Pensamientos dedicó un extenso artículo a la retirada anunciada por Rafael El Gallo en 1.918. El texto forma parte de la obra 'Desde la Grada' en la que recoge lo más importante de esa temporada.
EL ADIÓS DEL GALLO
El gran Rafael, el que fue uno de los
toreros geniales, verdadero acaparador
de la más delicada filigrana, el artista
por excelencia, el divino calvo, según le
llamaban algunos, celebró su última corrida en la tarde del día 10 de octubre,
despidiéndose de sus paisanos los madrileños.
La fiesta estuvo, como era lógico, concurridísima; los boletos se pagaron a precios altos, y de haber sido mayor la Plaza, puede asegurarse que toda ella se hubiere llenado, dado el número considerable de aficionados que se quedaron sin poder entrar; baste decir que antes de comenzar el espectáculo hubo precisión de cerrar las taquillas.
El Gallo contendió con un toro de Contreras, bien criado y bastante bien puesto de cornamenta.
El hermano de José hizo en este su último toro, todo cuanto pudo hacer: toreó de capa, hizo quites rematándolos rodilla en tierra y con la muleta tuvo destellos de lo que fuE en la época de mayor esplendor.
Mató pronto y acabó descabellando.
Rafael estuvo sumamente ayudado por su hermano.
Este toro de Contreras, fuE pareado por Cámara, Limeño y Joselito.
El público tributó una cariñosa ovación de despedida en honor del simpático Rafael, que abandona las lides taurinas a los treinta y seis años de edad.
El Gallo brindó su último toro al duque de Tovar y luego desde los medios lo brindó también a todos los espectadores.
Con Rafael el Gallo desapareció toda una época del toreo; con este artista se fuE el lidiador más singularísimo de cuantos existieron; él, como ningún otro, tuvo ese don especial de indignar a los públicos y de hacerlos a los pocos instantes que, entusiasmados, aplaudiesen su arte soberano. El fuE siempre una figura diferente de todas las demás, y buena prueba de ello es que las Empresas le contrataron, que ocupó lugar preferente en la torería, y que se le toleró todo; pues en el Gallo hubo siempre la duda de si su trabajo resultaría magnífico o malo.
Con Rafael se eclipsó el lidiador modesto que estaba en posesión de los secretos del bello arte de lidiar reses bravas. El Gallo era de los Que decían, cuando alguien le hablaba de alguna de sus faenas desdichadas llevadas a cabo:
—Ya verá usted cómo me aplauden hoy. Y efectivamente, cuando él se confiaba no había más que aplaudirle de un modo entusiasta.
Otra de las cosas que también decía Rafael: "más vale que digan por allí saltó, que no allí le cogió."
FuE un torero excelente, un banderillero bueno y un matador regular, bueno en algunas ocasiones, pues yo le he visto actuar en la Plaza de Madrid con dos matadores de toros, de esos que tienen fama de meter siempre el acero, y resultar que el encargado de dar esa tarde la nota de estoqueador fue Rafael Gómez (Gallo). Era un lidiador singularísimo en todo, y, por consiguiente, del que se podía esperar la realización perfecta de las diferentes suertes que el toreo contiene.
Corridas toreadas
En 1902, cuatro corridas; 1903, 23 1904, 30; 1905, 15; 1906, 18; 1907, seis 1908, 41; 1909, 21; 1910, 59; 1911, 58 1912, 74; 1913, 66; 1914, 71; 1915, 47 1916, 38; 1917, 36; 1918, 10, que en junto suman 617 corridas. El último toro que mató Rafael fue el 8 de diciembre en la Plaza de Sevilla, en una corrida a beneficio de la Congregación de Nuestra Señora del Rocío. El toro estoqueado por el Gallo era de la ganadería de Pablo Romero; le toreó bien de capa, hizo una faena de muleta cerca y tranquilo, dando un gran pinchazo y a continuación una estocada magnífica.
