José Manfredi, hijo y nieto de toreros, fue un reconocido banderillero y apoderado. En una entrevista realizada por F. Mendo para 'El Ruedo' de 10 de noviembre de 1.949 rememora la relación que tuvo con José y algunos sucedidos con Rafael.
Pasamos al tema favorito de Manfredi. Sus relaciones con "Joselito".
-—Nuestras familias sostenían añeja relación aumentada por ser vecinos de la misma calle. Ambos empezamos a acudir, primero, al colegio de párvulos de la calle de la Feria y más tarde, al de San Luis Gonzaga, clases simultaneadas con la academia taurina al aire libre de la Alameda de Hércules. Esto explica que cuando el señor Martínez, "el Guindilla", organizó la cuadrilla sevillana a base de José y "Limeño", aquél me impusiera como banderillero
—¿Dónde iniciaron su "trabajo"?'
—En Jerez, actuando esta vez también de matador mi antiguo compañero "Pepete". Y como dato para la historia, recuerdo que José dejó un toro vivo en los corrales. En cambio, lo que son las cosas, "Limeño" estuvo adornado y valiente. Los matadores ganaban catorce reales por corrida y ocho los peones. El resto de los ingresos quedaba en los bolsillos del avispado Martínez. En Málaga, el gobernador, Cirié, quiso suspender la corrida al vernos tan "esmirriados" y "poquita cosa". Gracias a la mediación de unos amigos de Rafael, nos dejó torear. Luego fuimos a Portugal, toreamos tres corridas, afianzándose la sabiduría de losé, hasta el punto de que el medroso torero, que había empezado en Jerez, volvió a Sevilla sabiendo cuanto podía saber en el toreo.
—¿Cuánto tiempo estuvo usted al lado de "Gallito"?
—Cuatro temporadas, a las, que puso final un disgustillo tonto, agravado por el terco orgullo de los dos. Al marcharme, entró a sustituirme "Magritas". No por ello dejamos por completo de relacionarnos, utilizando a amigos comunes. Un día no pude más; fui a su domicilio de la calle Arrieta dispuesto a hacer las paces. Subí las escaleras, no muy seguro de una feliz acogida. Rodeaban a José varios amigos, entre los que creo recordar estaban "Don Pío" y Menchero, "el Alfombrista". Al verme, sin saber qué decir, irresoluto en el quicio de la puerta, José, sin hacer caso de la charla, se vino a mí con los brazos abiertos. Y nos fundimos en un abrazo, llorando como cuando éramos chaveas de la calle ee la Feria.
- ¿Qué otros maestros ha tenido usted?
—Fui tres años con Maera; otros tantos, con Rafael El Gallo"; dos temporadas con "Chicuedo", y no menor tiempo con "Cagancho", "Nacional II" y Marcial Lalanda. Hasta nuestra guerra, raro fue el espada con el que no toreé un determinado número de corridas. Después de 1939 he intervenido en varias festivales benéficos de mayor o menor cuantía.
Vuelve Manfredi a rememorar las más felices escenas de su vida taurina. Cuando José o Rafael exigían la mayor de las disciplinas que cuadrilla alguna tuviera: ocupar puesto en la mesa junto al matador por riguroso orden de antigüedad; recogerse al hotel antes de las once de la noche; juntarse en las ferias con diez y once banderilleros contratados por generoso impulso de los hermanos. Y siempre dando campo a todos y, más que a nadie, a cuantos apretaban fuerte. A un torero, ya fallecido, que propaló que José le quitaba de los carteles del abono madrileño, impuso su inclusión en la primera corrida. Al encontrarse frente a frente en el patio de cuadrillas, "Joselito", mirándolo de soslayo, bramando ira, le dijo: "¡Ya tiene usted abierto el portalón y al toro esperando a los dos. Aquí no valen mentiras, sino demostrar que vale usted más que yo!..."
Otro día, en Málaga, Rafael tuvo en su primero un éxito completo. Al ir a ocupar su puesto, Belmonte le preguntó perplejo a "Joselito": "Ahora, ¿qué vamos a hacer nosotros?" Y "Gallito" le respondió rápido: "Lo que tú hagas no lo sé. Yo, borrar a mi hermano.".
Y Manfredi se quedó callado, con la visita fija en la hada, como si evocase al maestro de maestros.
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