El sevillano Rafael Belmonte García, hermano del Pasmo de Triana, médico analista, gran aficionado al flamenco y poeta popular, dedicó en 1.953 el poema 'Romance torero' a su tocayo El Gallo.
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Rafael El Gallo.
(Foto: taurophilos |
¿Que quién es...? ¡Eso, mi amigo,
ni se pregunta siquiera!
¡Bien se ve que no ha nasío
su mersé por estas tierras!
¿Y dise usté que ha viajao...?
¿Que recorrió España entera...?
Pues dispense que le diga
que me extraña el que no sepa
quién es aquella figura,
tan castiza, tan flamenca,
con sombrero cordobés
inclinao sobre una ceja,
cuatro perlas por botones
en la rizada pechera,
pantalón de fino talle,
bota castiza y estrecha,
que con andares toreros
va cruzando por la acera...
¡Casi ná...! ¡Rafael 'El Gallo'!
¡Nombre de gloria y leyenda!
¡Salero, garbo donaire,
sal y gracia pajolera
por tós los cuatro costaos,
sangre gitana en sus venas,
y olor a torero caro
de los pies a la cabeza!
"De casta le vine al galgo...",
dice el refrán, y certera
-como el sol que nos alumbra-
se cumple en él la sentencia.
Su padre, Fernando "El Gallo",
flamenco de pura cepa,
torero entre los toreros,
rumbo, cartel y majeza.
Y su madre..., ¡casi nadie!
¡La señá Gabriela Ortega!
¡Compás de baile gitano
sobre su carne morena!
El tallo de estas dos ramas
prendió en la misma maceta
y florecieron dos rosas
de sal y gracia torera...
¡José, prodigio de arte,
del dominio y de la ciencia...!
¡Y Rafael..., cante jondo
burlando al toro en la arena!
Y no crea que exagero,
ni que la pasión me ciega,
ni estoy loco de remate,
ni yo tengo una jumera...
¡que una verdad como un templo
le está diciendo mi legua...!
Y pa que vea su mercé
que a mí no me duelen prendas,
le diré que tuvo tardes,
¡malhaya la suerte negra!,
que con el Santo de espaldas
ná le salía a derechas..,
esas tardes de "espantás",
y de estocá chalequera,
y... "A ése, que lo mate Rita",
¡y al callejón de cabeza!
Pero es que el toro, mi amigo,
era un pájaro de cuentas;
vamos, que yo le aseguro
que sabía más que Séneca...
Ahora, que cuando la cosa
venía por derecho y buena,
las tornas se le cambiaban,
el Santo daba la vuelta...
y échele usté... martinetes,
soleares, peteneras,
seguiriyas, chuflas, tientos
y hasta fandangos de Huelva.
¡Aquello era el acabóse,
el sumum, la borrachera,
el delirio, la locura,
el disloque, el finis terra,
el non plus ultra del arte
y de la gracia torera!...
Conque ya lo sabe, amigo:
ahí tiene usté mi respuesta.
Ese que cruza flamenco
y garboso por la acera,
tiene un nombre de tronío;
¡Rafael Gómez Ortega!
¡El Gallo! ¡Ná...! ¡Cualquier cosa!
Nombre de gloria y leyenda,
salero, garbo, donaire,
sal y gracia pajolera
por tós los cuatro costaos,
sangre gitana en sus venas...
¡Y olor a torero caro
de los pies a la cabeza...!