El matador de toros Manuel del Pozo 'Rayito', cuyos mayores éxitos los cosechó en su faceta de apoderado, le contó a Barico en 'El Ruedo' del 16 de enero de 1947 su negativa a torear en Talavera y lo que le aconteció con un malasombra:
"Poco después, el 22 de septiembre de 1927, Rayito tuvo el mayor fracaso de su vida torera. Le habían propuesto que torease en Talavera de la Reina, y se había negado. El 24 actuó con éxito en Salamanca. Poco después de terminada la corrida, su apoderado le habló por teléfono desde Madrid. Uno de los matadores contratados para Talavera se hallaba lesionado y no podía actuar. El empresario insistía en que fuera Rayito. Se negó de nuevo el matador, y su mozo de estoques habló con el apoderado. Al ir a cenar Rayito, encontró sobre la mesa un papel, en el que se leía: “La cuadrilla te pide que vayas a Talavera.” No supo negarse. El mozo de espadas avisó al apoderado, y a las pocas horas Rayito y su cuadrilla se pusieron en viaje. En Talavera hay un hotel en una calle muy estrecha. Allí fue Rayito. El dueño del hotel le atendió muy amablemente y charló con él largo rato. Descansó unas horas el torero. Cuando empezaba a vestirse para ir a la plaza, entró en la habitación el dueño del hotel: “Yo no soy muy aficionado a los t oros, pero me ha sido usted simpático, y voy a verle torear -dijo-. Cuando vino Gallito -siguió- estuve charlando con él antes de la corrida; me fue simpático, fui a verle, y le mató un toro de la viuda de Ortega, de la misma ganadería que son los de hoy. Luego fui a Madrid; me presentaron a Granero, me fue simpático, fui a verle torear, y le mató un toro”. No siguió el fondista, porque el mozo de estoques de Rayito le sacó de la habitación a empujones. Luego… El primer toro de Rayito murió después de incontables pinchazos. El segundo tuvo más suerte, pues después de dar Rayito tres muletazos por bajo, quedó el toro humillado, y el matador lo descabelló al primer intento, sin haber entrado a matar. El escándalo fue mayúsculo. Rayito, en vez de ir a la barrera, fue a la puerta de salida. Llevaba la ropa en desorden, iba despeinado y sudoroso y conservaba en las manos estoque y muleta. Los talaveranos creyeron, afortunadamente, que se había vuelto loco".
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