Siguiendo con la serie de los Gallo en el Julio valenciano de 1913, reproducimos la crónica que firmó Aguaíyo en 'Diario de Valencia' del 29:
“Tuvimos el gusto de presenciar ayer la mejor corrida del año,
tanto por el elemento toro como por el elemento torero.
La inmejorable presentación del ganado, unida al fatídico historial
de la vacada miureña, produjeron en el público tal curiosidad e
interés que aunque la plaza hubiese tenido cabida doble no hubiera
sido posible atender a todas las demandas.
Los revendedores hicieron un negocio estupendo: hubo caprichoso que
pagó 10 pesetas por una entrada de sol, y loco que ofrecía 100 por
una barrera.
En los tendidos de sol se tomarían algunas insolaciones.
En la enfermería de la plaza fueron asistidos dos espectadores,
víctimas del calor.
La corrida de ayer ha sido un éxito, tanto artístico como de
taquilla.
Todo el mundo cumplió con su deber: hasta el contratista de caballos
dio lo mejor de las cuadras, sacando a los picadores divinamente
montados.
Los toros
Como antes hemos dicho, eran de inmejorable presentación.
En la lidia dieron mucho juego, sin ofrecer esas serias dificultades
que a los miuras dieron fama.
Fue ganado nervioso en general y avispado en particular, pero no
miureño, en la verdadera acepción de la palabra.
El primero de los seis, tardo y con poder, no empujaba lo bastante a
la gente de aúpa, se tapó en el segundo tercio y llegó a la muerte
defendiéndose en tablas.
Fue un buen toro el lidiado en segundo lugar; bravo, poderoso y de
sentido.
Su pelea en el primer tercio no fue franca, pero en los restantes sí;
sobre todo en el último, al que llegó nobilísimo.
Al arrastrarse su cadáver aplaudió la concurrencia.
El tercero de la tarde fue el mejor de todos; poderoso y bravísimo
en el primer tercio, hizo una pelea franca, siempre en el mismo
tercio; llegó bien al segundo y excelente al último.
Bravo, poderoso y noble fue el cuarto, así como el último.
Y únicamente de algún cuidado y con dificultades para la lidia
resultó el quinto.
Tomaron en conjunto 36 varas, despenaron 13 caballos y desmontaron 18
veces a los de la garrocha.
El picador Chano fue víctima del cuarto, que de una cornada le
traspasó la suela de la bota, hiriéndole en la planta del pie.
Bombita
Cuando un matador de toros, con catorce años de antigüedad en el
escalafón de los de la clase, tres millones y medio de pesetas y
treinta y tantas cornadas en el cuerpo, realiza lo que ayer le vimos
hacer a D. Ricardo Torres Reina con espeluznantes TOROS de Miura, hay
necesidad de descubrirse si pasa por nuestro lado y decir a voz en
grito: “¡Viva el rey de la vergüenza torera!”.
Su tarde de ayer fue la más completa que en esta Plaza le hemos
conocido y eso que las facultades ya no le acompañan ni su salud es
nada envidiable.
Pero los toreros de pundonor como él son al románticos y a la
embriaguez del aplauso lo posponen todo: riquezas, comodidades, vida;
como el caballero español Rodrigo Díaz de Vivar alanceaba toros
desafiando el peligro por una sonrisa femenil o el destello de
admiración de unos ojos negros de odalisca.
El primer miureño de ayer sembró el pánico en las huestes
toreriles; aquello era las mezquitas Córdoba y Sevilla empalmadas y
la Giralda por aditamento. Allí había arrobas, tipo, poder, pitones
y bravura.
Ricardo, sonriente, como de costumbre, lo saludó con dos verónicas
buenas.
Después se lució en quites, compartiendo las palmas con sus otros
dos colegas.
A la hora de la emoción fue ésta tan grande que los dieciocho mil
espectadores apenas respiraban.
El de Tomares hizo retirar la gente y solito empezó la faena con un
pase por alto con la mano izquierda.
Continuó con pases ayudados por bajo, tan cerca del cornúpeto que
al rematarlos le tocaba el testuz.
Dueño de él, cerrolo en tablas del siete, y en ellas, entrando con
redaños, como los valientes, clavó la mitad del estoque en todo lo
alto, cortando la herradura y haciendo rodar a sus pies al formidable
enemigo, que como buen miureño defendía cara su vida apegado a la
barrera.
La ovación fue tan grande como merecida, y el discreto presidente,
D. Santos Alcón, le hizo cortar la oreja.
A su segundo, el cuarto de la tarde, con dos cuernos más grandes que
una serpentina, lo saludó Ricardo con un quiebro de rodillas
magistral, prolegómeno de unas verónicas hermosísimas y un farol
más brillante que una batería de arcos voltaicos.
Tocaron a banderillas y cogiéndolas presuroso, clavó al cuarto un
par excelente y después otro no menos lucido.
Cuando el toque de clarín le ordenó que matara brindó la muerte a
todos los espectadores de sol, fuese ante la cara del animal y al
primer pase sufrió una horrible tarascada.
