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domingo, 4 de febrero de 2024

RAFAEL CUMPLE 75 AÑOS

La revista 'El Ruedo' conmemoró el 75 aniversario del nacimiento de Rafael publicando un extenso, y curioso, reportaje en su número 683 de 25 de julio de 1957. Firmado por Francisco Serrano Anguita, ya había visto la luz días antes en 'Hoja oficial del lunes':

Rafael con unos partidarios. (Foto: El Ruedo)

«Si estoy en Madrid, no faltaré al homenaje que piensan ofrecerle a Rafael Gómez el Gallo con motivo de sus primeros setenta y cinco años. El famoso torero nació en nuestra villa el 17 de julio de 1882, y sigue tan flamenco y desconcertante como en la juventud. He sido gran admirador de su arte y figuro entre sus amigos, aunque solemos vernos muy de tarde en tarde. Siempre han de volver presentármelo, pues él es bastante desmemoriado y yo no frecuento las tertulias taurinas. Sigo mis costumbres de revistero en La Mañana, el semanario que fundó el insigne Manuel Bueno y que dirigió después don Luis Silvela. 

 Durante los dos años que ejercí la critica —de algún modo hay que llamarla— sólo tuve un amigo profesional, y no de los más brillantes: Remigio Frutos, el Algeteño, sobrino de aquel Ojitos que fue maestro y mentor de Rodolfo Gaona. Remigio, muerto no hace mucho tiempo, era un gran tipo y una gran persona. Había sido alcalde en Algete. su pueblo. Luego se hizo picador de reses bravas y acabó matando novillotes de media casta en la placita de Tetuán de las Victorias. En El Algeteño se compendiaron todas mis amistades con la torería de la época. A Manolo Bienvenida, El Papa Negro, del que asimismo fui entusiasta, lo conocí a bordo del vapor María Cristina, en un inolvidable viaje de regreso de Cuba a España, en el que nos acompañaba el eminente actor don Enrique Borrás. Y ni entonces ni luego supo Manolo que yo era aquel Ballestilla que le consagró tantos ditirambos en prosa y en verso..., porque uno cambiaba a veces la seda tersa del estilo llano por el percal ripioso de unos malos sonetos o de unas pésimas octavas reales. 

Volviendo a Rafael, tampoco busqué su trato,, y eso que él me envió una fotografía con esta magnífica dedicatoria: "A mi estimado admirador Ballestilla. Rafael Gómez, el Gallo." Y en cuanto a las presentaciones, ya he dicho que fueron múltiples, y debo añadir que se iniciaron del modo más pintoresco.

Alejandro Pérez Lugín, luego célebre novelista, y en 1910 notabilísimo reportero de El Mundo, modelo de críticos de tauromaquia y gran maestre de la orden del gallismo en todas sus ramas —la disciplinada y subalterna de Fernando, el mayor de los tres hermanos; la pinturera y garbosa de Rafael y el tierno brote de Joselito, ya triunfador en su aprendizaje de becerrista—, había hecho de mi una especie de edecán de su grupo, a lo que yo me sometía gustoso por el afecto que nos ligaba y porque así iba adiestrándome en el oficio periodístico. Lo que no conseguía Lugín era unirme al cortejo del divino calvo. Siempre que intentó llevarme a las reuniones del partido tropezó con mi obstinada negativa, porque no quise que mi devoción al torero en la plaza se quebrantase con el conocimiento del torero en la calle, en el café o en la taberna. Un día, sin embargo, no pude resistirme a los deseos del jefe. Se había celebrado en Madrid una corrida en la que Rafael quedó... una mijita desiguá. 

La desigualdad consistió en cubrirse en el primer toro y dar el mitin en el segundo. Un mitin previsto desde que el bicho salió de los chiqueros y afrontado con la serenidad que El Gallo ponía en tales espectáculos. Ni dio ningún lance, ni siquiera quiso divertirnos con sus habituales espantás. Limitóse a ver cómo trabajaban sus peones, y cuando llegó la hora de matar, apenas si desplegó la muleta. "Yévatelo p'ayá." "Córrelo a este lao." "Sácalo de las tablas." "Tráemelo al dos"... La gritería era espantosa. Llovían almohadillas sobre la arena y el coso amenazaba hundirse a impulsos de la indignación del gentío. Rafael, impávido, como ajeno al tumulto, iba de un lado para otro, contoneándose y a pasitos cortos — "Con mucha repajolera grasia, sí señó", decían sus partidarios—, y de vez en cuando miraba al palco presidencial, haciendo al usía señas y guiñadas, como si le dijera: "Pero, hombre de Dios, ¡que ya es hora de que salgan los mansos!..."

 Y salieron. ¡No habían de salir! El toro se fue vivo a los corrales, porque ni siquiera le arañó el estoque del diestro. Refugióse éste en el callejón con aire de resignada condolencia, y ya no pudo asomarse al ruedo sin que le persiguieran los denuestos de la colérica multitud. 

No hay que decir cómo abandonamos la Plaza los infortunados gallistas. Péréz Lugín —Don Pío para la afición— iba ronco de replicar a los que le increpaban en gradas y tendidos: "¡A pesar de todo, el mejor! jKi-ki-ri-ki! ¡El mejor! ¡Ey, carballeira!" Y ya fuera del coso, todavía gritaba, entre la riada de los comentaristas del desastre: "E1 mejor!... ¡Siempre el mejor!... ¡Hasta en loe fracasos!... ¡Nadie fracasa como él!..." Porque él fracaso no podía negarlo el bueno de Alejandro, y de ello se valió para torcer mi voluntad de independencia. 

 —Mira, niño —me dijo—, hoy no puedes negarte a venir a saludar a Rafael. En los malos trances se conoce a los amigos. Esta tarde no habrá en la fonda mangantes ni pelmazos que vayan a beberse unas copas con el héroe y a pedirle un par de duros. Únicamente estaremos los cabales, los de verdad, y tú tienes que ir. Te agradecerá mucho la visita. 

 ¡Por fin iban a presentarme al Gallo! Entramos en el antiguo hotel de Roma, de la calle del Caballero de Gracia, y subimos a la habitación del ídolo. Aquello parecía un velatorio. Tendido en la cama yacía el torero, con una camiseta de color rosa y unos calzoncillos de céfiro listado que partían los corazones. Sobre la blancura de la almohada, su cabeza era como un barro cocido, y la coleta, en desorden, fingía ser la aureola del mondo cráneo. Fumaba Rafael un largo veguero, del que arrancaba densas bocanadas de humo- para lanzarlas estoicamente al cielo raso. Rodeando el lecho, los cabales: unos graves caballeros y ocho o diez gitanos de los que constituían el séquito de Rafael. Caras cetrinas, tufos aceitosos, pupilas negras y llameantes; éste con un clavelito sobre la, oreja, aquél , dándole vueltas al ancho sombrero mugriento, el de más allá jugueteando con la vara de mimbres de Antonio Torres Heredia... Y los comentarios: 

-Er toro achuchaba por los dos laos... El (Gallo, chupando con deleite su cigarro, lanzaba un chorro de humo y argüía: 

-Que he estao mu malo... 

-¡A un bicho azín no había máz que ejarlo que ze lo yevazen! 

-Yo no me opuse: pero he estao mu malo... 

-Er público, no sabe lo que píe..: ¿Qué se iba a jasé con un renegao que embestía p'atrás? 

 Y el retornelo de Rafael: 

-Que he estao mu malo, mu malo... Hubo un largo silencio y nadie se atrevió a romperlo. Don Pío, muy en su papel de introductor de embajadores, avanzaba ya hacia la cabecera de la cama. Seguíale yo con timidez no exenta de curiosidad. Y entonces surgió la voz honda y cavernosa de un viejo cañí que se había acurrucado en un rincón de la estancia y evocaba el nombre del toro que fue a los corrales: 

-¡¡¡Y se yamaba Madroño!!!... 

 Volvióse el maestro hacia el individuo, hizo uno de sus guiños característicos, dio una larga fumada al tabaco y contestó con sonrisa picara: 

 —Por mí se yama toa vía. 

 Ya no hubo presentación, porque me acometió la risa, y para soltarla a mis anchas salí huyendo del cuarto y eché escaleras abajo, sin atender a las voces de Pérez Lugín, que venía tras de mí haciendo coro a mis estruendosas y repetidas carcajadas. Y asi fue cómo se malogró mi primera presentación al divino calvo.

miércoles, 31 de enero de 2024

TRES CONTEMPORÁNEOS RECUERDA A RAFAEL: (Y III)

 La revista 'El Ruedo' dedicó un amplio despliegue a plasmar la figura de Rafael El Gallo tras su muerte. El 2 de junio de 1960, en su número 832, apareció un extenso reportaje firmado por Santiago Córdoba. En esta tercera y última parte, el ganadero Antonio Pérez Tabernero recuerda al diestro:

Antonio Pérez Tabernero. (Foto: El Ruedo)

— Don Antonio, ¿qué subraya usted 
de la personalidad del «Gallo»? 

