|
Vandel realizó esta foto de la lápida de Talavera. |
El 15 de mayo de 1.947 'El Ruedo' recordaba, como era habitual cada año, a Joselito. Don Justo fue el encargado de glosar la figura del diestro:
Mañana viernes se cumple el XXVII aniversario de la muerte de Joselito, genio del toreo, de imborrables recuerdos.
Tan honda huella dejó en los anales taurinos la tragedia talaverana, y tanto se escribió sobre ella, que no es menester volver a detallarla.
Joselito, como en sus respectivas épocas Francisco Montes, Paquiro y Guerrita, fue la figura representativa del toreo, ancho, largo y profundo, y desde la luctuosa tarde del 16 de mayo de 1920, dicho sea con todos los respetos para los toreros contemporáneos, aún estamos esperando al sucesor del inolvidable maestro de Gelves.
En esta fecha tan señalada no podemos prescindir de dedicar unas líneas al inmenso lidiador, primero, para evocar su postrera actuación en el ruedo madrileño, suceso del que, absorbido por el que motivó al siguiente día la muerte de José, se escribió poco o casi nada, y después, para lamentarnos del olvido en que ha caído una iniciativa nacida al calor de un homenaje, iniciativa que ignoramos por qué causa no llegó a realizarse.
Joselito, en su firme propósito de afianzarse cada vez más en el primer puesto de la torería, y considerando que la Plaza de Toros de Madrid, por su historia y por su categoría, era la primera del mundo —así continúa siéndolo, aun cuando equivocadamente se opine lo contrario—, nunca le volvió la espalda, guardando a la afición madrileña los respetos y las debidas consideraciones.
Durante su existencia torera, siempre compareció ante ella, y años hubo, como el 14 y el 15, que lo hizo en ¡catorce corridas!
Aquel inolvidable lidiador, pensando de muy distinta
manera que Guerrita —quien, enojado en una ocasión con los aficionados de l a Villa, dijo que en Madrid torease San Isidro—, tampoco dejó transcurrir ninguna de las ferias organizadas en honor del Santo Patrón sin cruzar el albero vestido de luces.
En el primero de los dos últimos citados años tomó parte en los cuatro espectáculos consecutivos celebrados, y si no lo verificó en el anterior a su muerte --1919.—, fue porque herido gravemente por un toro de Benjumea el 1 de mayo, no volvió a torear hasta el 8 de junio en Algeciras.
Tan gratos recuerdos guardaba el señor Fernando el Gallo de Madrid, que, al nacer su ultimo hijo, le impuso, al ser bautizado, el nombre de Isidro, y Joselito, que no ignoraba esto, consideraba a la Villa y Corte como su segunda patria chica, y hasta en ella, impulsado por aquel amor v no por razones de otra índole, llegó a instalar un piso con todo confort.
Por todos aquellos motivos, Joselito consideraba como un honor presentarse en la vieja Plaza de la carretera de Aragón durante la festividad de San Isidro, y la última vez que lo verificó fue el 15 de mayo de 1920.
Querían lo hiciera también el siguiente día 16; pero comprometido por unos amigos para hacerlo en Talavera de la Reina, José, antes de ser anunciado, rogó a la Empresa le cambiasen la fecha, para complacer así a los organizadores de la corrida en que halló la muerte.
Pródiga en incidentes fue esta postrer corrida de Gallito en el coso madrileño. Al hacer el paseo —él, Belmonte y Sánchez Mejías— fueron recibidos con una silba.
Sin que los diestros tuvieran l a menor intervención, los seis toros de Albaserrada, faltos de trapío, fueron sustituidos por otros de doña Carmen de Federico, y éstos, bravos, hallábanse atacados de glosopeda, teniendo que sustituirse tres durante la lidia con una res de Medina Garvey y dos de Salas.
El primero de doña Carmen tuvo que ser acogotado por el puntillero Josele por no poder los cabestros reintegrarlo a los corrales.
