilla también afirmó que le apetecía hacer el paseíllo en la plaza castellana, puesto que había sido su padre quien inauguró el coso. De hecho, en su primer brindis del festejo trágico, recordó tal circunstancia: “Brindo por el presidente, por su distinguido acompañamiento y por el pueblo de Talavera, adonde tenía muchas ganas de torear, porque esta plaza la inauguró mi padre, por cuya memoria brindo también”.
Jarana.
Fernando El Gallo.

Hay pocos datos sobre la corrida del 29 de septiembre de 1890. Fernando Gómez ‘El Gallo’ compartió cartel con Antonio Arana ‘Jarana’, en la lidia de ejemplares de don Enrique Salamanca de Madrid, con divisa blanca. La mayoría de los periódicos y revistas especializadas se limitan a señalar, con el formato de telegrama, el hecho de la inauguración de ‘La Caprichosa’. Solo el diario La Correspondencia de España señala que los astados cumplieron y fueron aplaudidos, dejando un rastro de once caballos muertos. Por su parte, de los diestros únicamente informa de que anduvieron en un tono discreto, y los califica de ‘Regulares’.

domingo, 25 de agosto de 2013

ARTÍCULO DE FELIPE SASSONE SOBRE LA CASA DE JOSELITO EN MADRID

Felipe Sassone
El periódico ABC publicó el 8 de diciembre de 1.927 el artículo Se casa mi vecino firmado por Felipe Sassone. En él hace referencia a la casa que habitó Joselito en la calle Arrieta 12 de Madrid.





“Por estas escaleras del número 12 de la calle de Arrieta, donde se esparce mi tedio de vivir, va para nueve años que suben y bajan, alegrándola, los trajes recamados de los toreros. Cuando descienden, su presencia anacrónica y simpática, finge la salida de un baile de disfraz; el portero de librea saluda, ceremonioso, a las máscaras pálidas, que van en automóvil, camino de la plaza, hacia una danza mucho más trágica que un sarao. Cuando ascienden, en el estrecho recinto del ascensor, coloreados y brillantes, al través de los cristales biselados, que evocan la gigantesca lámpara de una iglesia, pienso en una fiesta religiosa, en El misterio de Elche, por ejemplo, con su izar de santos y de ángeles, al son de una música antigua y sagrada por cuya integridad armoniosa y melódica veló la cultura férvida de Óscar Esplá.
Calle Arrieta, 12 de Madrid.
(Foto: http://festivalesdespa.blogspot.com.es)

Hasta hace siete años, era Joselito, el Gallo, el maestro incomparable, quien subía  a buscar el reposo para la fatiga de su taurómaca sabiduría. Un día llegó en una camilla con el dolor en la carne y la sonrisa en los labios; otro, subió por su pie, malhumorado y cejijunto, porque, en una hora de exaltación rencorosa, su público de Madrid se había olvidado de quién era, y tres días después fue subido en un féretro, que arrastraba una cauda humana y quejumbrosa de lamentaciones y de llantos. 

En el amplio salón que hace esquina a la calle de San Quintín, abierto sobre la plaza de la Encarnación, ante el jardinillo recortado y simétrico, la fuente monorrítmica y los tres arcos, graciosos y negros, de la iglesia antigua, mirando a los fondos velazqueños y goyescos de la Moncloa, del Parto y del Campo del Moro, estuvo expuesta la capilla del lidiador inolvidable, y las danzarinas más famosas, las tonadilleras de más renombre, las que habían imitado en los tablados, al son de una música alegre, las actitudes estatuarias de su toreo y habían llevado a la plaza de toros, en su honor, el atavío castizo de la mantilla, como un palio sobre la peina historiada, y habían arrojado como beses de su boca, rojos claveles a la arena amarilla, formaron un rosario de dolor en torno al féretro y fueron un coro de lindas plañideras. Joselito, cadáver había vuelto a sonreír, en la serenidad de su último sueño, con aquella misma sonrisa melancólica que ha inmovilizado en el mármol de su monumento funerario el cincel de Mariano Benlliure. Desbordándose hasta la plaza de Oriente, hasta las inmediaciones del teatro Real, entre los ajetreados guardias a caballo, una multitud, compacta y ondulante, despedía al ídolo popular, en el mismo sitio y con la misma pena renovada con que hace treinta y siete años dijo adiós a ese ruiseñor humano que se llamaba Julián Gayarre.