—La influencia, de la raza gitana  sobre las demás razas humanas. Porque en Rafael se impuso tanto la media sangre de Gabriela, que en nada recordaba a su padre, el señor Fernando «el Gallo».

Don Antonio Pérez Tabernero, uno de los más amenos conversadores con que ha tropezado el periodista, es quizá el más antiguo amigo de Rafael «el Gallo». Le conoció en el siglo pasado y cultivó su amistad toda la vida. Por eso, don Antonio, con cuatro palabras, ha calado hondo en la personalidad de Rafael. Prosigamos. 

 — ¿Cuál de los dos hermanos acusa más la raza gitana, Rafael o «Joselito»? 

 —Indudablemente, Rafael. José parecía payo por los cuatro costados. Y para establecer más la diferencia entre los dos hermanos, basta saber cómo se administraban. José era un financiero, y Rafael, un pródigo; el hombre que ha vendido una partida de yeguas o potras en un ferial y espléndidamente se deshace de las utilidades en una juega. Nunca me expliqué una diferencia tan grande entre dos hermanos.

— ¿Y cuál de los dos exponía más ante los toros? —

Para mí, sin duda, Rafael, porque con el toro que se confiaba estaba más cerca que nadie de aquella época, y eso siempre es peligroso; pero es que cuando huía, cuando daba sus célebres espantadas, perdiéndole la cara a los toros, era cuando corría más peligro, 

 — ¿ Qué torero de hoy está en una u otra línea de los «Gallos»? 

 — Yo no hablo de los toreros que están en activo. 

— ¿Usted qué fue. «gallista» o «joselista»? 

 — Siempre he sido partidario del torero que más puede con el toro.

 — ¿Visitaba Rafael con frecuencia su casa de San Fernando? 

 — Los dos hermanos fueron mucho a casa, sí. 

 — ¿Cómo eran en la intimidad? 

-Tan opuestos como en, el toreo. Rafael, graciosísimo en sus frases, que casi siempre eran certeras. «Joselito», een cambio, muy reservado y siempre calculador. 

 —Confidencialmente, ¿qué decía José de su hermano Rafael? 

 —José sentía una gran admiración por su hermano; pero conociendo el riesgo que corría, por las razones que antes expuse, siempre estaba influyendo para que se retirase. 

 — ¿ El rasgo humano que más admiraba usted en «El Gallo»? 

 — Lo fácil que se acoplaba a las situaciones, por difíciles qué fueran. Igual se adaptaba a la conversación con un Grande de España que le seguía la corriente a un «calé», aunque supiera desde un príncipio que iba a darle un sablazo. ¡Ah! Y lo supersticioso que era, cosa que nunca compartí con él.

 Así era «El Gallo», aquel torero de multitudes, famoso por sus genialidades; así era Rafael, aquel hombre que era la más viva representación de una época que ha muerto con él.

domingo, 28 de enero de 2024

TRES CONTEMPORÁNEOS RECUERDAN A RAFAEL (II)

La revista 'El Ruedo' dedicó un amplio despliegue a plasmar la figura de Rafael El Gallo tras su muerte. El 2 de junio de 1960, en su número 832, apareció un extenso reportaje firmado por Santiago Córdoba. En esta segunda parte, el matador Vicente Pastor recuerda a su rival:

Pastor

—Don Vicente, usted que corrió la fabulosa aventura del toreo junto a «El Gallo», ¿quiere recordarle? 

-¡Pobre Rafael! le han salido del alma estas dos palabras. Don Vicente Pastor está visiblemente afectado por la muerte del compañero con quien compartió durante tantos años las alegrías y los sinsabores que acarrea la profesión de torero.

— ¡Qué le voy a decir de Rafael! Empezó de novillero a la vez que yo, y toreamos muchas corridas juntos y muchos mano a mano: Me ha impresionado su muerte. Me enteré en la cama; acababa de acostarme y me dieron la noticia. 

 — ¿Cómo y cuándo conoció a Rafael? 

 —Fue en Castellón, al coincidir en. la primera novillada que toreamos juntos; si no recuerdo mal, fue el año 99. Y seguimos de novilleros hasta 1902; él tomó la alternativa en Sevilla en el mes de septiembre y yo en Madrid. 

-¿Cómo era Rafael, don Vicente? 

—Como un chiquillo. Yo le tomé verdadero cariño, porque fuimos juntos por los trenes y paramos en las mismas fondas. 

 — ¿Qué fue, qué representó para usted «El Gallo»? 

 —Con sus desigualdades, una gran figura. Le echó mucha sal hasta en lo que llamaban las espantadas; porque hasta en eso tenía personalidad. 

 — ¿Qué comentarios hacía con sus compañeros en la Plaza? 

 — En ese trance ya sabe usted que los toreros apenas hablamos. Rafael en las tardes de éxito, se limitaba a decir: «¡Qué buen toro me ha tocado!" Y en las tardes de fracaso, lo contrario: «¡Qué «hueso» me ha tocado!» Yo me he llevado bien con todos los toreros, pero con Rafael mejor que con nadie. Siempre que nos encontrábamos, nuestro primer saludo era preguntarnos por la madre. Recuerdo que en una ocasión en que «Joselito» estaba herido en Barcelona fui a verle y me recibió una señora; yo me supuse que se trataba de su madre. Me dijo que José estaba durmiendo. Entonces le anuncié que volvería por la tarde y que le advirtiera que había estado Vicente Pastor. Al oír mi nombre, su madre reaccionó: «¿Pero es usted Vicente Pastor?... Usted no se va sin ver a mi niño; porque usted es el mejor amigo que tiene mí hijo Rafael. Por eso, cuando torea con usted estamos tan tranquilos.»

miércoles, 24 de enero de 2024

TRES CONTEMPORÁNEOS RECUERDAN A RAFAEL (I)

La revista 'El Ruedo' dedicó un amplio despliegue a plasmar la figura de Rafael El Gallo tras su muerte. El 2 de junio de 1960, en su número 832, apareció un extenso reportaje firmado por Santiago Córdoba en el que Gregorio Corrochano, Vicente Pastor y Antonio Pérez Tabernero lo recuerdan. 

En esta primera entrega se recogen las palabras del cronista taurino:


Corrochano
Vamos a hablar de Rafael Gómez, «el Gallo». Sí, vamos a seguir hablando del torero que dio más que hablar. Porque no ha habido una figura taurina más admirada, más pintoresca, más discutida, más celebrada, más simpáticamente popular que «El Gallo». 

 «El Gallo, dentro y fuera de la Plaza, tenía una personalidad arrolladora, En el redondel era distinto a todos los toreros; cuando le soplaban las musas, incomparable; cuando tomaba precauciones, único. Por eso era «El Gallo». Pero no divaguemos. Vamos a hablar de «El Gallo» con tres contemporáneos suyos. Tres representantes de la época gloriosa de Rafael «el Gallo». Un ilustre cronista taurino, un famoso torero y un ganadero de solera: don Gregorio Corrochano, don Vicente Pastor y don Antonio Pérez Tabernero. Tres nombres prestigiosos de la Fiesta. El mejor cartel que se puede ofrecer hoy en homenaje al torero más sensacional de ayer. 

 — Don Gregorio, vengo a robarle un artículo. Usted habla y yo escribo. Vengo a que me hable de Rafael «el Gallo».

A don Gregorio, que podría dictar de un tirón la tauromaquia de «El Gallo», se le agolpan los recuerdos. Pongamos orden a la garbosa palabra del maestro. 

 — Empecé a ver a Rafael de matador de toros en Madrid, en la época de Mosquera, cuando empezó a revelarse como lo que era. Mosquera le dio oportunidades, como a Vicente Pastor. Entonces se ve lo cerca que torea; tanto, que cuando se perfilaba para matar apartaba con la mano las ban erillas. Todos lo habían hecho con el estoque. 

 — ¿Qué escuela acusa «El Gallo»? 

-La escuela sevillana, empalmada con la rondeña, El trajo lo de cambiarse la muleta de  mano; así torea al natural —arte rondeño— y se adorna — arte sevillano—. «Don Modesto» ve a «El Gallo» y escribe: «Que pase con su pase. Con ese pase se pasa a la Gloria sin permiso de San Pedro.» 

