domingo, 30 de junio de 2013

QUÉ GRANDE EL CARTEL DE LA FERIA

Javier Vellón remite el siguiente texto para su publicación:

Miguel de Molina.
Gracia de Triana.
El 6 de junio de 1973 el ABC de Sevilla publicó este poema de Francisco Infantes Florido “A la memoria de Rafael El Gallo, en el cumpleaños de su muerte, 25 de mayo”, que venía dedicado por el poeta a Pastora Imperio.




Infantes Florido fue un notable escritor sevillano, discípulo de Jorge Guillén, que junto a Juan Ruiz Peña y Luis. F. Pérez Infante editaron la revista Nueva Poesía (el primer número vio la luz en 1935). Unos años antes, en 1926, ya habían fundado otra publicación, Mediodía, en la que participaron algunos poetas de la Generación del 27.
Nueva Poesía.

ABC.
Infantes Florido alcanzó la fama por ser el letrista de una de las coplas más populares del cancionero español, “La hija de don Juan Alba”, para la que compuso la música Luis Rivas. El tema lo estrenó Gracia de Triana, y lo interpretaron posteriormente cantantes de la talla de Miguel Molina o Mª Dolores Pradera.


El poema dedicado a Rafael el Gallo es el siguiente:


Ya tiene un trono de sueño
Rafael Gómez Ortega;
un cetro de sol, bruñido
de romance y de leyenda.

Arcángel de mirto y nardo,
vara de jacinto hecha
pomo de azúcar tostada
de arrayán y de canela.

Varón hispánico, miembro
de una dinastía torera,
torso de junco y almizcle
en camafeo de tristeza,
llevó en los ojos nostalgia
y en las sienes, la quimera
de una muerte que no tuvo
en cualquier tarde de feria.
¡Temía tanto a la muerte
como estar lejos de ella!

¡Mayoral de mayorales…!
¿Quién te calzó las espuelas?
¿Quién te forjó la garrocha
para acosar las estrellas?
¿Quién te bordó en el capote
las aristas de azucena
y la cicuta dorada
del eral en la dehesa?
¿Qué Vulcano le dio el temple
a tu espada airosa y recia?
¿Qué querubín te dio el paño
rojo de tanta destreza?
¿Quién te llamaba de lejos
para saltar la barrera 
como un remolino blanco
de olivar en primavera?

¡Mayoral de mayorales
de fina lámina, abierta
a la sonrisa del niño,
a la adusta frente hermética
a la caricia del viento
a la lágrima serena,
a la preciosa mentira
dulce para niña enferma!

Tus charlas eran mentiras
con castillos y princesas
con sus puentes levadizos
 y cancerbero a la puerta.

“Un día mataste un toro
desmandado en la cubierta
del barco que llevaba
de España a tierras aztecas”.

Otro día fue un león
quien te persiguió en la selva
mientras dabas un paseo
porque quedó la mar seca.

¡Qué prodigiosas mentiras
y qué mentiras más serias!

¡Qué sencillo y qué señor
en tus distintas maneras!
¡Cuánto rumbo para dar
y no pedir…! ¡Qué majeza!
¡Qué manera de ignorar
el valor de la moneda,
por elevada elegancia,
por desprecio a la materia!

¡Qué gracia para dejar
siempre olvidada la vuelta
de alguna moneda grande,
la única que tuvieras!

¡Mayoral de mayorales,
señor de ninguna hacienda,
dueño de todo el cariño
de un pueblo que te recuerda!

¡Qué bien siempre acompañado
con tu Pastora en ausencia!

Llevaste un cuento de hadas
en una oración eterna
de aquel último recuerdo
de tu madurez; la brecha
que te dejara un amor
que ni huye ni se acerca,
siempre colgando en los labios
entre maldición y queja.

Solo se quedó contigo
tu corazón, tierno asceta
de sílfides y fontanas
luminosas de la idea.

Pero ya todo se acabó.
Ya tu musa está serena;
ya está tu cuerpo tendido
sobre la quietud eterna.

Tu corazón se ha podrido
como una bandera vieja
que ondeara en mil batallas
y al fin se abatió en la tierra.

Ya estáis los tres en la sombra
del mármol frío y la piedra
que Benlliure cincelara
a una figura de gesta.

¡Qué completa la corrida!
¡Qué grande el cartel de feria:
Sánchez Mejías, Joselito,
Rafael Gómez Ortega,
con toros de bruma y sueño
y ciprés en la barrera!
¡Mayoral de mayorales…,
descansa en paz; que así sea!

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