Joselíto
La casa de la calle de Arrieta se quedó desolada unos años, sobre los mármoles blancos de la escalera se cernía una sombra dee nostalgia, hasta que un lidiador joven, milagro de torero rubio, vino a habitarla, buscando acaso, para su suerte y su fama, la influencia de ultratumba del maestro glorioso. El aura popular rodeó también en su día al torerito joven, que se llamaba Antonio Márquez, en quien la afición madrileña puso sus esperanzas. Y éstas florecieron realidad en la elegancia reposada y cadenciosa de su toreo de capa y de muleta, que era como una bella teoría de enlaces. De repente el torero pareció olvidarse de si mismo: unos creían que había perdido el sitio, y otros, la afición. En la dejadez exquisita de su media verónica, en lugar de la gracia de otro tiempo, sólo ponía el joven maestro desgana y desdén. No era miedo era descuido del toro y del toreo; el artista, en verdad, llegaba a la plaza como un autómata vestido de oro, con el alma ausente. Antonio Márquez estaba enamorado, y no se acordaba ni de su arte, ni del público, ni de la muerte. Vivía en ese estado moroboso en que, según Pablo Bourget, quedan abolidos en nosotros, en nuestro pensamiento, en nuestro corazón y ennuestros sentidos, ambición, deber, pasado, porvenir, costumbres y necesidades ante la idea única de ser otro ser. La gloria, para Antonio, tenía ya nombre de mujer, y, en efecto, Ignacia Gloria se llamaba la morita que de tierras cubanas vino de la mano del destino, trayendo en los ojos la lumbre de un sol más ardiente y más nuevo para encender en el alma del torero un buen fuego de amor. Si en la morada para su cuerpo siguió Márquez el ejemplo de Joselito el Mago, en la morada para su alma siguió las huellas de Belmonte, el trágico, casado con una limeña, y, Colón de sus propios sentimientos, descubrió en tierras de América su felicidad. Sólo cuando toreaba con el ídolo de Triana, vencido de amor propio ante la ejemplaridad del fenómeno, buscaba Márquez en si mismo lo que no se le había perdido, y tornaba a ser el torero que fue cuando tenía libre el alma.
Antonio Márquez

Joselito saliló de esta casa para la muerte; Antonio Márquez sale para el matrimonio. Da lo mismo. Y no es que piense el cronista en la terible verdad del verso leopardiano. Es que la boda significa el regalo de la juventud. Se ha de acabar a la fuerza el interés de las mocitas por el Don Juan de taleguilla bordada; aquellas mantillas y aquellos claveles, las mismas que se prendieron para José, los mismos que se abrieron para José, ya no pueden prenderse ni abrirse para Antonio; las cartitas perfumadas que llegaban como palomas, después de la corrida, no podrán volar ya, ni a esta casa ni a ninguna otra; pero el matrimonio nos devolverá al torero; conseguido el objetivo de la vida, aún sobra más vida, y hay que volver a vivir. Lista la confortable tibieza del nido, seguro el amor, el novio que va a ser marido, torna a pensar en si mismo, y ajsuta y firma, con aficionada codicia las corridas de la temproada venidera. De ellas habreá de volver el diestro a su casa seguido por un cortejo de aplausos, para que Ignacia Gloria, que le amó torero y torero ha de conservarlo, no se avergüence nunca de haberle puesto en las manos otra vez la muleta y el estique, que son el pan de los hijos probables.

Esta casa de la calle de Arrieta se vuelve a quedar triste, con su sombra de nostalgia cernida sobre las blancas escaleras de mármol. Antonio Márquez, mi vecino que se casa, sale de ella, en su salida postrera, con su indumento flamante de señorito: el torero rubio va a parecer un gentleman ataviado por un sastre de Londres; lucirá una chistera de ocho reflejos, que no sirve para brindar; un chaquet cuyas colas le afearían la actitud estatuaria del pase natural; unos guantes amarillos, con los cuales no puede poner sus incomparables banderillas; saldrá con un miedo desconocido, que no sintió nunca igual cuando iba vestido de luces, y se arrodillará, no para adornarse, como a la salida de un quite, sino para que un cura le lance a las barbas rasuradas la Epístola de San Pablo. Más tarde, toda la vida, Ignacia Gloria, en paréntesis de zozobra para su felicidad, se arrodillará muchas veces, llenos de lágrimas los negros ojos y de temblores la voz, como ante un espejo, ante una Virgen, morena como ella, a pedirle por la salud y por el triunfo del gran torero que nos devuelve".

miércoles, 21 de agosto de 2013

GALLITO, OREJA ENTRE INCIDENTES EN LA MAGDALENA DE 1.909

Cabecera del Heraldo.
Rafael Gómez, conocido en aquel entonces como Gallito, participó en la corrida de la Magdalena de 1.909 celebrada en Castellón el domingo 21 de marzo. La edición nocturna del Heraldo de Madrid recogía la actuación del diestro madrileño, recién llegado de su periplo mejicano. 

