'La Gaceta de Tenerife', en su edición del 7 de febrero de 1930, publicó el siguiente artículo en el que glosó la personalidad del inigualable Rafael:
LAS ANDANZAS DEL GALLO
El notable crítico del 'Nervión' de Bilbao, Luis, nos cuenta lo siguiente:
"Está visto y revisto que Rafael (El Gallo) sigue siendo genial a la vejez.
Últimamente ha toreado dos corridas en Quito, capital de la República del Ecuador y de la provincia de Pichincha, en unión del Almanseño, y en la actualidad se encuentra en Lima, dispuesto a "sacrificar su afición" para engrandecimiento y bienestar de los que le rodean.
Hasta aquí la cosa no tiene en realidad marcada importancia, pero señores del margen, es el caso que Rafael, después de estas andanzas, piensa retornar a España allá para Abril y esto, verdad, es algo lamentable.
Porque un diestro de la categoría y fama de Rafael Gómez Ortega, que después de dejar aromas geniales de su arte gitanísimo y ganar siete u ocho millones de pesetas vuelta a dar tumbos "misericordiosos" de plaza en plaza y de ruedo en ruedo es, ante todo, bochornoso e incomprensible.
No hay remedio para este torero de intuición creadora, pues al lado de lo sublime de su arte nos presenta lo ridículo de otro de su modo de ser y junto al despilfarro de millones nos trae la miseria más absoluta.
El Gallo, como es sabido, nació en Madrid el 17 de Julio de 1882, en la casa número 3 y 5 de la antigua calle de la Greda (hoy de los Madrazo) y se tiene por sevillano, ya que en Sevilla pasó los años de su niñez y mocedad.
Rafael Gómez lleva 27 años de matador de toros, pues tomó la alternativa en Sevilla en Septiembre de 1902, y la confirmó en Madrid el 20 de Marzo de 1904, alternando con Rafael Molina (Lagartijo).
Hace unos años le preguntaron unos amigos a Rafael:
- ¿Es verdad que piensas retirarte?
- No hagáis caso de bromas -contestó-. Yo no puedo retirarme, porque es de lo que vivo. El día que me vaya de los toros, en casa no va a haber ni para sopas.
Y tenía razón, porque El Gallo es así de castizo.
De sus rasgos de altruismo generoso se pueden contar numerosas anécdotas.
Cierto año empezó la temporada con un duro en el bolsillo y con más de diez mil de deudas.
Llegó a Madrid y un corredor de alhajas, quieras que no quieras, le obligó a que le comprara un solitario de diez mil pesetas.
- ¿Y cómo te voy a pagar? - preguntó Rafael.
- No te preocupes -contesto el negociante avispado-. Me llevas a las ferias de Valencia, allí toreas cinco corridas y tienes margen para pagarme...
Y con unas entradas para los toros, la cuenta de la fonda y la del viaje, todos tan contentos.
Accedió el gitano, se firmó el trato y el joyero fue a Valencia formando cuerpo con la cuadrilla. Pero en la capital levantina esperaban al Gallo otros acreedores y el hombre de la sortija no pudo cobrar la factura como creía.
Entonces empezó la peregrinación, porque aquella sombre a de acreedor siguió a Rafael a Santander, Vitoria, San Sebastián, Bilbao, Logroño y Valladolid, donde fue el pago.
Allí se hicieron las cuentas y en números redondos resultó que la alhaja le había costado al torero 'cañí', además de los dos mil duros de la tasa, otros mil por la demora.
Pero no paró ahí la cosa. Rafael marchó después a Sevilla y en la feria de San Miguel fue a los toros y un compañero suyo -Francisco Martín Vázquez- le brindó la muerte de las reses, y el Gallo, no teniendo a mano otra cosa con que obsequiar, le arrojó la alhaja que le había costado unos días antes 60.000 reales.
¡Las andanzas del Gallo! ¿Para qué seguir?
La historia del torero Rafael Gómez Ortega tendrá, a a través de los tiempos, el glorioso recuerdo de algo inexplicable, y todas sus proezas se contarán bajo el alegre sol de Andalucía, entre el repicoteo de unas castañuelas y unos chatos de manzanilla".