Este toro fue pareado por Cuco y Posturas.
Joselito
Quiso que resultase memorable la tarde de la despedida de su hermano, y cierto que resultó solemnísima en alto grado.
Cuando este soberano artista se aprieta bien los machos, no hay quien pueda ni siquiera intentar las suertes por él intentadas.
Los toreros más grandes que existieron, aquellas figuras que llenaron toda una historia del toreo, y que a fuerza de arte y de una valentía extraordinaria consiguieron ser artistas de valimiento eterno; aquellos hombres que sumaron admiradores entusiastas y decididos que fueron incondicionales suyos; aquellos hombres de pelo trenzado que se llamaron Cayetano Sanz, Paquiro, Cuchares, Lagartijo, Frascuelo, Espartero, Guerrita, Reverte, Fuentes y Bombita, ninguno, así, rotundamente lo digo y lo afirmo, logró hacer con el toro las faenas tan completas, tan pictóricas de arte que hace ese gran Joselito.
En esta corrida de la despedida de su hermano estuvo inconmensurable de arte y valentía.
Reconocido sin duda al buen público de Madrid, que acudió a la Plaza a despedir a Rafael, quiso demostrar su agradecimiento esculpiendo una de las páginas más brillantes del toreo y logrando de ese modo que la corrida resultase, por lo extraordinario de su labor, una de las fiestas que no se olvidan, de las que se recuerdan siempre, de las que se saquen a relucir con frecuencia.
Desde que salió el toro primero se apreciaron en José deseos grandes de trabajar y de hacer labor extraordinaria.
Ayudó a su hermano de una manera portentosa; toreó después en sus toros, ajustándose muy mucho y rematando con ceñidísimos recortes; hizo quites dobles, que llevaron todos la marca joselista, resultando, por consiguiente, de ejecución matemática; en banderillas (especialmente en el toro quinto) logró entusiasmar al pueblo, poniendo cuatro tremebundos pares, que fueron un verdadero asombro; con la flámula estuvo artista, estuvo valiente, estuvo fenómeno; parece mentira que pueda realizarse con un toro faena tan colosal.
De esta enorme labor llevada a cabo por García Ortega o pueden darse cabal idea nada más que aquellos que la presenciaron; fue toda ella tan completísima, estuvo tan repleta de valentía, arte y dominio que, seguramente, el único que pueda igualarla, no superarla, será el mismo Joselito.
Los dos toros que mató el papa-rey murieron heridos por lo alto, entrando a matar siempre en corto.
Joselito cortó las dos orejas y el rabo del toro "Cigarrón", de Guadalest, segundo de los lidiados por él en esta memorable corrida.
Limeño y Cámara
Estos dos toreros escucharon muchas palmas en esta despedida de Rafael; si Limeño estuvo valiente y mató bien su toro segundo, muy valiente y muy torero estuvo Cámara, heredero directo de la valentía y pundonor del gran Machaquito.
Estos dos lidiadores banderillearon bien, y el de Córdoba se apretó mucho con el bicho que cerró plaza, matándole de una gran estocada a volapié.
En otra corrida, en la que el público no estuviese con el entusiasmo que le proporcionó la labor de José, hubiere destacado bastante más la valentísima faena hecha por Cámara en el sexto toro de Guadalest.
Los toros
El primero, de D, Juan Contreras, estuvo bien presentado y cumplió. Los seis restantes pertenecieron a la vacada del marqués de Guadalest; fueron desiguales en presentación y bravura, resultando buenos los tres últimos, sobre todo el quinto y sexto; el cuarto, llegó bastante nervioso al último tercio.
Ya se retiró el torero de los grandes alborotos; ya mató su último toro en los Madriles el lidiador sui géneris; ya abandona el campo donde adquirió fama y popularidad, recluyéndose en la vida particular, donde le deseo tranquilidad y bienestar continuos.