Yáñez, que firma la información, sostiene que “a la hora de empezar la corrida hay en la plaza un lleno completo, reinando gran entusiasmo”.


Abre la tarde, en la que se juegan toros de Anastasio Martín en mano a mano, Bombita. Se enfrenta a Ramito y escucha palmas al pasaportarlo. Gallito lo lancea en quites “con bastante inteligencia”.

El segundo es Bonito, de pelo negro. Rafael “lo lancea abriéndose de capa. Salsoso y Moreno mojan seis veces, recibiendo cuatro batacazos.
Gallito está muy oportuno a los quites, mostrándose trabajador.
Blanquito y el hermano del Gallo clavan tres pares superiores que son aplaudidos.
Coge Rafael los avíos de matar, y pasa al toro desde cerca con valentía.
Deja un pinchazo que el toro escupe, muletea nuevamente, y arrea una estocada pescuecera. Intenta luego el descabello y acierta a la primera”.

Gallito brinda a Bombita.
El tercero atiende por Flor de Jara, salta un capitalista y el Bomba lo libra de una desgracia pero no puede “sustraerle de las garras de la Policía, que se lo lleva detenido por su heroísmo”. Ricardo hace una buena faena que remata con media.

Arropero es colorado y hace cuarto. “Con codicia toma cuatro varas a cambio de tres porrazos y un penco difunto. Fajardo y el Inglés dejan buenos puyazos y reciben tumbos tremendos.
Gallito lancea al toro superiormente, oyendo palmas.
Coge Rafael los palos, y adornándose deja un buen par al cuarteo, que se aplaude.
Limeño y Pinturas colocan dos pares medianillos. 
Gallito, después de un buen trasteo, deja una buena estocada hasta la mano. 
El toro rueda hecho una pelota, y a petición del público que le ovaciona, se concede la oreja al espada”.
El presidente ordena que tuesten al quinto “pero el público lo impide a botellazo limpio. Como la bronca sigue es retirado el cornúpeto al corral, siendo soltado un sobrero, que resulta mansurrón”. Bomba larga una pinchazo a paso de banderillas, dos medias estocadas y descabello.

El sexto es abanto, negro y cornicorto. “Rafael lo lancea bien. El toro toma tres varas, matando un caballo. 
Un capitalista se tira al redondel e intenta clavar un par de banderillas, impidiéndolo Limeño.
Gallito chico y Pinturas colocan tres pares.
Gallito, después de una buena faena, mete el brazo y es acosado.
Muletea de nuevo y deja media delantera. Aprovechando después larga otra media, buena, de la que cae el toro”.

domingo, 18 de agosto de 2013

EL GALLO Y LA IDENTIDAD CATALANA

Javier Vellón ha remitido el siguiente trabajo para su publicación

 Siliceo, el periodista de La Vanguardia (19 de junio de 1914), reflexiona sobre la identidad catalana a partir de las reacciones frente a una cogida de Rafael el Gallo.

España es aún España. Si no lo fuera, no hubiera producido consternación general la cogida de el Gallo, el famoso torero. Algo muy nuestro es éste, cuando la noticia de haber sido herido por un toro aglomeró en las estaciones telegráficas los miles de despachos que interesándose por su estado se han cursado. Si de algo muy nacional no se hubiera tratado, no se mostrara con regocijo en los pasillos del Congreso, por el conde de Romanones, un telegrama dando noticia de que el estado del diestro no era desesperado.