 — Muy bonito. Verá, verá. Entonces «Don Pío», gallista por convicción, pero también por polemizar con «Don Modesto», cuando «El Gallo» estaba bien, gritaba: «;Kikirki... Ey Carballeyra!...» Estos gritos los daba en la Plaza y en «La Tribuna», su periódico. Y cuando el torero daba la vuelta al ruedo recogiendo puros y devolviendo sombreros. «Don Pío», tirando las cuartillas a su paso» le decía: «Pon lo que quieras, que yo lo firmo.» 

 — ¿Se mezclaron entonces los gallistas de Rafael y de José? 

 — No. Rafael tenía un partido suyo, único, entusiasta y fanático, que no tenía nada que ver con «Joselito». Y tornamos a la anécdota. Porque «El Gallo», como todos los genios, como todos los hombres fuera de serie, es pura anécdota. Y don Gregorio, que tiene una prodigiosa memoria y un estilo verbal que emboba al que le escucha, como su pluma deleita al que le lee, cuenta...

—En «El Huerto de Capuchinos», donde se desarrolla la comedia quinteriana titulada «Las flores», un viejo aficionado que se pasaba la vida cultivando flores con el mismo amor que cultivaba su admiración por «El Gallo», me preguntó un día: «¿Qué le ha pasado a Rafael el otro día en Madrid?...» «Pues nada -le respondí vacilante—, que le salió un toro a contraestilo, que no se arrimaba...; pasó el tiempo y se lo devolvieron al corral.» Y él replicó sentencioso: «Pues no  pasará mucho tiempo sin que le saquen ustedes bajo palio.» Efectiva mente, a los pocos días, un 15 de mayo, con un toro memorable de Aleas, al que Rafael hizo una de las mejores faenas que se vieron en la Plaza madrileña, lo sacaron a hombros. Entonces recordé al viejo aficionado de «El Huerto de Capuchinos" y le puse el siguiente telegrama: «Rafael ha salido bajo el palio de las palmas de los espectadores.» ¿Sabe usted lo de «El Alfombrista»?

 -No. 

-Sale para Rafael un toro en Madrid. «El Alfombrista», gallista hasta los tuétanos, ve que va a estar fatal su ídolo; se pone en pie y grita al usía: «¡Señor presidente: este toro es «burraco!» Se corre por la Plaza el grito, se arma la marimorena y el presidente saca el pañuelo verde y cambia el toro Al día siguiente hago la crónica, lo cuento y hago la siguiente definición del toro: «"Burraco", toro negro. picado de blanco por detrás, a quien  los vaqueros llaman «Burraco» por el parecido del color de las urracas.» Habían echado para atrás un toro por el pelo, como podía haber sido berrendo, castaño o cárdeno. 

 —Don Gregorio, ¿cómo definiría usted a Rafael «el Gallo»? 

 —Un torero clásico, con el arte jugoso de la escuela sevillana. Tan clásico, que macheteaba con la izquierda, suerte poco lucida, pero necesaria, como hacían los clásicos. Y lo hacía con la izquierda, con objeto de no perder tiempo para matar.

 — ¿Y Rafael como persona? 

 —Bondadoso, educado, muy educado y humilde, cualidad ésta que rara vez se da en el toreo. Jamás habló mal de nadie. Del pecado de envidiar, del mal causado por injuria y calumnia, ni siquiera por ligereza de juicio, se va libre. Rafael «el Gallo», cuando hablaba de algún torero, solamente cogía para hacer mención la parte buena. Elogios le oí muchos, disculpas también. Censuras, ninguna.

— ¿Cuándo le yio usted por última vez? 

 —El 8 de mayo último, en Sevilla. Me despedí de él, incorporándose trabajosamente en la cama. Ayudado por el abrazo que le di, me echó los brazos al cuello. Nos separamos procurando que la emoción no se asomara a los ojos. Por decirle algo, le dije: «Volveré pronto», y él me contestó: "A. ver si es verdad». Pero los dos comprendimos que no volveríamos a  vernos.

domingo, 21 de enero de 2024

VIVENCIAS DE JOSELITO EN LIMA

La revista 'El Ruedo' incluyó en su número 824 de 7 de abril de 1960 el siguiente artículo a propósito de la campaña peruana de José:

JOSELITO Y SU VIAJE A LIMA

Don Augusto C. Peñalosa, viejo aficionado que ha hecho del Perú su segunda patria, y vive la vigencia de la Fiesta española en su presente y en su añoranza, nos envía la siguiente evocación limeña de "Joselito El Gallo", firmada por don César Miró. 

 EL TRAJE TENIA CAIRELES NEGROS 

Desembarco en Cádiz tras el viaje. (Foto: El Ruedo)

 Vestía luto cerradísimo, y hasta el traje de luces llevaba caireles negros. Y era negro también el capotillo de paseo, que dejó en una barrera antes de empezar la fiesta trágica. Fue en esa temporada, de hace exactamente cuarenta años, que José Gómez Ortega, el «Gallo V» —porque hay que designarlo así, como á los reyes — , dejó en la arena de Acho su huella excepcional. «Joselito», el «Sabio», el «Niño de Gelves», era hijo y nieto de toreros, como diría García Lorca del Camborio, y lo fueron también sus hermanos Femando y Rafael, y sus cuñados Sánchez Mejías y Martín Vázquez. En ese friso que encabezaba el tío abuelo, sobresalía su figura gallarda, armoniosa, varonil. 

Frente al mar del Regatas de Chorrillo he conversado con Augusto. C. Peñalosa, taurófilo de buena cepa, nostálgico de las edades de oro, entendido como el que más. De su evocación emergen esos recuerdos. «Joselito» traía luto riguroso por la «señá» Gabriela, su madre, fallecida el año anterior. Mientras vivía, no aceptó jamás contratos fuera de España. Ahora podía quebrantar su propósito. Y esa temporada de 1919 a 1920 vino a Lima. No pudo incluir a Méjico en la gira porque don Venustiano Carranza, su presidente, había prohibido las corridas y los mejicanos se quedaron sin ver al desconcertante lidiador, sin poder cotejarlo con su Gaona sensacional. 

 En el curso de la corta vida de «Joselito» —murió a los pocos días de llegar al cuarto de siglo— «cruzó el charco» una sola- vez, para venir al Perú, donde desde diciembre de 1919 hasta febrero inclusive del 20, no dejó de torear un solo domingo, alternando con «Manolete» padre, Isidoro Martí Flores (que murió en Colombia y no, en el Perú, como registra Cossío), Curro Martin Vázquez (que se llevó un cornalón) y el nacional «Cachucha» (a quien le dio la alternativa, la última de su vida), puede también interesar a los lectores de EL RUEDO que en Lima se encerró, sin más capote cerca de él que el de «Blanquet», con siete toros-, uno de despedida, como regalo, dejando en la Plaza más antigua de América recuerdos perdurables. (Existe una enorme placa de bronce con su efigie y fechas en el frontis.) 

 A quienes más les duele (y conduele oírlos) no haber visto al «Pontífice del Toreo» (como «cardenales», tenía los suyos) es a los mejicanos, que  tampoco vieron a «Guerrita», que sólo actuó en Cuba. 

 Fue la única vez que visitó nuestra ciudad. Pocos meses más tarde, en Talavera de la Reina, encontraba la muerte, tantas veces citada, entre los cuernos de «Bailaor», un burriciego aquerenciado que tomó cinco varas y despachó a cinco caballos antes de sorprender al torero de quien se decía que para que un toro le cogiera tendría que «aventarle los pitones». 

 La charla de Peñalosa renuncia esta vez a su. tradicional humor, al retruécano que preside siempre su agudeza -porque aquí no se puede jugar con las palabras—, para recordar esas tardes de hace cuarenta años en el pozo de Acho. Vivía «Gallito» en una casa de la Inquisición, de donde salía con el atuendo clásico, la chaquetilla, el pantalón ajustado, la camisa rizada, a tomar el té con sus amigos de la Asamblea Nacional. La Asamblea Nacional. — de la que yo era miembro-  dictó la Constitución peruana de 1920 notas de don Augusto C. Peñalosa). El sevillano airoso no era alegre esos días; a sus ropas negras unía un rostro sombrío, acaso por la ausencia definitiva de la «señá» Gabriela o tal vez por el presentimiento, de su propia muerte. Así le describe nuestro amigo en su evocación. Y le ve también almorzando en silencio en el salón «Mi Casa», de la calle de Concha, y en esa tarde en que se despidió encerrándose con siete toros, improvisando una alternativa en el último de ellos con el nacional Alberto Fernández, «Cachucha», mientras las ovaciones convertían la Plaza en un volcán, en la gigantesca letra O de un interminable y estentóreo olé. 

