La séptima del abono capitalino en la temporada de 1883 se verificó el 13 de mayo bajo la presidencia de don Pedro Osorio. Esa tarde se lidiaron a partir de las cuatro y media seis astados de don Ángel González Nandín para los espadas El Gordito, Currito y Gallito. La crónica, sin firma, pero por los indicios podría ser de Leopoldo Vázquez y Rodríguez, apareció en 'El Tío Jindama'. Los extractos más destacados dicen así:
'Cabrillo' se llamaba el tercero de la tarde, que pertenecía a la ganadería de González Nandín y era negro, lucero, bragao y apretao de armas.
Pinto metió el palo en dos ocasiones sin novedad. Bartolesi puso dos varas, sufrió una colada y se vino sobre el firmamento una vez.
Almendro, de azul con plata, deja sesgando un par bajo.
Morenito, con traje idéntico al de su compañero, se pasa una vez y deja un par aceptable.
Almendro, después de verse apurado y casi cogido dos veces, clava un par. A la salida, el Curro, con inteligencia, grita a la presidencia por cambiar de suerte.
El Gallo, de azul con oro, se fue a 'Cabritillo', que estaba hecho un ladrón, y empleando cinco naturales y uno con la derecha, se tiró con un pinchazo, saliendo desarmado.
Cuatro naturales, uno con la derecha y un pinchazo sin soltar, saliendo desarmado.
Dos naturales y uno con tendencia.
Seguía la grita a la presidencia.
Las palabras que oímos a coro nos parecieron poco propicias para un público civilizado.
Dos naturales, tres con la derecha y un pinchazo. El toro se echa. (...)
'Romero', así se llamaba el último toro, a quien dio libertad en la tarde de hoy el veterano don Carlos, de Albarrán.
Las señas personales, del bicho se entiende, eran: Pelo berrendo en colorado, capirote y botinero. Cuerna bien puesta.
La quimera del toro en el primer tercio de lidia fue la que va a continuación:
Varas que sufrió, ocho.
Caídas que proporcionó a los jinetes, dos.
Caballos que dejó en estado de que se los llevasen las mulillas, uno.
Picadores con quien se avistó: Salguero, Fuentes y Canales.
Espadas que estuvieron a los quites, todos.
Cambiada la suerte, salieron a engalanar al de González Nandín Morena y Almendro.
El primero puso dos pares.
El segundo dejó un par.
Y llegó el finis coronat opus, los postres como si dijéramos. Gallito estaba encargado del toricidio.
Su faena consiste en quince pases y dos pinchazos en su sitio y uno sin soltar, bajo.
Y en cuanto el toro se acostó para in eternum, nosotros tomamos el camino de casita. (...)
Respecto a los toros despachados por el señor Fernando:
El tercero, defendiéndose y hecho un bribón en varas, conservó los pies y buscaba el bulto en palos, y pasó hecho un ladrón a la muerte. (...)
El sexto cumplió. (...)
Resumen
El Gallo se las entendió con un bribón en la muerte de su primero. Hiriendo, nada pudo hacer.
En su segundo pasó muy regularmente, aunque en demasía; pinchando, desgraciado.
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