Los toros, los toreros, la afición, constituyen para la vida del país factores de cuantía. Sin ellos, España no fuera España, incluyendo a Cataluña, porque nada debemos echar en cara al resto de la nación. Todos somos unos. También entre nuestros políticos los hay que se contagiaron y para ellos el Gallo equivale a un estadista consciente y previsor , a juzgar por la adoración en que le tienen. En esto, no existen diferencias, la sangre de la raza se impone al buen juicio y le da un mentís. Se pretende que somos algo distintos de los demás españoles, menos meridionales, y al anuncio de una corrida de toros se llena, no una plaza,, sino dos. Y por una entrada se pagan precios que no se acierta a comprender de dónde sacan el dinero para abonarla muchos que al espectáculo asisten.

¿Censuramos que a él se concurra? Fuera trabajo perdido. Lo único censurable es la hipocresía de suponer que aquí estamos a cien leguas de camino del resto de España, que sentimos y pensamos de muy opuesta manera, que nuestras aficiones son muy otras, que únicamente nos preocupamos de cosas del espíritu, que miramos de cara a Europa. Lo cual no negaremos por completo, en cuanto no se tercia un espada. Así que alguien con traje de luces viene a Barcelona, entonces nos olvidamos de ser europeos, cedemos el sitio preferente en el velador del café al toreo de rumbo, le llevamos en el automóvil a la plaza, por la, noche lo presentamos en el palco del teatro y quizá llegue el día en que le invitemos a una sesión de la Mancomunidad.

Desengañémonos: no somos mejores ni peores; somos iguales, en muchas cosas al resto de los españoles.

miércoles, 14 de agosto de 2013

LA AFICIÓN CORDOBESA CONTRA JOSELITO

Javier Vellón remite el siguiente texto para su publicación.

En el tramo final de la temporada de 1912, y a propósito de su alternativa, se entabló una dura polémica entre los aficionados cordobeses y Joselito. El relato de los acontecimientos es el siguiente.

La ciudad de los califas había apalabrado la presencia del diestro para la feria de septiembre, concretamente para el día 27. Joselito mandó un telegrama informando de que no se encontraba en condiciones de torear. Sin embargo, el día 25 pasó por la estación de Córdoba para torear en Madrid el día 26, en festejo que se suspendió por la lluvia, y el día 28 hizo el paseíllo en Sevilla para tomar la alternativa.

Ante estos hechos, la prensa cordobesa criticó duramente al matador, hasta el punto de que algunos medios pidieron que su presencia en la plaza de la ciudad fuera vetada de manera permanente.

En diciembre de ese mismo año, el día 27, se organizó un festival taurino que, inicialmente, iban a torear aficionados de la ciudad andaluza. Como desagravio a la afición, Joselito, acompañado de sus hermanos, toreó un cuatreño en primer lugar, perteneciente a la vacada de Francisco Páez, ante unos tendidos casi repletos.

Mientras Fernando actuó en la brega, José y Rafael actuaron en quites y en banderillas. El último tercio fue para Joselito que logró un gran éxito y el perdón de los cordobeses.




En el resto del festejo, ya con erales, actuaron Limeño Chico, hermano del novillero Limeño, y algunos aficionados de Córdoba, Écija y Sevilla.

domingo, 11 de agosto de 2013

JOSELITO EN BILBAO. LA CULMINACIÓN DEL MÉRITO

Rafael Cabrera. (Foto: Dolores de Lara)

Portada de la obra.
2012 fue un año prolífico en la bibliografía gallista. Uno de los libros que vio la luz es Joselito en Bilbao. La culminación del mérito, de Rafael Cabrera Bonet, obra que va más allá de la figura del mito de Gelves para adentrarse en otros planos de la actualidad de principios del siglo XX.

Rafael Cabrera es buen amigo y conozco de sus desvelos para contrastar cualquier dato que publica. En esta obra ha buceado directamente en las fuentes ya que es el propietario del Libro de Actas de la Junta Administrativa de la Plaza de Toros de Vista Alegre y de él extrae infinidad de datos reveladores que destruyen tópicos. Por ejemplo, no es cierto que antes los toreros se ganaran los contratos triunfando de hoy para mañana y queda claro que la Junta bilbaína los contrataba de un año para otro, apenas acabadas las Corridas Generales. Y la de Bilbao era plaza de temporada que se arrendaba al mejor postor durante diez meses al año.

Joselito en Bilbao es, además, un paseo por la evolución de la ciudad y por la historia más relevante a nivel nacional e internacional. Y sí, Joselito, desavenencias puntuales aparte, triunfó en el País Vasco y mandó en la confección de muchos carteles porque no rehuyó en ningún momento el compromiso de enfrentarse a los hierros más duros del momento ni la competencia directa con Belmonte, su rival. 