Bajo un ambiente hostil, Joselito, de celeste y oro, estuvo bien en el primero bis, de Garvey, con el que ejecutó una faena valiente en los medios, faena rematarla con un estoconazo, que en otras circunstancias hubiera sido ovacionada; pero parte de los espectadores, de uñas con los toreros, protestaron injustamente, y hasta uno, exaltado, arrojó una almohadilla, que dio en del rostro el diestro citando éste, amargado, devolvía la muleta y la espada a su mozo, Paco Botas.
Berrendo en negro, el mayor y más difícil de todos los corridos en aquella tarde, fue el sustituto de Salas, lidiado en cuarto lugar.
Con pases ayudados y naturales, parado y valiente, José realizó una faena de maestro, terminada con un pinchazo y una estocada, sin que el conjunto de. su trabajo, con un toro que tenía mucho que matar, sirviera para arrancar el mal humor que se había apoderado de unos espectadores, rencorosos, que hallábanse en el secreto de que Gallito, a las veinticuatro horas, toreaba en el coso talaverano inaugurado por el autor de sus días.
Joselito, en pleno apogeo de su vida artística, no fracasó en la última corrida toreada en la Plaza madrileña, de la que nunca huyó, porque no era un torero exclusivamente administrativo y porque las ovaciones que en ella escuchaba le sabían n a gloria, según decía con mucha frecuencia.
Hace, dos años se celebró, por estas fechas, en Madrid una corrida de toros, sin más alicientes que los tres toreros que en ella tomaron parte, corrida organizada por la Empresa, y anunciada pomposamente
como homenaje a Joselito en el XXV aniversario de su fallecimiento.
Se comprometió a dignísimos escritores para formar una Comisión encargada de llevar a la práctica diferentes actos que perpetuasen la memoria del famoso lidiador, entre ellos, la colocación de un busto en un lugar adecuado de la Monumental.
Pero todos los actos proyectados quedaron reducidos a un funeral en la parroquia de Santa Cruz celebrado, más que nada, por el interés que demostraron aquellos hombres de letras.
Ha pasado el tiempo, y todos los buenos propósitos de la Empresa se fueron desvaneciendo y olvidando, dejando en una situación un poco desairada a cuantos no vacilaron en constituir la expresada Comisión.
¿No permitió el resultado económico de l a corrida-homenaje convertir en realidad el pensamiento de colocar en la Plaza el busto de Joselito?
No perdemos, sin embargo, la esperanza de que, algún día, l a S. A. Nueva Plaza de Toros tenga el gesto de poner por lo menos una artística lápida en memoria del célebre torero, no precisamente por el lugar que ocupó en el toreo, sino porque fue el inspirador y propulsor de esta Plaza magnífica, que él no llegó a pisar, desgraciadamente.
Calientes aun los restos mortales de José, del paladín del gallismo, el insigne novelista don Alejandro Pérez Lugín, Don Pío, partió la idea de colocar en todas las Plazas de Toros de España una lápida conmemorativa de la taurina tragedia.
Esta idea la recogió una revista profesional, 'The Times', que, abandonando su habitual humorismo, inició con tal objeto una suscripción.
Fueron de ésta los principales donantes don Joaquín Menchero, don Darío López, don Manuel Pineda, don Leandro Villar, don Eduardo Belluga y don Juan Soto, éste único superviviente de los citados, y todos íntimos amigos de Gallito, que constituían la plana mayor del joselismo.
El cincel de un discípulo de Victorio Ma cho, cuyo nombre lamento no recordar, dio cima a l a obra, y el 1 de noviembre de 1921, en el interior de la Plaza de Talavera, se descubrió, con el ceremonial propio del caso, la única lápida que en España se colocó, según los deseos del inolvidable Don Pío.
Nada se ha hecho este año en Madrid en recuerdo del desventurado torero, y en Sevilla, como todos los años, no dejarán de celebrarse funerales en su memoria.