domingo, 19 de enero de 2020

LOS GALLO EN LA FERIA DE JULIO DE 1913. CRÓNICA Y CARTEL (IV)

Siguiendo con la serie de los Gallo en el Julio valenciano de 1913, reproducimos la crónica que firmó Aguaíyo en 'Diario de Valencia' del 29:

“Tuvimos el gusto de presenciar ayer la mejor corrida del año, tanto por el elemento toro como por el elemento torero.
La inmejorable presentación del ganado, unida al fatídico historial de la vacada miureña, produjeron en el público tal curiosidad e interés que aunque la plaza hubiese tenido cabida doble no hubiera sido posible atender a todas las demandas.
Los revendedores hicieron un negocio estupendo: hubo caprichoso que pagó 10 pesetas por una entrada de sol, y loco que ofrecía 100 por una barrera.
En los tendidos de sol se tomarían algunas insolaciones.
En la enfermería de la plaza fueron asistidos dos espectadores, víctimas del calor.
La corrida de ayer ha sido un éxito, tanto artístico como de taquilla.
Todo el mundo cumplió con su deber: hasta el contratista de caballos dio lo mejor de las cuadras, sacando a los picadores divinamente montados.


Los toros


Como antes hemos dicho, eran de inmejorable presentación.
En la lidia dieron mucho juego, sin ofrecer esas serias dificultades que a los miuras dieron fama.
Fue ganado nervioso en general y avispado en particular, pero no miureño, en la verdadera acepción de la palabra.
El primero de los seis, tardo y con poder, no empujaba lo bastante a la gente de aúpa, se tapó en el segundo tercio y llegó a la muerte defendiéndose en tablas.
Fue un buen toro el lidiado en segundo lugar; bravo, poderoso y de sentido.
Su pelea en el primer tercio no fue franca, pero en los restantes sí; sobre todo en el último, al que llegó nobilísimo.
Al arrastrarse su cadáver aplaudió la concurrencia.
El tercero de la tarde fue el mejor de todos; poderoso y bravísimo en el primer tercio, hizo una pelea franca, siempre en el mismo tercio; llegó bien al segundo y excelente al último.
Bravo, poderoso y noble fue el cuarto, así como el último.
Y únicamente de algún cuidado y con dificultades para la lidia resultó el quinto.
Tomaron en conjunto 36 varas, despenaron 13 caballos y desmontaron 18 veces a los de la garrocha.
El picador Chano fue víctima del cuarto, que de una cornada le traspasó la suela de la bota, hiriéndole en la planta del pie.