El doctor Cabrera apoya su prosa rotunda en las observaciones directas que de los hechos tuvieron los periódicos de la época y el crítico Emiliano Uruñuela "Litri" en La dama taurina de Abando. Para los gallistas y los que sentimos curiosidad por la historia de la Tauromaquia ha sido un placer adentrarnos en la obra.

miércoles, 7 de agosto de 2013

LA RETIRADA DE EL GALLO Y EL GENIO ESPAÑOL

Javier Vellón remite el siguiente texto para su publicación.

Cabecera de La Vanguardia.
En numerosas ocasiones la prensa anunció la retirada de Rafael el Gallo. En el artículo que a continuación se reproduce (La Vanguardia, 19 de agosto de 1915), el periodista que firma con el pseudónimo de Ariel, reflexiona sobre la supuesta retirada de el Gallo, el genio del torero y la esencia de lo hispano, en la línea noventayochista.


Algunos periódicos han dado la sensacional noticia: el Gallo se retira a la vida privada, cansado de toros y de broncas; se va el divino calvo a su casita y deja que otros se disputen el reinado del mundo taurómaco. Cuentan que algunos buenos aficionados, al enterarse de esta nueva desdicha que se le viene encima a España — ello es algo así como si se acabara el sol — lloraban copiosamente, como plañideras en los entierros orientales.

Rafael y sus puros...
No es nuestra costumbre dar noticias directamente relacionadas con el arte del toreo, único arte verdadero y castizamente español,al fin y al cabo, de cuantos se cultivan en este delicioso país, donde todo es imitación, o adaptación o traducción. Pero la retirada del Gallo tiene demasiada importancia para quela pasemos en silencio. El Gallo ha sido tan genuino representante de nuestra neutralidad como el mismísimo don Eduardo Dato; el Gallo ha preocupado más a la nación que el terrible conflicto europeo el Gallo ha hecho latir, con el impulso del entusiasmo, a miles y miles de corazones españoles y ha puesto en movimiento acelerado, durante algunos años, las plumas periodísticas, las rotativas, el telégrafo, el teléfono, los ferrocarriles y todo el sistema vital de la afición. El poeta que osó detener la marcha del sol, ineficazmente, hizo menos que este gitano jacarandoso, ante cuyas intermitencias de su genio toreril, se ha sentido España embobada, o entusiasmada á indignada. En otro país habría sido el Gallo acaso un Shakespeare, o un Pasteur o un Moliere; aquí ha sido mucho más: ha sido un ídolo, un dios. Como Júpiter, fue rey en su Olimpo y por encima de, otros dioses hizo valer su soberanía inaccesible y única.

Hay quienes guardan del Gallo, como reliquias preciosas, cuatro pelos de su coleta, la colilla de un cigarro, o algunos abalorios de su traje de luces o los residuos de sus uñas; hallazgo verdadero este último, porque el superhombre, avaro de la gloria que le empapa toda su personalidad cañí, no se desprende de sus uñas fácilmente, y cuentan que se las corta muy de tarde en tarde y sólo por complacer a los amigos, que no le dejan en paz pidiéndole algo suyo y de lo más adherido al individuo.

Un Rafael veterano.
Pues bien: ya se va el Gallo, ya se retira el coloso. ¿Podrá ahora España pensar un poco en sí misma, apartada de esta sugestión gitana que se desvanece en manos de un peluquero? ¡Ay, no; pues ya dice el cantar que «a rey muerto rey puesto», y hemos de creer que el gallinero no se quedará vacío!

Y he aquí que la retirada del Gallo no nos parece ahora más que un incidente, un traspaso, o quizás mejor una sucesión.



Porque es el caso que España tiene muchos Gallos en la cabeza.

domingo, 4 de agosto de 2013

RAFAEL, EL TOREO DE ARTE

Javier Vellón remite el siguiente texto para su publicación.

En el número 5 de la revista The kon Leche (5 de mayo de 1912), se nos ofrece un texto que intenta adentrarse en el misterio del toreo de arte, a través de la tauromaquia de Rafael ‘El Gallo’. Con el apoyo gráfico de los ap




untes de Ricardo Marín, el artículo es un magnífico compendio del toreo de Rafael y de lo que supone esta vertiente artística en la historia de la fiesta,

HELENISMO TAURINO
¡LA OREJA DE GALLITO!

