domingo, 28 de diciembre de 2014

¡EL GRAN ARTISTA DEL TOREO!

Javier Vellón remite el siguiente texto para su publicación:


Don Modesto.
El de 15 de mayo de 1912 Rafael ‘El Gallo’ realizó en Madrid una de sus faenas históricas, una auténtica conmoción para la afición capitalina. Don Modesto, ferviente seguidor de ‘Bombita’, escribió la crónica de la corrida en El Liberal, con el título que encabeza este artículo, dedicada casi enteramente al diestro. El cartel lo completaron Ricardo Torres ‘Bombita’ y Vicente Pastor, con toros de Aleas.






Ni aun remontando la memoria a los gloriosos tiempos de Lagartijo y Fracuelo en aquellas tardes inolvidables donde el arte, la inteligencia y el valor reñían brillantísimos combates, encuentro una faena tan grande, tan buena, tan artista y tan torera como la que realizó ayer El Gallo con el toro de Aleas que cerró plaza.

Habría que recurrir a la ampliación del Diccionario de la Lengua, en el apartado de los adjetivos entusiásticos, para crear muchos nuevos si hubiéramos de describir con sus verdaderos colores una hazaña tan estupenda y emocionante. Y habría que comprar un recio roten para darle con palos en la cabeza a este asombroso artista del toreo.

Rafael.
¿Con que decía usted que un toro al corral? Por mí, aunque le echen seiscientos. Si me aseguraran que este hombre inexplicable iba a torear un toro como ayer en el mismísimo Indostán, haría el viaje a pie, sin dinero, pidiendo de comer de puerta en puerta.

¡Yo no creo que se repita una cosa así aunque viva cien años! Ni él, ni nadie. Cervantes escribiendo el Quijote, Velázquez pintando las Meninas, Alfonso X redactando las Partidas y el Gallo trasteando al sexto de la corrida celebrada en Madrid el 15 de mayo de 1912, son los monumentos críticos más grandes que registra la historia en sus fastos gloriosos ¿He dicho algo?

Y no vengan después los catacaldos y cuentagotas con que si el toro era un dechado de nobleza y de bravura y de poco respeto. Con bueyancones no se pueden hacer faenas así. El toro ideal, de que tantas veces he hablado, era este. Convenido ¿Pero quién hará faena semejante con un toro ideal? Solo Gallito, que lleva dentro un artista indefinible y que ayer, no me cabe duda, se le metieron dentro de su cuerpo pajolero los espíritus de Lagartijo, Guerrita y Cayetano Sanz. Los tres juntos, y aderezada la combinación con esa salsa gitana que solo se guisa en la cocina del Excmo. Sr. Don Rafael Gómez, por mal nombre Gallito.
Banderillas de Rafael.
Aún la emoción hace temblar mi pluma y no sé qué hacer, si tirar al aire las cuartillas vitoreando a Gallito, o coger un bastón para ir a darle golpes a la cabeza.

Yo les diré a ustedes cómo fue.

El de Aleas, de pocas arrobas, pero finamente criado, recogido de cabeza y de pitones, había hecho una buena faena en el primer tercio: bravura, nobleza, aunque no mucho poder.

Al sonar los clarines, cogió Gallito los palos y se los ofreció a sus compañeros, saliendo él por delante con un par de frente, cuadrando en la misma cara, que ni dibujado. Pastor metió uno muy bueno al cuarteo y Bombita, llegando a la cara con su acostumbrada maestría, uno un poco desigual.

Y el gran artista se dirigió hacia el noble bruto con la calva al aire y en la mano izquierda los chismes de matar. Tanteó con la izquierda y al arrancarse el toro, le dio un pase cambiado, aguantando mecha de verdad. Después….después con la izquierda, siempre con la izquierda, inclinando ligeramente, graciosamente, el cuerpo para cargar la suerte, corriendo la mano lo preciso, ni una línea más, ni una línea menos de lo conveniente, moviendo el brazo con pausa, recreándose, dio una serie de muletazos tan preciosos, tan justos, tan ceñidos, que yo declaro con la mano en el corazón que no vi nunca cosa parecida.
Momentos después de la estocada.

Y todo ello aderezado con esa sal que le brota por todos los poros de su cuerpo y con esa severa seriedad de los grandes toreros. ¡Qué pensaría el toro de todo aquello!

Las explosiones de entusiasmo se sucedían a cada pase maravilloso del tremendo artista. Ya no eran los suyos los impresionados por aquella labor inenarrable y sin par en el toreo. Eran los de Bombita, los de Pastor, los indiferentes, todos enroqueciendo de júbilo, con los ojos inyectados de la sangre de la emoción que volteaba vertiginosa por las venas.

¿Cómo mató? Mejor que otras veces. Un pinchazo en lo duro citando a recibir y una alta bien dirigida. ¡Pero qué importa el estoque! Él no es Salvador Sánchez ni su fama se amasó con la sangre de los morrillos.

Chantecler me parece muy poco. Tendremos que aguardar a que Rostand haga otro poema de más altos vuelos poéticos para aplicar su título a Gallito.

¡Asombroso! ¡Estupendo! ¡Monumental! Pero qué pobre es nuestra lengua en adjetivos. Olvidémoslo todo. La faena de ayer actúe a modo de esponja, empapada en sal y vinagre, para borrar del historial de este enorme torero los puntos negros que lo afean. Ni toros al corral, ni espantadas, ni cuarteamientos vergonzantes. Caiga el agua del Jordán sobre la reluciente calva del artista y saludemos al catecúmeno con el sombrero en la mano y la rodilla en tierra. ¡Salve, oh Gallo-fénix de la tauromaquia contemporánea!

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