En
el número 308 de la revista El
Ruedo, de 18
de mayo de 1950, se publicó el siguiente poema dedicado a la muerte
de Joselito. Su autor, Antonio Milla Ruiz, poeta sevillano, afincado
en Jerez, muy amigo de Gerardo Diego, quien lo definió como “poeta
de una luminosidad y centelleo muy meridionales”.
‘Serán cenizas, mas tendrán
sentido’
De Hispalis eres polvo allá en tu
fosa,
pero polvo de estilo inolvidado:
el del ritmo en colores de la rosa
sobre el aire tendido y desdoblado.
¡Ceniza de clavel ardida y pura
que en sus recintos Hispalis
clausura!
|Sí, qué viril tu sangre sobre el
ruedo
tras del envite de la fiera airada,
y qué redondo, en vilo, todo el
miedo
que produjo el albur de la cornada;
toda la sangré roja de tu hombría
desgajada y clamando en elegía!
Mas ni aleve y violenta la embestida
que a tu cuerpo la fiera le lanzara,
ni la gente, de duelo conmovida,
memoria de pesar dejó tan clara
como mirarle el vuelo a raíz
cortado
a tu gracia de artista apasionado.
¡Oh!, alejadme la tarde en que,
violeta
de anémona espectral, cada minuto
traía una onda frágil y secreta,
un hálito de inerme pulso y luto:
¡Ya ni a pechos ni a pétalos
servía
la atmósfera injertada en agonía!
De oro y coral tus hados, desde el
cielo
llegando en el crepúsculo a la
estancia,
del agónico lecho, toda hielo,
levaron por las brisas tu elegancia;
la que fue ante el testuz arrebatado
helenismo de raso inusitado...
Y ya como un dios ciego en mármol
frío
al que la gloria abraza enamorada,
por la altura de intenso escalofrío
se animó todo el brillo de tu
espada,
a tu cuerpo yacente, fulgurante,
rindiéndose en destellos de
diamante.
Cuando la muerte fiel dejó
esculpido,
en relámpago y fintas derramado,
tu nombre sobre el éter conmovido,
de magia el sur quedóse empavesado
y toreros fantasmas, espectrales,
lo cruzaron de verde y alamares.
De Gerión los toros sorprendía
la noche, a negros monstruos e
hipocampos,
conturbando a una vieja Andalucía
la esencia de sus barrios y sus
campos:
(la que en cristal recoge el fiel
copero,
ángel esbelto y grácil del
torero.)
Cretense sombra de marfil el toro,
¡egeo de Knosos, mágico se exhala,
reclinando el testuz que fue de oro
de tu capa de lujo bajo el ala:
Los dioses y milagros del toreo
a tu muerte se alzaron en trofeo!
Porque diste unidades de escultura,
vivaz la capa y dúctil en la
suerte,
al grupo de la fiera y tu figura,
arquero de la gloria o de la
muerte...
¡Ay, tu estampa de gracia
inverosímil
no ha dejado memoria sin facsímil!
Estratega que a envites te ofrecías
con esgrimas de sedas irisadas,
la brisa de verónicas que abrías
musicalmente clásicas y aladas...
de color y de espuma era un convite
y un brindis al desnudo de
Anfitrite.
¡Te lloraban las horas de Sevilla,
el jazmín y la murta te lloraban,
la mañana olorosa y amarilla,
las niñas de dolor... que
enamoraban!...
¡Artista la ciudad, a pétrea rosa
ha de alzar tu muleta primorosa!