Par de un Rafael veterano.
¡Es el mago!
Su toreo adornado, luminoso, fulgurante, se impuso en la tarde del jueves con la
fuerza misteriosa de lo sobrenatural.
Y es que el arte de Gallito posee tal intensidad que conmueve sin dar lugar
apenas al convencimiento; subyuga antes que la crítica intente el examen de sus sorprendentes faenas.
Por eso los que comulgan en su credo taurino no son partidarios, sino idólatras;
sus lances son indiscutibles, que el genio está por encima de disputas académicas,
Son los desplantes toreros del Gallo, fulguraciones de un arte divino que no
obedece a reglas precisas ni tiene un efecto determinado.
Es el arte por el arte, que quizá no realice un fin práctico; pero es indiscutible
que produce en el ánimo el supremo grado de la emoción estética.
Los gallistas afirman que su maestro es el clásico... Nosotros, imparciales, vamos más allá. No estimamos clásico al que se sale de los limites del clasicismo para invadir el tan bello como temido campo de lo arbitrario, en fuerza de intensidad artística.
¿Que, qué hizo el jueves?
Genial Rafael.
Lo que ejecuta Gallito cuando quiere deslumbrar á sus contemporáneos. Las más puras filigranas, las supremas elegancias, el adorno elevado a la milésima potencia, la magia esclava de la estética, lo absurdo puesto al servicio de lo bello.
El lápiz maestro de Ricardo Marín os traerá á la fantasía algunos perfiles de la
memorable hazaña.
Ved al gitano en el pase ayudado característico, suyo, cliché eterno de su figura
torera.
Contempladle en el lance de molinete en el que el arte apura todos sus recursos
para copiar la bella realidad.
Apuntes mágicos...
Mirad al torero perfilado ante la fiera, después de tirar la monterilla, como en remotos tiempos de excelsitud taurina.
Y batid palmas, por último, con el concurso que aclama al lidiador artista...

Tal es gráficamente la hazaña realizada por Gallito.
Tiene este torero en su haber muchas de igual magnitud, siquiera la moda imperante le haya hecho ahora merecedor del galardón de la oreja.
No nos atreveremos como otros a definir sobre preeminencias de idénticos honores, pues son estas rencillas que más empequeñecen que elevan el objeto de la
diatriba.
Ocupa Gallito un lugar definido en el arte que no excluye a los demás, y es su
concurso necesario aun con la dolorosa intermitencia de sus mágicos destellos.
Su arte es gracia soberana, como el de otros es ciencia indiscutible. No admiramos en el Gallo la eficacia de un toreo, sino la belleza de sus adornos.
Gitanillo de Triana...
La labor que enmienda a un toro requiere faenas de rudeza incompatibles con
el puro helenismo. La filigrana tiene más resultante en la emoción del público, que en las condiciones del astado enemigo.
Nosotros que no creemos como algunos intransigentes que Rafael sea un torero
corto, afirmamos desde luego que el hijo de Fernando Gómez desdeña la plenitud del vasto repertorio laurino, no por falta de valor ó facultades que algunas suertes
exigen, sino porque no colma su ejecución su exquisito criterio de belleza.
El arte por el arte; su alma ateniense se opone a todo lance que no justifique un
Morante...

gesto estético. De aquí la intermitencia de sus destellos.
Tomémosle así, ya que éste es su puesto en la brega taurina.
¿Que una o mil tardes nos desespera con su imponderable perversidad?
Viene la hora de la revancha y recompensa con creces al huraño concurso.
Voces, denuestos, imprecaciones, hastala agresión personal está justificada ante
una esaborición de Gallito...
Pero cuando una tarde despliega su mágica muleta dispuesto a todo, cuando su
irreprochable factura diviniza un arte soez, convirtiendo su desgarbada figurilla en un
compendio de elegancia y dando a su mermada hombría gigantescas proporciones, no hay, en verdad, adjetivos ni apostrofes que no resulten vulgares para ponderar tanta belleza...
Entonces no cabe otro comentario que el lacónico y pintoresco de un amigo de
Rafael....
todos, medio montañés, medio sevillano ya casi madrileño:

¿Qué te ha parecido la estupenda faena de Gallito?

Y contesta Adrián, como apoyado en incontrastable lógica:


¡Es de otra raza!