 Sus más puras faenas las hizo con los toros de Celso Vázquez, del cruce de Veragua, los hijos del famoso «Sereno», porque ya desde entonces se afirmaba que con los de la. Rinconada no podía lucirse nadie. Era completo en los tres tercios -banderillero excepcional—, y había aprendido de Belmonte que es preciso «mandar» al  toro, imponerle condiciones, y sabía sobre todo, que no era fácil superar lo que don Juan había hecho la temporada anterior.

¿Rivalidad con Belmonte? Desde luego. En todo caso, prefería no hablar de él. Belmonte era ligeramente mayor; pero 'Joselito' era más antiguo. Puede no tener siempre razón Manrique cuando dice que 'cualquier tiempo pasado fue mejor'; pero en el torear no cabe discutirlo. Conversé no hace mucho en Sevilla con Juan Belmonte, el 'Terremoto', el ídolo sobreviviente de esas épocas, y creo que ninguno de los dos ha sido superado. Ni su toreo revolucionario, el que suprime los terrenos, el que le habla al oído a la muerte, ni el del 'Gallo' clásico, escultórico, alegre, dominador; el de ese mozo de veinticinco años que paseó el daguerrotipo dramático de su traje de luces con caireles negros en la soleada y prestigiosa arena de Amat.


domingo, 10 de diciembre de 2023

RAYITO EN TALAVERA CON JOSELITO EN LA MEMORIA DE UN MALASOMBRA

El matador de toros Manuel del Pozo 'Rayito', cuyos mayores éxitos los cosechó en su faceta de apoderado, le contó a Barico en 'El Ruedo' del 16 de enero de 1947 su negativa a torear en Talavera y lo que le aconteció con un malasombra:

"Poco después, el 22 de septiembre de 1927, Rayito tuvo el mayor fracaso de su vida torera. Le habían propuesto que torease en Talavera de la Reina, y se había negado. El 24 actuó con éxito en Salamanca. Poco después de terminada la corrida, su apoderado le habló por teléfono desde Madrid. Uno de los matadores contratados para Talavera se hallaba lesionado y no podía actuar. El empresario insistía en que fuera Rayito. Se negó de nuevo el matador, y su mozo de estoques habló con el apoderado. Al ir a cenar Rayito, encontró sobre la mesa un papel, en el que se leía: “La cuadrilla te pide que vayas a Talavera.” No supo negarse. El mozo de espadas avisó al apoderado, y a las pocas horas Rayito y su cuadrilla se pusieron en viaje. En Talavera hay un hotel en una calle muy estrecha. Allí fue Rayito. El dueño del hotel le atendió muy amablemente y charló con él largo rato. Descansó unas horas el torero. Cuando empezaba a vestirse para ir a la plaza, entró en la habitación el dueño del hotel: “Yo no soy muy aficionado a los t oros, pero me ha sido usted simpático, y voy a verle torear -dijo-. Cuando vino Gallito -siguió- estuve charlando con él antes de la corrida; me fue simpático, fui a verle, y le mató un toro de la viuda de Ortega, de la misma ganadería que son los de hoy. Luego fui a Madrid; me presentaron a Granero, me fue simpático, fui a verle torear, y le mató un toro”. No siguió el fondista, porque el mozo de estoques de Rayito le sacó de la habitación a empujones. Luego… El primer toro de Rayito murió después de incontables pinchazos. El segundo tuvo más suerte, pues después de dar Rayito tres muletazos por bajo, quedó el toro humillado, y el matador lo descabelló al primer intento, sin haber entrado a matar. El escándalo fue mayúsculo. Rayito, en vez de ir a la barrera, fue a la puerta de salida. Llevaba la ropa en desorden, iba despeinado y sudoroso y conservaba en las manos estoque y muleta. Los talaveranos creyeron, afortunadamente, que se había vuelto loco".


domingo, 3 de diciembre de 2023

JOSELITO EN UN MUSEO SEVILLANO

Foto de Arjona que ilustra el artículo de 'El Ruedo'.
Refiere Julio Estefanía en 'El Ruedo' de 5 de noviembre de 1968 la apertura en la sevillanísima calle Adriano de un museo taurino que se llamó 'La Vejez del Torero'. 

Emocionante resulta la vitrina dedicada al fenómeno de Gelves. Allí está casi todo el atuendo que vistió Joselito la tarde de Talavera, La camisa palidecida y dramática, un trozo del capote que usó aquella tarde José, capote que, por cierto, se lo partió el bicho peligroso causante de su muerte. Hay una gran «foto» de Gallito exánime, de mármol frío ya, en la enfermería. Y arriba, presidiéndolo todo, otra «foto» de José sonriente, ajeno al tremendo zarpazo que le aguardaba en la arena de una plaza de Castilla. (...)

Y otra foto en la que Joselito aparece marcándose un 'chotis' castizo".

Rojito, el cicerone que guía al periodista, es pesimista en cuanto a la pervivencia de la exposición porque cuenta con pocos visitantes, "posiblemente, así lo creemos, porque la inclusión de este interesante Museo en los itinerarios hispalenses no alcanzó todavía una propaganda total".

miércoles, 24 de mayo de 2023

RAFAEL Y UNA RESPUESTA GENIAL SOBRE LOS MIURAS

El 18 de octubre de 1944 apareció el número 19 de la revista 'El Ruedo'. Uno de sus reportajes, firmado por Francisco Almela Vives, se tituló "Azafrán, de Miura, se volvió loco en la feria de Valencia", rememorando la desencajonada de 1907. 

En uno de los párrafos cuenta el autor que los astados fueron desencajonados al revés, y ahí interviene el ingenio del Divino Calvo, al que cita: "... o sea, de manera que saliesen del cajón presentando los cuartos traseros. Rafael Gómez 'El Gallo' ha dicho recientemente con su justificada autoridad, que ello se hacía para que los espectadores pudiesen ver en seguida que las reses se hallaban bien provistas de carnes." 

Nada más lejos de la realidad. Poco después, desvela el verdadero motivo: "Pero la prensa valenciana de entonces consignaba que la innovación obedecía a disposiciones del propio ganadero, quien advirtió a la Empresa que soltando los toros de frente se corría el riesgo de alguna baja".

miércoles, 12 de abril de 2023

DON JUSTO RECUERDA A JOSELITO

Vandel realizó esta foto de la lápida de Talavera.

El 15 de mayo de 1.947 'El Ruedo' recordaba, como era habitual cada año, a Joselito. Don Justo fue el encargado de glosar la figura del diestro:

Mañana viernes se cumple el XXVII aniversario de la  muerte de Joselito, genio del toreo, de imborrables recuerdos.

Tan honda huella dejó en los anales taurinos la tragedia talaverana, y tanto se escribió sobre ella, que no es menester volver a detallarla.

Joselito, como en sus respectivas épocas Francisco Montes, Paquiro y Guerrita, fue la figura representativa del toreo, ancho, largo y profundo, y desde la luctuosa tarde del 16 de mayo de 1920, dicho sea con todos los respetos para los toreros contemporáneos, aún estamos esperando al sucesor del inolvidable maestro de Gelves.

En esta fecha tan señalada no podemos prescindir de dedicar unas líneas al inmenso lidiador, primero, para evocar su postrera actuación en el ruedo madrileño, suceso del que, absorbido por el que motivó al siguiente día la muerte de José, se escribió poco o casi nada, y después, para lamentarnos del olvido en que ha caído una iniciativa nacida al calor de un homenaje, iniciativa que ignoramos por qué causa no llegó a realizarse.

Joselito, en su firme propósito de afianzarse cada vez más en el primer puesto de la torería, y considerando que la Plaza de Toros de Madrid, por su historia y por su categoría, era la primera del mundo —así continúa siéndolo, aun cuando equivocadamente se opine lo contrario—, nunca le volvió la espalda, guardando a la afición madrileña los respetos y las debidas consideraciones.

Durante su existencia torera, siempre compareció ante ella, y años hubo, como el 14 y el 15, que lo hizo en ¡catorce corridas!

Aquel inolvidable lidiador, pensando de muy distinta

manera que Guerrita —quien, enojado en una ocasión con los aficionados de l a Villa, dijo que en Madrid torease San Isidro—, tampoco dejó transcurrir ninguna de las ferias organizadas en honor del Santo Patrón sin cruzar el albero vestido de luces.