No obstante estrechóse más más y más con su enemigo, hasta
anonadarlo y tocarle el testuz.
Pero el miura, en uno de ellos, le enganchó por la manga y
derribóle.
Levantóse ileso, y bravo como un jabato continuó, sonriente, su
interrumpida faena.
Cuando pudo, entrando derecho y saliendo por la cara, pinchó en lo
alto.
Sonaron palmas y algunos pitos, y pensando sin duda entonces el de
Tomares que vale más un 29 que una grita (cada cual piensa a su
manera), encunóse, y sin reparar en las dos perchas que le
aguardaban arreó derecho, para clavar todo el estoque hasta las
cintas en los mismo rubios, con tal verdad y valentía, que quedó
enganchado por la manga derecha.
Mientras el bicho doblaba se sentó en el estribo, y cuando dobló
para simpre el miureño, D. Santos le otorgó la oreja, y el público,
rendido ante la evidencia, le tributó ovación tan larga que aún se
oía cuando pisó la arena el toro siguiente.
Machaquito
El de la vergüenza por arrobas salió ayer decidido a que nadie le
mojase la oreja, sino a cortar alguna y demostrar urbi et orbe que
“hombre es D. Juan que, a querer...”, porque le quedan reñones y
redaños para quitarse de enmedio todos los miuras que tenga a bien
facturarle don Eduardo.
Con cuatro verónicas clásicas y un recorte, paró los pies a su
primero.
Sus quites en este toro fueron esculturales, su labor de muleta
buena, y la gran estocada con que lo echó a rodar, de las de
Costillares.
Cortó la oreja con razón y le ovacionaron con justicia.
En el quinto, que era un pajarraco difícil, trasteó con voluntad y
precauciones; entró a matar dos veces recto y valiente, saliendo
desarmado por la cara, ambas; dobló el animalito y se le aplaudió.
Gallito
El dios Jano del Olimpo toreril lució ayer sus dos caras como de
costumbre.
En su primer toro nos enseñó la cara fea, y en el último la de
delicadas facciones y hermosísimo ángel, que atrae, subyuga y
enamora.
¡Lástima de torero, tan grande como desigual!
Lo que no le vimos nunca fue matar bien, porque de eso, hace tiempo
que no quiere.
En el tercero de la tarde bailó tres verónicas buenas.
Como el bicho era bravo, pensamos que a la hora de la muerte
destaparía el gran calvo la caja de las bellezas.
Pero yo no las vi brillar en su trasteo con la muletilla, que aunque
adornado, como lo empañaba la desconfianza, a mí me pareció una
parodia de lo buen oque sabe hacer. Alargando el brazo, pinchó en el
sitio de costumbre.
Cuando se disponía a pinchar de nuevo, se le arrancó el animal,
clavóse un tercio de espada en el gollete, dobló el bravo bicho y
hubo pita.
En el último de la tarde, que era hermosísimo y de mucho respeto,
tiró de repertorio Rafael, e hidrópico de palmas, en un solo tiempo
lanceó por verónicas, navarras y faroles, todo bueno, pero con
demasiada precipitación.
En el segundo tercio cogió los rehiletes y puso cátedra de
banderillero clásico, elegante y seguro, clavando primeramente al
quiebro, de dentro a fuera, un magnífico par, otro al cuarteo, de
los de coloso, y otro doble en las mismas péndolas.
Brindó a los habitantes del infierno, cuando el del clarín hizo el
acostumbrado sostenido y colocado ante la cara del cornúpeto le
vimos administrar tres pases de rodilla seguidos, cuatro mudándose
la muleta de mano por la espalda, dos altos, etc., etc., todo
clásico, valiente, fresco y tan ceñido como el que más.
Después, cuarteando y echándose fuera, pinchó en el gollete.
Alargando la diestra dejó media caída delantera y tendenciosa, y le
pitaron.
Descabelló al primero intento, y no hubo más que anotar en la
libreta.
La gente montada cumplió a maravillas, sobre todo Arriero y Chano.
Blanquet se distinguió bregando.
Con los rehiletes, Patatero, que fue ovacionado justamente.
La Plaza ofrecía sorprendente aspecto por el lleno absoluto que se
observaba.
El público salió del circo muy satisfecho de la corrida.
Parte facultativo
“Durante la lidia del cuarto toro ha ingresado en esta enfermería
el picador Salustiano Fernández, Chano, que presenta un puntazo de
dos centímetros de profundidad en la parte media de la región
plantar del pie derecho. Pronóstico menos grave. Dr. Francisco
Serra”.
Existen varios detalles curiosos de la corrida de ayer.
El goyesco traje amarillo y negro que lucía Bombita, lo estrenó en
la corrida celebrada en Madrid el día de la boda de D. Alfonso, y no
había vuelto a usarlo.
La cabeza del toro ‘Estanquero’, al que dio muerte de modo tan
brillante, fue mandada cortar por Ricardo para que la disequen,
porque este ha sido el único toro que le ha enganchado sin herirle,
en su larga vida torera".
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