domingo, 15 de noviembre de 2020

RAFAEL ORTEGA 'GALLITO' TRIUNFA EN LA MAESTRANZA

Portada del folleteo referido. (Colección: Manuel J. Pons)
De Rafael Ortega Gómez 'Gallito' se publicó en 1939 un cuidado folleto publicitario en el que se recogían encomiable elogios de significados aficionados que se habían fijado en su  acusada personalidad. Además la obra contenía algunas crónicas. 

Una de ellas es la que reproducimos a continuación. Fue publicada, sin firma, en el periódico ABC el 18 de septiembre de 1938 y el cartel lo completaban novillos de Juan Belmonte y Manolete y Manolo Martín Vázquez como compañero de este Gallito que tantas ilusiones despertó:

EL BOTE DE TITO RAFAEL


En el Arenal de Sevilla ha aparecido un torero. Lo es de raza y de sangre, por la inspiración y la gracia. Trae en sus manos juveniles, y se dispone a llenarlo de nueva embriagadora esencia, aquel bote maravilloso cuyo penetrante aroma prodigó, hasta agotarlo, en el decurso de un tercio de siglo de liberal derroche de gitanería genial, su tío Rafael Gómez (el Gallo).
Cuando el arte sin parangón del lidiador viejo y glorioso comenzaba, por obra de los pícaros años y el destierro doloroso, a convertirse en recuerdo, he aquí cómo en este jovencillo nieto de Fernando y Gabriela se anuda con el pasado inolvidable en una realidad nueva, remozada y triunfal.
Rafael venció el domingo en buena lid. Breve y dominador, con cuatro eficacísimos pases con la derecha se hizo del primer novillo que, harto revoltoso, empujaba mucho. Muy pocos muletazos más, cerca y torero, y en seguida media estocada arriba, que bastó.
El kikirikí mañanero –en el alba de una fama nueva- vibró como un clarinazo rotundo en la lidia del cuarto bicho. Muy pocas veces habíamos visto verónicas tan hermosas como aquellas tres o cuatro que, adelantando la pierna, bajando los brazos ponderadamente y mandando en el toro durante el lance entero, engarzó Rafaelito, en cuyo estilo se fundían la gracia del Gallo, el temple de Gitanillo, la soberanía de Cagancho.
Después –ya en marcha una lidia en la cual se desvivió por evitar los capotazos superfluos- un admirable quite por garbosísimas gaoneras, hizo que la primera ovación reprodujese con nuevo estruendo sus clamores. Se vino abajo la res; en banderillas tendió a defenderse, y luego buscó el refugio de las tablas. El chaval comenzó la faena con un ayudado magnífico, de cuya calidad no desmerecieron los dos naturales y el alto dados a continuación. Un cambio de muleta por la espalda, lleno de gitanísimo donaire, y otras jugosas filigranas más completaron, siempre entre olés y aplausos, la lucida labor que algún día tendrá la superación soñada. Dos pinchazos y una estocada, siempre por derecho, y un descabello al segundo golpe. El artista recorrió el redondel para recoger una ovación grande. 
En otros instantes de la corrida, como en el bellísimo quite del tercero y alguno más en que su airoso capotillo zigzagueó con galanura y alegría no aprendidas, Rafael Ortega (Gallito) fue el torero nato, de casta, que jamás nos dejaremos arrebatar, porque en él pervive una dinastía que no debe prescribir. A menos que él mismo renuncie a sus derechos…”.

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