Bombita


Cuando un matador de toros, con catorce años de antigüedad en el escalafón de los de la clase, tres millones y medio de pesetas y treinta y tantas cornadas en el cuerpo, realiza lo que ayer le vimos hacer a D. Ricardo Torres Reina con espeluznantes TOROS de Miura, hay necesidad de descubrirse si pasa por nuestro lado y decir a voz en grito: “¡Viva el rey de la vergüenza torera!”.
Su tarde de ayer fue la más completa que en esta Plaza le hemos conocido y eso que las facultades ya no le acompañan ni su salud es nada envidiable.
Pero los toreros de pundonor como él son al románticos y a la embriaguez del aplauso lo posponen todo: riquezas, comodidades, vida; como el caballero español Rodrigo Díaz de Vivar alanceaba toros desafiando el peligro por una sonrisa femenil o el destello de admiración de unos ojos negros de odalisca.
El primer miureño de ayer sembró el pánico en las huestes toreriles; aquello era las mezquitas Córdoba y Sevilla empalmadas y la Giralda por aditamento. Allí había arrobas, tipo, poder, pitones y bravura.
Ricardo, sonriente, como de costumbre, lo saludó con dos verónicas buenas.
Después se lució en quites, compartiendo las palmas con sus otros dos colegas.
A la hora de la emoción fue ésta tan grande que los dieciocho mil espectadores apenas respiraban.
El de Tomares hizo retirar la gente y solito empezó la faena con un pase por alto con la mano izquierda.
Continuó con pases ayudados por bajo, tan cerca del cornúpeto que al rematarlos le tocaba el testuz.
Dueño de él, cerrolo en tablas del siete, y en ellas, entrando con redaños, como los valientes, clavó la mitad del estoque en todo lo alto, cortando la herradura y haciendo rodar a sus pies al formidable enemigo, que como buen miureño defendía cara su vida apegado a la barrera.
La ovación fue tan grande como merecida, y el discreto presidente, D. Santos Alcón, le hizo cortar la oreja.
A su segundo, el cuarto de la tarde, con dos cuernos más grandes que una serpentina, lo saludó Ricardo con un quiebro de rodillas magistral, prolegómeno de unas verónicas hermosísimas y un farol más brillante que una batería de arcos voltaicos.
Tocaron a banderillas y cogiéndolas presuroso, clavó al cuarto un par excelente y después otro no menos lucido.
Cuando el toque de clarín le ordenó que matara brindó la muerte a todos los espectadores de sol, fuese ante la cara del animal y al primer pase sufrió una horrible tarascada.
No obstante estrechóse más más y más con su enemigo, hasta anonadarlo y tocarle el testuz.
Pero el miura, en uno de ellos, le enganchó por la manga y derribóle.
Levantóse ileso, y bravo como un jabato continuó, sonriente, su interrumpida faena.
Cuando pudo, entrando derecho y saliendo por la cara, pinchó en lo alto.
Sonaron palmas y algunos pitos, y pensando sin duda entonces el de Tomares que vale más un 29 que una grita (cada cual piensa a su manera), encunóse, y sin reparar en las dos perchas que le aguardaban arreó derecho, para clavar todo el estoque hasta las cintas en los mismo rubios, con tal verdad y valentía, que quedó enganchado por la manga derecha.
Mientras el bicho doblaba se sentó en el estribo, y cuando dobló para simpre el miureño, D. Santos le otorgó la oreja, y el público, rendido ante la evidencia, le tributó ovación tan larga que aún se oía cuando pisó la arena el toro siguiente.
Machaquito
El de la vergüenza por arrobas salió ayer decidido a que nadie le mojase la oreja, sino a cortar alguna y demostrar urbi et orbe que “hombre es D. Juan que, a querer...”, porque le quedan reñones y redaños para quitarse de enmedio todos los miuras que tenga a bien facturarle don Eduardo.
Con cuatro verónicas clásicas y un recorte, paró los pies a su primero.
Sus quites en este toro fueron esculturales, su labor de muleta buena, y la gran estocada con que lo echó a rodar, de las de Costillares.
Cortó la oreja con razón y le ovacionaron con justicia.
En el quinto, que era un pajarraco difícil, trasteó con voluntad y precauciones; entró a matar dos veces recto y valiente, saliendo desarmado por la cara, ambas; dobló el animalito y se le aplaudió.
Gallito
El dios Jano del Olimpo toreril lució ayer sus dos caras como de costumbre.
En su primer toro nos enseñó la cara fea, y en el último la de delicadas facciones y hermosísimo ángel, que atrae, subyuga y enamora.
¡Lástima de torero, tan grande como desigual!
Lo que no le vimos nunca fue matar bien, porque de eso, hace tiempo que no quiere.
En el tercero de la tarde bailó tres verónicas buenas.
Como el bicho era bravo, pensamos que a la hora de la muerte destaparía el gran calvo la caja de las bellezas.
Pero yo no las vi brillar en su trasteo con la muletilla, que aunque adornado, como lo empañaba la desconfianza, a mí me pareció una parodia de lo buen oque sabe hacer. Alargando el brazo, pinchó en el sitio de costumbre.
Cuando se disponía a pinchar de nuevo, se le arrancó el animal, clavóse un tercio de espada en el gollete, dobló el bravo bicho y hubo pita.
En el último de la tarde, que era hermosísimo y de mucho respeto, tiró de repertorio Rafael, e hidrópico de palmas, en un solo tiempo lanceó por verónicas, navarras y faroles, todo bueno, pero con demasiada precipitación.
En el segundo tercio cogió los rehiletes y puso cátedra de banderillero clásico, elegante y seguro, clavando primeramente al quiebro, de dentro a fuera, un magnífico par, otro al cuarteo, de los de coloso, y otro doble en las mismas péndolas.
Brindó a los habitantes del infierno, cuando el del clarín hizo el acostumbrado sostenido y colocado ante la cara del cornúpeto le vimos administrar tres pases de rodilla seguidos, cuatro mudándose la muleta de mano por la espalda, dos altos, etc., etc., todo clásico, valiente, fresco y tan ceñido como el que más.
Después, cuarteando y echándose fuera, pinchó en el gollete.
Alargando la diestra dejó media caída delantera y tendenciosa, y le pitaron.
Descabelló al primero intento, y no hubo más que anotar en la libreta.
La gente montada cumplió a maravillas, sobre todo Arriero y Chano.
Blanquet se distinguió bregando.
Con los rehiletes, Patatero, que fue ovacionado justamente.
La Plaza ofrecía sorprendente aspecto por el lleno absoluto que se observaba.
El público salió del circo muy satisfecho de la corrida.

Parte facultativo


“Durante la lidia del cuarto toro ha ingresado en esta enfermería el picador Salustiano Fernández, Chano, que presenta un puntazo de dos centímetros de profundidad en la parte media de la región plantar del pie derecho. Pronóstico menos grave. Dr. Francisco Serra”.
Existen varios detalles curiosos de la corrida de ayer.
El goyesco traje amarillo y negro que lucía Bombita, lo estrenó en la corrida celebrada en Madrid el día de la boda de D. Alfonso, y no había vuelto a usarlo.
La cabeza del toro ‘Estanquero’, al que dio muerte de modo tan brillante, fue mandada cortar por Ricardo para que la disequen, porque este ha sido el único toro que le ha enganchado sin herirle, en su larga vida torera".

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