En el primero de los dos últimos citados años tomó parte en los cuatro espectáculos consecutivos celebrados, y si no lo verificó en el anterior a su muerte --1919.—, fue porque herido gravemente por un toro de Benjumea el 1 de mayo, no volvió a torear hasta el 8 de junio en Algeciras.

Tan gratos recuerdos guardaba el señor Fernando el Gallo de Madrid, que, al nacer su ultimo hijo, le impuso, al ser bautizado, el nombre de Isidro, y Joselito, que no ignoraba esto, consideraba a la Villa y Corte como su segunda patria chica, y hasta en ella, impulsado por aquel amor v no por razones de otra índole, llegó a instalar un piso con todo confort.

Por todos aquellos motivos, Joselito consideraba como un honor presentarse en la vieja Plaza de la carretera de Aragón durante la festividad de San Isidro, y la última vez que lo verificó fue el 15 de mayo de 1920.

Querían lo hiciera también el siguiente día 16; pero comprometido por unos amigos para hacerlo en Talavera de la Reina, José, antes de ser anunciado, rogó a la Empresa le cambiasen la fecha, para complacer así a los organizadores de la corrida en que halló la muerte.

Pródiga en incidentes fue esta postrer corrida de Gallito en el coso madrileño. Al hacer el paseo —él, Belmonte y Sánchez Mejías— fueron recibidos con una silba.

Sin que los diestros tuvieran l a menor intervención, los seis toros de Albaserrada, faltos de trapío, fueron sustituidos por otros de doña Carmen de Federico, y éstos, bravos, hallábanse atacados de glosopeda, teniendo que sustituirse tres durante la lidia con una res de Medina Garvey y dos de Salas.

El primero de doña Carmen tuvo que ser acogotado por el puntillero Josele por no poder los cabestros reintegrarlo a los corrales.

Bajo un ambiente hostil, Joselito, de celeste y oro, estuvo bien en el primero bis, de Garvey, con el que ejecutó una faena valiente en los medios, faena rematarla con un estoconazo, que en otras circunstancias hubiera sido ovacionada; pero parte de los espectadores, de uñas con los toreros, protestaron injustamente, y hasta uno, exaltado, arrojó una almohadilla, que dio en del rostro el diestro citando éste, amargado, devolvía la muleta y la espada a su mozo, Paco Botas.

Berrendo en negro, el mayor y más difícil de todos los corridos en aquella tarde, fue el sustituto de Salas, lidiado en cuarto lugar.

Con pases ayudados y naturales, parado y valiente, José realizó una faena de maestro, terminada con un pinchazo y una estocada, sin que el conjunto de. su trabajo, con un toro que tenía mucho que matar, sirviera para arrancar el mal humor que se había apoderado de unos espectadores, rencorosos, que hallábanse en el secreto de que Gallito, a las veinticuatro horas, toreaba en el coso talaverano inaugurado por el autor de sus días.

Joselito, en pleno apogeo de su vida artística, no fracasó en la última corrida toreada en la Plaza madrileña, de la que nunca huyó, porque no era un torero exclusivamente administrativo y porque las ovaciones que en ella escuchaba le sabían n a gloria, según decía con mucha frecuencia.

Hace, dos años se celebró, por estas fechas, en Madrid una corrida de toros, sin más alicientes que los tres toreros que en ella tomaron parte, corrida organizada por la Empresa, y anunciada pomposamente

como homenaje a Joselito en el XXV aniversario de su fallecimiento.

Se comprometió a dignísimos escritores para formar una Comisión encargada de llevar a la práctica diferentes actos que perpetuasen la memoria del famoso lidiador, entre ellos, la colocación de un busto en un lugar adecuado de la Monumental.

Pero todos los actos proyectados quedaron reducidos a un funeral en la parroquia de Santa Cruz celebrado, más que nada, por el interés que demostraron aquellos hombres de letras.

Ha pasado el tiempo, y todos los buenos propósitos de la Empresa se fueron desvaneciendo y olvidando, dejando en una situación un poco desairada a cuantos no vacilaron en constituir la expresada Comisión.

¿No permitió el resultado económico de l a corrida-homenaje convertir en realidad el pensamiento de colocar en la Plaza el busto de Joselito?

No perdemos, sin embargo, la esperanza de que, algún día, l a S. A. Nueva Plaza de Toros tenga el gesto de poner por lo menos una artística lápida en memoria del  célebre torero, no precisamente por el lugar que ocupó en el toreo, sino porque fue el inspirador y propulsor de esta Plaza magnífica, que él no llegó a pisar, desgraciadamente.

Calientes aun los restos mortales de José, del paladín del gallismo, el insigne novelista don Alejandro Pérez Lugín, Don Pío, partió la idea de colocar en todas las Plazas de Toros de España una lápida conmemorativa de la taurina tragedia.

Esta idea la recogió una revista profesional, 'The Times', que, abandonando su habitual humorismo, inició con tal objeto una suscripción.

Fueron de ésta los principales donantes don Joaquín Menchero, don Darío López, don Manuel Pineda, don Leandro Villar, don Eduardo Belluga y don Juan Soto, éste único superviviente de los citados, y todos íntimos amigos de Gallito, que constituían la plana mayor del joselismo.

El cincel de un discípulo de Victorio Ma cho, cuyo nombre lamento no recordar, dio cima a l a obra, y el 1 de noviembre de 1921, en el interior de la Plaza de Talavera, se descubrió, con el ceremonial propio del caso, la única lápida que en España se colocó, según los deseos del inolvidable Don Pío.

Nada se ha hecho este año en Madrid en recuerdo del desventurado torero, y en Sevilla, como todos los años, no dejarán de celebrarse funerales en su memoria.

domingo, 9 de abril de 2023

BARICO II RECUERDA A JOSELITO

El 8 de mayo de 1.952, fecha en la que se cumplían 57 años del nacimiento de Joselito, 'El Ruedo' publicó el siguiente artículo en el que Barico II rememora la figura del diestro. 

Las fotos que reproducimos corresponden al citado trabajo:  

Hay una fotografía que es un documento de gran interés para la historia taurina. Representa una placita en una huerta del pueblo de Gelves, y en ella se ven tres figuras humanas. Una de ellas está agachada, mientras otra, que no levanta más de tres palmos del suelo, simula que entra a matar con un palo a modo de estoque; la tercera mira el juego que sirve de entretenimiento al pequeño y a su hermano. Son Femando Gómez, ''Gallo II" , y-sus hijos Femando y "Joselito", este último en funciones de matador del improvisado toro.

Aquí queda reflejado el ambiente que rodeaba a José Gómez, 'Gallo V", cuando vino al mundo el día 8 de mayo de 1895, en la casa a la que pertenece la huerta de la fotografía que he descrito.

La biografía taurómaca de los "Gallos" comienza con un hermano del padre de "Joselito", que se llamaba igual que este gran torero. José Gómez no pasó de banderillero; sin embargo, su habilidad y eficacia en la brega le hicieron ser estimadísimo por los matadores de su tiempo, hasta el punto de figurar como peón de confianza en la cuadrilla del coloso cordobés "Lagartijo".

El segundo de la dinastía es Fernando Gómez. Como su hermano, comenzó por ser banderillero y actuó a las órdenes de 'Frascuelo", "Bocanegra", 'Cara-Ancha" y ''Gordito". Pero sus aspiraciones eran mayores y se hizo matador de toros.

Teóricamente, era de una perfección extraordinaria, aunque en el terreno de la práctica su característica peculiar era la irregularidad.

Luego, como una segunda etapa de esta familia de toreros, vienen los tres hijos de 'Gallo II": Rafael, Fernando y José, cuyo apodo, más apropiado a las circunstancias, es el de "Gallito".

El primero de ellos, Rafael, fue el que con más fidelidad siguió, en el terrero taurino, las huellas de su padre. Al igual que su progenitor, era un torero de gran calidad, pero abundaban en sus actuaciones los decaimientos, aunque incomprensibles, muy frecuentes en las gentes de Andalucía.

Fernando fue novillero; su falta de voluntad le hizo desistir del doctorado y se dedicó a banderillero, formando parte de las cuadrillas de sus hermanos.

Estos son los antecesores del coloso "Joselito" por parte de su padre; su madre, doña Gabriela Ortega, también pertenecía a una familia de toreros de Cádiz. "El Marinero", ' El Loco", "Rebujina', "Agualimpia" son toreros de la dinastía gaditana de los Ortegas antecesores de "Gallito III".

