mantiene con el ídolo sevillano.
Ayer me marché al Callao en busca de Joselito que llegaba en el "Ucayali".
Nunca encontré en los coletas un atractivo que no fuera aquel que tener pudieran cara a cara con el toro.
Periodistas, empresarios y partidarios esperan la llegada de el Ucayali. |
Un curioso concepto de la empresa respecto a la forma en que debe auspiciar una popularidad que para ella es el vellocino de oro, y una manera de concebir la cortesía que se gasta la susodicha empresa y que a todas luces está en lucha con lo que es cortés en su forma más elemental, me pusieron en el caso de venirme de regreso a Lima sin haber conocido al lidiador famoso. En el mismo caso se vieron todos los periodistas que para conocer al astro taurino hasta el Callao marcharon. Hubimos de contentarnos con el cómico espectáculo que nos dieron varios exaltados que de las lanchitas quisieron saltar al "Ucayali" y que cayeron al agua, y se dio el caso de que flotaran sombreros y máquinas fotográficas y hasta cabezas llenas de las mejores y más laudatorias intenciones que pudieran darse.
A Lima volví y en Lima busqué a Joselito. En la plaza de la Inquisición, en un departamento alto pude, por fin, encontrar al torero.
Gallito es alto, delgado y a pesar de su indumentaria característica, nadie diría de él que evidentemente es la gran figura del torero moderno.
—¿Muy largo el viaje, Joselito?
—¡Josú, ni toas las malas intenciones de toas las suegras juntas!
—¿Usted nunca había antes emprendido un viaje por mar?
—¡Ni pa la Virgen, ni pal niño, ni pa San José, ni pa la varita!
—¿Cuál es su torero favorito?
Joselito sonríe.
—¿Cuál es el torero que más le gusta después de Ud. mismo?
—¡ Belmonte!
—¿Con quién le gusta más torear?
—Con Belmonte. Cuando atoreamos juntos él es él y yo soy yo.
—¿Qué edad tiene Ud?
—Veinticuatro años.
José vestido de corto. |
—¿Qué color de traje prefiere Ud.?
—Azul oscuro y oro.
—¿Cuál es su pelo preferido en los toros?
—El negro.
—¿Cuál es su escritor preferido?
—Don Pío, jace una revistas de chuparse toos los déos juntos.
—¿Qué músico prefiere Ud.?
—Yo al que inventó la ovación.
—¿Cuál de los escultores le gusta a Ud. más?
—La muleta. Lo que con ella se hace, nadie lo puede hacer con el barro.
—¿En qué suerte ve Ud. un mayor riesgo?
—En la de matar.
—¿Y Ud, mata a plena satisfacción suya?
— No.
—¿Le gusta la suerte de recibir?
—¡ Muchísimo!
—¿Por qué no se ejecuta con más frecuencia?
—Porque si es muy difícil atacar y acertar con un punto quieto, más difícil es acertar con ese punto cuando está en movimiento.
—Dígame Ud. ¿Rafael torea siempre?
—El a veces dice atoreo y otras dice: ¡qué no atoreo más! y vaya Ud. a saber cuando Rafael
sabe lo que piensa.
La charla con Joselito es grata. No rehuye ningún tema. Habla con sinceridad y parece entregarse siempre por entero en cuanto dice.
—¿Ud. conoce o ha tratado al rey, Joselito?
—Si, nuestro rey es muy aficionado a los toros, y más, mucho más, su tía la Infanta Isabel. Siempre va a las corridas, y nosotros la saludamos, quitándonos la montera al verla pasar en su coche a ocupar su palco en la plaza.
Se hace un instante de silencio. El gran matador de toros lo rompe diciéndonos:
—Voy a referirles a ustedes una acción, para demostrarles lo que vale como corazón para los españoles la reina Victoria. Un compañero nuestro, el torero "Minuto", estaba condenado a seis años de cárcel, ya se encontraba en presidio y debía cumplir su condena, purgando la falta que se le había impuesto como consecuencia de una pelea... ¡Vamos, de una bronca de esas que no faltan nunca!... ¿Me comprende usted?. Pues nada, que se celebraba la corrida de la Cruz Roja, que organiza todos los años la reina, y que es una de las reuniones más interesantes de la temporada de Madrid. Y yo tuve la ocurrencia de intentar la libertad del pobre "Minuto" cuya familia estaba muy mala de recursos. Alternábamos en la corrida Juan—Joselito se refiere a Belmonte, su inseparable compañero—Vázquez y yo. Yo consulté con todos y les dije: ¿Qué os parece le pedimos a la reina por el pobre "Minuto"? Y ellos me dicen: "¡Como quieras Joselito!... Vamos a ver si se consigue algo!".. Nos pusimos de acuerdo con el gobernador de Madrid para conseguir entrar al palco de los reyes antes de que principiara la lidia. El gobernador de Madrid es muy amigo mío. En efecto, antes de que se iniciara la corrida, me llama y me dice: "Joselito", ya está acordado con el rey, vais a subir al palco antes del paseo de las cuadrillas. Nosotros habíamos firmado antes una solicitud a la reina, pidiéndole la libertad de nuestro compañero. ¡Claro, se dá usted cuenta mi amigo de lo que debe hacer uno por sus compañeros de oficio! . . . Por un compañero que está en desgracia. Pues bien, acordamos la entrevista con el rey. Juan me dice: "Mira, Joselito, yo no hablo a la reina, que me da mucha vergüenza, vamos" Y Fortuna me dice:—"Oye tú, Joselito, a mí me pones ante todos los toros del mundo y no les temo; pero la reina es la reina y ¡claro! Yo no sé cómo se le ha de hablar a los reyes para pedirles una gracia".. Me decido, y subimos al palco. Saludamos. Los reyes son muy amables. En esos días había tenido yo la gran desgracia de perder a mi madre. La Infanta me dice que lo sentía mucho. Y el pícaro recuerdo y la tristeza....¿usted me entiende, señor?....se apoderan de mí. Yo lo agradezco a los reyes... Tomo coraje y le entrego a nuestra reina el pliego firmado por Juan, Vázquez y yo. La reina lo lee muy atentamente. Se lo pasa al rey y a la Infanta. Muy bien Joselito —me dicen—está concedida la gracia. Y en efecto, después de la corrida, en la que tuvimos mucha suerte y todos estuvimos bien, nuestro compañero fue puesto en libertad.
Flores estuvo ayer en esta redacción y al mismo tiempo que un saludo cortés nos trajo su agradable y culta charla, sobre la gran chifladura ¡las corridas de toros!
A Joselito, a Flores y a Vázquez, el gran matador, y a todos sus compañeros les deseo una gran tarde.
¡Como que tarde de hoy, todo lo promete!
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