domingo, 23 de marzo de 2014

JOSELITO Y BELMONTE EN LA MAGDALENA DE HACE UN SIGLO

El cartel.
Joselito y Belmonte eligen Castellón para verse las caras, por segunda vez en su vida dentro de un ruedo, pocos días después del primer encuentro que tiene lugar en Las Arenas de Barcelona una semana antes. La cita es el domingo 22 de marzo de 1914, hace ahora un siglo, en la corrida de la Magdalena, ante toros de Guadalest que parten el 15 del mismo mes del encerradero sevillano del Empalme. 

La expedición bovina, completada con los novillos de Félix Suárez anunciados para el 23, llega a la hoy desaparecida estación del Norte el miércoles 18, siendo trasladados los cajones a los corrales del coso para ser soltadas las bestias al día siguiente en un acto amenizado por la banda de música de la Casa de Beneficencia en el que se dispara una ruidosa traca. La entrada cuesta 40 céntimos y el espectáculo da comienzo a las cuatro y media de la tarde. En primer lugar irrumpen los erales y, a continuación, los toros finos y bien criados aunque defectuosos de pitones, calificados por la prensa local de “corniapretados y uno de ellos exageradamente gacho”. En la arena son recibidos por una parada de cabestros adquirida por la empresa para su manejo.
El fenómeno saliendo de un quite.

La venta de entradas para la corrida comienza el martes 17 en horario ininterrumpido de 10 de la mañana a 5 de la tarde en las oficinas del coso y a mitad de semana se agota el billetaje. Los caballos de picar llegan a las cuadras el viernes 20.

En la mañana del sábado 21 arriban en el expreso los tres matadores acompañados por sus cuadrillas junto a Rafael El Gallo y los novilleros Belmonte II y Angelillo, que a última hora sustituye a Quinito II. Juan Belmonte viene con un nutrido grupo de partidarios y su apoderado. También se desplazan los representantes de las plazas de Madrid, Sevilla y Barcelona y el  ganadero de la corrida.

Joselito lancea a la verónica en la Magdalena de 1.914.
El domingo 22 se organizan trenes especiales de los que bajan una ingente cantidad de aficionados. Por las inmediaciones de la plaza se circula con dificultad y la reventa funciona a pleno rendimiento. Se han vendido más entradas de las que afora y, con lleno en los tendidos, hay espectadores apostados en la azotea del edificio, otros atrapados en pasillos y vomitorios y algunos que no pueden ni acceder al recinto. La tarde es nublada, fría y ventosa, ameniza la banda de la Beneficencia y ocupa la presidencia el alcalde Rafael Gasset Lacasaña, del Partido Conservador. 

Los de Guadalest son “pequeños y escurridos de carnes” a juicio de las revistas especializadas. Joselito, de plomo y oro, se enfrenta en primer lugar a Tajonero, que toma cinco varas. La terna se luce en quites y Gallito deja un par superior para muletear valiente en las cercanías molestado por el viento. Buena estocada atacando recto y palmas. Chiclanero, de capa negra, se hace presente en cuarto lugar para que el de Gelves lo toree a la verónica rodilla en tierra y remate con una revolera. Acude siete veces a los montados sin cobrarse víctima alguna y propicia la competencia de los coletudos en quites. En el segundo tercio José se luce de manera especial en dos entradas. Brindis a la solanera y faena de finas maneras, de gran calado en los tendidos, que es seguida con intensos olés. A la salida de una reunión se agarra a uno de los pitones como prueba de dominio. Estocada superior que derrumba sin puntilla y paseo triunfal con la oreja en la mano.
Lucien Demazel cruzó la plaza en aeroplano.
Limeño lancea en segundo lugar, con quietud y variedad, al entrepelado Inglés que sale con muchos pies. Con sus brazos dibuja faroles, gaoneras y navarras. Luego le larga dos quites superiores y deja un buen par de rehiletes. Empieza el último tercio con un pase por alto extraordinario y lo cita tranquilo pese a lo incierto de las arrancadas. Tres pinchazos y media superior. Ovación. La irrupción del quinto, que se llama Castañero, se confunde con la ovación que todavía se le tributa a Gallito. Mansea la res a la que muletea con inteligencia José Gárate. En mitad del trasteo cruza el cielo el aviador Lucien Demazel, que es saludado con una salva de aplausos cuando da una improvisada vuelta a la plaza rozando con las alas de su aparato los aleros del tejado. Pincha el matador y descabella a la primera. Oreja.

Calderón, es negro y hace tercero. Belmonte está colosal con el capote y, tras brindar, empieza con un natural la faena de muleta que transcurre entre los pitones. El toro hace por él, lo persigue, y Juan da con sus huesos en el suelo sin más consecuencias que el porrazo. Estocada atravesada, intento de descabello y medio espadazo. Aplausos. Lechuzo, el último, es negro. El Pasmo escucha palmas al lancearlo por verónicas. Luego plantea una labor de lo más emocionante que remata con pinchazo, aceptable estocada y media que asoma. 

Joselito y Belmonte salen del recinto a hombros de los capitalistas y de las cuadrillas destaca la brega del excelente peón valenciano Enrique Berenguer Blanquet.





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