Gelves, un pueblo de la provincia de Sevilla, fue su cuna; sus ascendientes, en gran mayoría dedicados al arte taurino; en consecuencia: "Joselito" no podía ser otra cosa que torero.

Nació a unos metros de una placita de toros y murió en otra Plaza de toros. Toda su vida dedicada a un arte; sus ambiciones, sus deseos, encaminados hacia una misma meta: la perfección en el toreo.

Tenía ocho años cuando asistió por primera vez a un tentadero, acompañado de sus hermanos.

Fue en la finca de ,"Palmete", de don Valentín Collantes; al torear a una becerrilla, fue atropellado, proporcionándole un buen coscorrón, y, como consecuencia del susto, no quiso volver a torear en aquella ocasión.

El mismo año, 1903, recibió las primeras enseñanzas, que le dio el diestro "Minuto", ayudando al precoz discípulo por detrás a mover los brazos en las diversas suertes con el capote y la muleta.

No tenia trece años cuando vistió su primer traje de luces. La situación de la familia no era muy desahogada, pues, el padre había fallecido cuando "Joselito' tenía apenas dos años, y el chiquillo quería ganar dinero cuanto antes para ayudar en lo posible al mantenimiento del hogar.

Con "Limeño" formó una cuadrilla juvenil y marchó a Portugal, donde terminó de cuajarse, y, al regresar a España, se encontraba en situación de enfrentarse a novillos.

Los hermanos del diestro, a su vuelta de América en 1909, se enteraron de los progresos de "Joselito" y le animaron para que siguiera su carrera hacia el éxito.

Todavía toreó dos temporadas más de becerrista, hasta que en 1912 hizo su presentación en Barcelona como novillero. A partir de este momento su ascensión es rápida y fulminante. Se presenta en Madrid el 13 de junio con una corrida de auténticos toros de Olea. Los comentarios de los críticos coinciden en señalar en el debutante una gran figura del mundo de los toros.

Su fama subió como la espuma y tomó la alternativa el 28 de septiembre de 1912. Actuó de padrino su hermano Rafael, que le cedió la muerte del toro "Caballero", de Moreno Santamaría, y Antonio Pazos fue el testigo de la ceremonia. El 1 de octubre la confirmó en Madrid con el mismo padrino, a la vez que la tomaba Vázquez I I , de manos de Vicente Pastor.

En ocho años de matador de toros toreó cerca de setecientas corridas, cifra que por sí sola demuestra la calidad artística de esta figura cumbre del toreo.

Tanto sus éxitos como su muerte son de sobra conocidos por todos los aficionados. ¿Quién ignora que "Joselito" murió victima de la cornada que le produjo en el vientre el toro "Bailaor", de la viuda de Ortega, en Talavera de la Reina el día 16 de mayo de 1920? Todo el que se precia de tener conocimientos taurinos sabe este hecho histórico, trascendental en los anales de la tauromaquia.

Su vida terminó, pero la fama que le corresponde por ser el genio supremo de un arte tan digno, emocionante y bello como el que más, le hace inmortal.

"Joselito el Gallo" era un torero perfecto. Con el capote, desde sus comienzos, ejecutaba la larga cambiada y los recortes con gracia y buen gusto, y si no lograba gran perfección al torear a la verónica, poco a poco fue depurando su estilo hasta conseguir realizar el lance con la suavidad, el temple y la hermosura exigibles a los que pueden ser puestos como modelo.

En el tercio de banderillas ha sido el maestro supremo. Su estatura le ayudaba a poner con facilidad y excelente estilo enormes pares de banderillas.

Sus faenas de muleta quedaron como ejemplo de justeza, equilibrio y dominio. A cada toro le hacía su faena. El bravo, dócil, suave o rápido; el manso, el quedado..., cada uno encontraba en "Joselito" el lidiador que se ajustaba a sus características.

No se puede decir que fuese un mediocre matador, como afirmaban los partidarios de "Bombita", que tuvo que retirarse ante el empuje de "Joselito". Era un estoqueador fácil y seguro, pero no muy depurado de estilo. Sin embargo, mataba en muchas ocasiones recibiendo, y en otras, a "volapié" puro, siempre con rápidos efectos.

Mazzantini, al enjuiciar a Belmonte y "Joselito", pareja que llena la Edad de Oro del toreo, se equivocó, cosa no extraña, a pesar del gran talento taurino de don Luis. Decía que Belmonte moriría en las astas de un toro, mientras que "Joselito" pocas veces sufriría cornadas. La realidad es que toda España quedó sorprendida al conocer la muerte del superconocedor de toros, el gran dominador "Joselito".

miércoles, 5 de abril de 2023

JOSÉ MANFREDI Y JOSELITO

 

José Manfredi, hijo y nieto de toreros, fue un reconocido banderillero y apoderado. En una entrevista realizada por F. Mendo para 'El Ruedo' de 10 de noviembre de 1.949 rememora la relación que tuvo con José y algunos sucedidos con Rafael.


Pasamos al tema favorito de Manfredi. Sus relaciones con "Joselito".

-—Nuestras familias sostenían añeja relación aumentada por ser vecinos de la misma calle. Ambos empezamos a acudir, primero, al colegio de párvulos de la calle de la Feria y más tarde, al de San Luis Gonzaga, clases simultaneadas con la academia taurina al aire libre de la Alameda de Hércules. Esto explica que cuando el señor Martínez, "el Guindilla", organizó la cuadrilla sevillana a base de José y "Limeño", aquél me impusiera como banderillero

—¿Dónde iniciaron su "trabajo"?'

—En Jerez, actuando esta vez también de matador mi antiguo compañero "Pepete". Y como dato para la historia, recuerdo que José dejó un toro vivo en los corrales. En cambio, lo que son las cosas, "Limeño" estuvo adornado y valiente. Los matadores ganaban catorce reales por corrida y ocho los peones. El resto de los ingresos quedaba en los bolsillos del avispado Martínez. En Málaga, el gobernador, Cirié, quiso suspender la corrida al vernos tan "esmirriados" y "poquita cosa". Gracias a la mediación de unos amigos de Rafael, nos dejó torear. Luego fuimos a Portugal, toreamos tres corridas, afianzándose la sabiduría de losé, hasta el punto de que el medroso torero, que había empezado en Jerez, volvió a Sevilla sabiendo cuanto podía saber en el toreo.

—¿Cuánto tiempo estuvo usted al lado de "Gallito"?

—Cuatro temporadas, a las, que puso final un disgustillo tonto, agravado por el terco orgullo de los dos. Al marcharme, entró a sustituirme "Magritas". No por ello dejamos por completo de relacionarnos, utilizando a amigos comunes. Un día no pude más; fui a su domicilio de la calle Arrieta dispuesto a hacer las paces. Subí las escaleras, no muy seguro de una feliz acogida. Rodeaban a José varios amigos, entre los que creo recordar estaban "Don Pío" y Menchero, "el Alfombrista". Al verme, sin saber qué decir, irresoluto en el quicio de la puerta, José, sin hacer caso de la charla, se vino a mí con los brazos abiertos. Y nos fundimos en un abrazo, llorando como cuando éramos chaveas de la calle ee la Feria.

- ¿Qué otros maestros ha tenido usted?

—Fui tres años con Maera; otros tantos, con Rafael El Gallo"; dos temporadas con "Chicuedo", y no menor tiempo con "Cagancho", "Nacional II" y Marcial Lalanda. Hasta nuestra guerra, raro fue el espada con el que no toreé un determinado número de corridas. Después de 1939 he intervenido en varias festivales benéficos de mayor o menor cuantía.

Vuelve Manfredi a rememorar las más felices escenas de su vida taurina. Cuando José o Rafael exigían la mayor de las disciplinas que cuadrilla alguna tuviera: ocupar puesto en la mesa junto al matador por riguroso orden de antigüedad; recogerse al hotel antes de las once de la noche; juntarse en las ferias con diez y once banderilleros contratados por generoso impulso de los hermanos. Y siempre dando campo a todos y, más que a nadie, a cuantos apretaban fuerte. A un torero, ya fallecido, que propaló que José le quitaba de los carteles del abono madrileño, impuso su inclusión en la primera corrida. Al encontrarse frente a frente en el patio de cuadrillas, "Joselito", mirándolo de soslayo, bramando ira, le dijo: "¡Ya tiene usted abierto el portalón y al toro esperando a los dos. Aquí no valen mentiras, sino demostrar que vale usted más que yo!..."

Otro día, en Málaga, Rafael tuvo en su primero un éxito completo. Al ir a ocupar su puesto, Belmonte le preguntó perplejo a "Joselito": "Ahora, ¿qué vamos a hacer nosotros?" Y "Gallito" le respondió rápido: "Lo que tú hagas no lo sé. Yo, borrar a mi hermano.".

Y Manfredi se quedó callado, con la visita fija en la hada, como si evocase al maestro de maestros.

domingo, 2 de abril de 2023

RAFAEL CORTA UN RABO A LOS SESENTA Y SEIS AÑOS

'El Ruedo' dio una pequeña reseña, en su número del 2 septiembre de 1.948, de un festival celebrado en la plaza malagueña de Torremolinos el 29 de agosto. En ella se hacía referencia a la 'reaparición' de Rafael El Gallo quien, a los sesenta y seis años, paseó los máximos trofeos en la apoteósica vuelta al ruedo que dio tras despachar a su enemigo.

De la ganadería, nada sabe. El Divino Calvo alternó con Curro Galisteo, que fue ovacionado, y con 'Morenito de Camas', que fue aplaudido. 

domingo, 26 de marzo de 2023

RAFAEL TOREA UN FESTIVAL CON 63 AÑOS

 El 29 de noviembre de 1.945 la revista 'El Ruedo' publicó un extenso reportaje gráfico del festival que se celebró l 19 del mismo mes en la plaza de toros de Badajoz. Aquel día hicieron el paseíllo Rafael El Gallo, su sobrino José Ignacio Sánchez Mejías, El Andaluz, Luis Miguel Dominguín y el novillero Félix Santos con el Duque de Pinohermoso como rejoneador. Se corrieron 2 novillos de Hidalgo y 4 de González y González.

Rafael, a sus 63 años y con un novillo a modo, dejó retazos de lo que fue. El reportaje, obra de Emilio, es un documento extraordinario de los últimos días en la arena de una figura del toreo. La foto con el capote recogido bajo el brazo, una delicia...











miércoles, 22 de marzo de 2023

FRANCISCO SERRANO ANGUITA SE QUEDA CON JOSÉ

La edición de 'El Ruedo' del 29 de noviembre de 1.945, dedicaba su sección 'Aficionados de categoría y con solera' al periodista y escritor Francisco Serrano Anguita, taurino de vasto recorrido en las plazas de toros. La pregunta que le realizó Rafael Martínez Gandía, no deja lugar a dudas, desde el respeto a otros diestros de enorme calado:

EL PRIMERO ENTRE LOS PRIMEROS

—¿Cuál es para usted el mejor torero de todos los tiempos?

—De los tiempos que yo he conocido desde que tuve capacidad para enjuiciar a un artista, ¿no es así? Es un tanto arriesgado lanzar un solo nombre; pero si hay que darlo, vaya el de José Gómez, Gallito. Paro mí, el mejor. Yo siempre fui un gallista apasionado, aunque la pasión no me quitaba el conocimiento del toreo magnífico y revolucionario de Juan Belmonte. Todos los diestros que hoy triunfan son la consecuencia d José y de Juan. Tuvieron que nacer esas dos grandes figuras para que las de ahora presuman de un arte que no inventaron y encuentren fácil un camino que habían trazado otros. Esa es mi opinión sincera, con la que no querría molestar a nadie. Y... vuelvo a decirlo: paro mí, el mejor de todos. Joselito.

miércoles, 15 de marzo de 2023

LOS HERMANOS GALLITO EN SU CASA

Félix Centeno fue el autor de este reportaje, que formó parte de la sección 'Los toreros en su casa' en el que cuenta la vida de la familia encabezada por Gabriela Gómez Ortega y que completaban sus hijos Rafael, José y Gabriela. El texto apareció en la revista 'El Ruedo' del 14 de marzo de 1.946:


 Como Rafael tiene que torear aquí y allá, y Madrid es el centro de gravedad para todos los viajes, a Madrid se vino el año pasado la señora Gabriela, su madre. Un hogar tradicionalmente sevillano ha pasado a ser madrileño por obra y gracia de la tercera generación de Gallitos.

Porque la señora Gabriela es hija del señor Fernando el Gallo y de aquella famosa señora Gabriela que tantas veces salió retratada en los periódicos, y, por tanto, hermana de Rafael, el divino calvo, y del rey de la torería, Joselito. Para colmo, le han salido ahora toreros los dos chicos. En esta casa sencilla, de nueva planta, allá por el anchuroso y soleado barrio del final de Narváez, vive Rafael Gallito con su madre, su hermano y su hermano, novillero.

—Es mi sino—dice la señora Gabriela.

—¿No le agrada que su hijo sea torero?

—De ninguna manera.

—Pues, ¿qué quisiera usted para él?

—Cualquier cosa. Un negocio, un cortijo... como los demás. ¡Qué envidia me dan todos la madres que no tienen hijos toreros!

—A usted, sin embargo, no le pillan de nuevo estas emociones.

—Toda la vida estoy sufriendo. Primero, mi padre. Luego mis dos hermanos. Y ahora, ya ve usted .

—¿Cómo se encuentra en Madrid?

—Muy bien. A mi, lo mismo me da estar aquí que en Sevilla; lo importante es estar en mi casa, junto a mis hijos. Yo no puedo echar de menos a Sevilla, porque no la he disfrutado. La feria, que es lo más alegre y hermoso, yo casi no l a he visto en mi vida. -

-  ¿Y por qué?

—Pues porque en la feria hay corridas y siempre toreaban mis hermanos; luego, mi hijo, y siempre alguien de la familia; y cuando torean no está una para ferias.

Una vez, en vida del pobre José, salimos a dar una vuelta; pero ante el bullicio y la alegría general, dijo mi madre: «¡Ay, con lo que está «encerrao» para mañana!», y nos volvimos o cana. Le digo a usted que no es vida.

—Verdaderamente.

—Para mí, lo peor es lo bueno para los demás: o sea, los domingos y las fiestas sonadas. Como en esos días siempre hoy corridas, yo estoy acostumbrada a pasarme en casa todas las fiestas rezándole a María Santísima y a Nuestro Señor, desde que era chiquitilla.

—Le queda a usted lo compensación de que los Gallos han conquistado la gloria y el bienestar; es una dinastía torera de triunfadores.

—Lo mejor de todo no es eso, sino lo buenos que son.

—¿Es bueno Rafael?

—Lo mejor de lo mejor. Un gran hijo.

Al oír el piropo, Rafael Gallito se paseo gozoso por la habitación, más contento que si hubiera cortado una oreja.

—Mire usted; Rafael no hace más que torear. Todo el dinero que gana me lo entrega a mí. Luego, cuando necesita para sus gastos, me pide: «Mamá, dame tanto o dame cuánto». Y yo se lo doy, ¡figúrese!, gustosísima.

—¿Hace una vida ordenada?

—Muy buena. Por las mañanas se levanta temprano y se va a hacer deporte: casi siempre al frontón, a jugar a la pelota. Almuerza en casa casi siempre, y toma café y pasa las horas de sobremesa con nosotras: con su hermana y conmigo. Luego sale a sus cosas, y también cena en casa.

—¿Y por las noches?

—Sale pasa ir al cine o al teatro, algunas; pero muchas se queda aquí con nosotras también, haciendo vida de familia. Es muy hogareño.

Me vuelvo hacia l a hermana de Gallito. Gabriela:

—Me han dicho que hace usted renos.

—Si; he escrito algunas poesías.

—¿Tiene vocación?

—Lo que me gusta es el cante, el baile, el toreo, . Mis versos tocan estas cosas españolas, sobre las que llevo varios años estudiando, investigando.

- ¿Hace investigaciones?

—Tengo centenares de cuartillas de notas. Y estoy preparando un libro sobre el cante, el baile y el toreo del 800 ..

—¿Dónde se ha documentado usted?

—Por razón de familia, yo tenia en Sevilla muchos documentos y datos. Luego he estudiado la biblioteca del conde de Colombí y otros archivos. He trabajado intensamente en la Hemeroteca de Madrid con periódicos de aquella época. Ya no me falta más que poner en orden mi trabajo.

—¿Y cómo se le ha ocurrido realizar un esfuerzo literario tan grande?

—Porque me animaron los amigos de casa. Dicen que. por estar metida en el ambiente y por mi afición, podía y debía hacer este libro, que no pueden escribir loe escritores.

—¿Cuándo se despertó su vocación?

—Desde niña no he hecho otra casa que leer y estudiar. He sido una lectora insaciable siempre.

Volvemos al diálogo con la madre:

—Ahora, en invierno, soy feliz, porque no hoy corridas—dice la señora.

Interrumpe Gallito:

—¡Por Dios, mamá, qué aburrimiento!

Y lo señora Gabriela:

—¿Lo ve usted? Se aburre. Está deseando que llegue la primavera para torear. Igual que mi hermano José. Sólo pensando que algún día tendría que dejar de ser torero. Joselito decía consternado: «¿Y qué haré entonces?»

Insinúo:

—Rafael no va a ser solo toda la vida...

—¡Que se case! —contesta gozosa la madre—. Muchas veces se lo digo: ¡Tengo unas ganas de tener un nietecillo!

Lo único que le  pido a Dios es que sea con una chica sencilla y buena, de su casa... Y que se retire.

—¡Qué ganas tiene usted de que deje los toros!

—¡Sí, señor; sí! Quiere vivir en paz.

—¿Qué hace mientras él está en la Plaza? 

—Cuando torea en Madrid; él mismo enciende la lamparilla, y nosotros nos quedamos rezando al Corazón de Jesús, al Gran Poder, a la Esperanza.

Interrumpe Rafael:

—A todos los que hay.

—Luego —sigue lo madre—, cuándo suena el teléfno, me da un vuelco el corazón, y no puedo moverme de aquí, de este sillón. Me da miedo. Va Gabriela a hablar y me trae la noticia. Entonces respiro. .. y hasta la próxima.

—¿Y cuando está en Méjico?

- —¡Ay, no me diga! Eso es lo peor. Allá tan lejos, sabiendo que torea, y aquí horas y horas esperando el cable. Mire; el. año pasado, en los meses que estuvo en América, envejecí yo diez años. Todas estos cabellos blancos me salieron entonces.

—Afortunadamente, hoy llegan las noticias pronto.

—Las noticias, si. Pero ¿y si le pasa algo? ¿Me van a llevar a mí también por la radio? No me diga, no me diga. Eso es horrible.

—Es la profesión; señora. En. cambio, allí está la fortuna, y Rafael tiene que volver.

—Lo sé. Me resigno. ¿Qué voy a hacer? Conformarme. Toda la vida llevo conformándome.

Como puede verse, Rafael Gallito es un buen hijo de familia, ordenado y formal, que adora a su madre y quiere con pasión a su hermana, lectora infatigable, poetisa, investigadora.

Sillones, tertulia familiar, radio.. Así transcurre la vida, feliz y pacíficamente en este hogar.

Sobre todo, en el invierno; luego se alborotan un poco las cosas.

domingo, 12 de marzo de 2023

ÚLTIMO RECUERDO DE MANUEL PINEDA A JOSÉ

F. Mendo, a propósito del fallecimiento de Manuel Pineda, apoderado que fue de Joselito, hizo la siguiente semblanza publicada en 'El Ruedo' de 7 de febrero de 1.946:


DON MANUEL PINEDA CONSAGRÓ TODA SU VIDA AL SERVICIO DE JOSELITO

Había en la vida de don Manuel Pineda una sombra que, como la suya al cuerpo, le acompañaba acogida a su persona.

Aquella sombra, aquella vida, se marchó de su lado dejándole desamparado en su camino, desarraigado de la existencia, como si José Gómez, Gallito, hubiera sido su razón de ser y él lazo que, además de ligarle con el porvenir, justificase su pasado.

Cuando sucedió la tragedia de Talavera. don Manuel Pineda, único apoderado que tuvo el hijo de la "señá Gabriela", llegó a creer qué allí se había acabado el motivo de su vida.

Desde entonces, hasta ha pocos meses que un pequeño grupo de amigos le acompañamos a su última morada, Pineda pasó por todos los dolores. Conoció el agudo dolor de no haber podido impedir la consumación del óbito dramático e inútil, el dolor sin mengua del amigo perdido, el dolor anonadador de sentirse solo y olvidado, singularmente por aquellos entre quienes supo siempre hacer el bien sin tregua ni descanso.

Su ambición no fue la de intentar compartir la inmortalidad del torero ni la de soñar con que su nombre perdurase en el recuerdo de las gentes.

En la última época de su vida, el pobre Manolito Pineda se había como desprendido de sí mismo, se había deshecho de cuanto pudiera parecer ambición personal, para colocarla en aquello que, siendo consustancial con él, creía sobrevivirse, más como una obligación que como un orgullo.

Y desde él fatídico 16 de mayo de 1920, Pineda vivió calladamente, arrastrándose de puntillas por la vida, intentando ocultar una recatada pobreza y evidenciando en todo momento la inagotable bondad de los grandes corazones

Jamás especuló con las mieles de la popularidad de Joselito ni industrializó su papel de mentor y consejero, ni mucho menos se vio impulsado a cometer la menor felonía. En sus últimos tiempos aún llegué a disfrutar de su pródiga amistad. Sin fuerzas ni ganas para concurrir a las tertulias taurinas, solía Don Manuel Pineda acudir muchas tardes al domicilio de don Manuel Bienvenida, Luego se refugiaba en la oficina de unos amigos y vecinos suyos hasta la hora de cenar.

Un día me llamó para que le acompañara. Fue a raíz de la publicación del número de esta revista dedicado exclusivamente a la memoria de Joselito. Pineda, siempre caballeresco y agradecido, quiso testimoniar su gratitud a nuestro malogrado don Manuel Fernández Cuesta.

¡Bien ajenos estaban ambos de que con muy breve intervalo habían de abandonar este mundo!

Don Manuel abandonando por unos momentos su incansable labor, hizo sentar a P i n e d a cerca de sí y sacando a relucir su fervor "gallista" de toda la vida empezó a hacerle preguntas y a inquirir detalles poco conocidos de la vida del portento de Gelves.

Recuerdo que Pineda, con ira mal reprimida, censuró a aquellos que habían menospreciado las excelentes cualidades de Joselito como jinete y garrochista. Según su ex apoderado, fueron muy pocos los que le superaron con la garrocha en la mano en aquella época. Como nota curiosa citó que Joselito, que en toda su vida no recibió más allá de cinco cogidas —incluyendo la mortal de Talavera—, sufriera la primera cuando escasamente contaba cinco años. De la mano de su tío Manuel Ortega entró en un corral donde había un becerrete, y con una muletilla dio tres o cuatro pases hasta que el becerro le entrampilló y le propinó un mayúsculo revolcón.

Luego, Manolito Pineda impugnó el que se hubiera motejado a su torero de haber sido un mediocre estoqueador, Y en apoyo de su ardorosa defensa nos refirió la siguiente anécdota, de la que él mismo había sido testigo presencial.

Toreaba una tarde en Quintanar de la Orden con los hermanos Martín Vázquez. La corrida transcurría felizmente, cuando al salir el cuarto toro se inició un torrencial diluvio, por lo que los picadores se retiraron al patio de caballos mientras los lidiadores de a pie se arrebujaban en sus capotes.

Como el tiempo pasaba y ya al toro 1e llegaba el agua a la barriga, llamó el presidente a José para preguntarle qué hacían en aquel trance. Joselito fue de parecer de que se retirara el toro. Se intentó hacer —por falta de cabestros soltando los otros dos toros por lidiar, pero así como éstos tomaron el camino de los toriles, el otro continuó clavado en el centro del ruedo.

—Oye, Curro —dijo Joselito, dirigiéndose al mayor de los Vázquez—, a mí me da mucha lástima esta gente de Quintanar, que habiéndose gastado seis pesetas por veros, ahora se van a quedar con la miel en los labios, y se me ha ocurrido que me dejaras matar tu toro.

—Hombre, si te atreves... —contestó Curro--; pero observa que ni lo han picado, ni siquiera toreado, así como 'arrepara' que no tenemos aquí ningún submarino para ir en tu auxilio.

—No importa; y sin más preámbulos, cogió un capote y una espada, e invitó a Vázquez y a Cantimplas que saltaran con él al ruedo Una vez Joselito en el tercio, colocó a Curro separado unos metros de él y mandó al peón que tirara un capotazo al bicho. Este se arrancó a gran velocidad, y al ver al maestro que le desafiaba con el capote se desvió hacia él. José le esperó, le dio la salida, al tiempo que le atizaba una gran estocada, haciendo innecesario el que Martín Vázquez entrara al quite.

Y es que Gallito, además de superar lo que hacían los demás toreros, existía en él la sorpresa de lo inesperado.

Por algo un Guerrita, tan poco dado a la hipérbole, hubo de decir, hablando de los bermanos Gallos, que "solo verles jasé el paseíllo valía dinero".

Porque Joselito era un torero impar, del que los aficionados tendrán siempre recuerdo.

El ser el mejor torero que hasta la fecha pisó los ruedos.