El pasado año, entre el 29 de septiembre y el 5 de noviembre, se celebró en el Museo Azul de la Semana Santa de Lorca la exposición 'De seda y oro, plata, óleo o azabache... capotes con historia', comisariada por la Dra. María Verónica de Haro de San Mateo.
Con tal motivo se editó un magnífico catálogo, cuyos datos figuran más adelante, del que entresacamos este trabajo firmado por María Verónica de Haro y referido a un capote de paseo bordado para José en Lorca.
De Haro de San Mateo, María Verónica
(Coord.): *De seda y oro, plata, óleo o azabache... capotes con historia*,
Fundación Paso Azul, Lorca: 2017. D.L. MU-1117-2017
Bordado en Lorca para el rey de los toreros
Año de confección:
1917
Diseñador: Emilio
Felices
Perteneció a: José
Gómez Ortega “Gallito”
Propiedad de:
Patrocinio Pedrajas Sánchez
Excelente obra de arte lorquina. |
Lorca. Invierno
de 1917. Un revoloteo de manos que contonean agujas enhebradas
de coloreados hilos de seda se afana en trasladar al elegante raso color
“tabaco” las indicaciones del director artístico del taller de bordados del
Paso Blanco. Puntada a puntada, Ángela Morales Cánovas y Encarnación Iglesias García
de Alcaraz se esmeran en la técnica del novedoso punto corto para lograr el matiz de las gradaciones tonales del
boceto diseñado por Emilio Felices.
El trabajo es muy
distinto a los acostumbrados. Se borda un capote de paseo para el célebre José
Gómez Ortega, Joselito. El diseño es realmente
espectacular. No puede ser de otra forma tratándose de un regalo para Gallito, niño prodigio del toreo, príncipe
de la gloriosa dinastía de los Gallo, primer espada capaz de superar el
centenar de corridas de toros por temporada… aquel por el que estrenaría luto y lágrimas de verdad la Macarena… La efigie del matador protagoniza
el medallón de la original esclavina, presentada como un delicado abanico de varillas
caladas de marfil. El retrato en seda desprende extraordinario realismo. Es tan
fiel como las cromolitografías del torero publicadas las revistas taurinas de
la época.
Majestuosos galones
bordados cual blonda en el vuelo del capote – recuerdo de columnatas de mármol
del patio de la casa familiar en la Alameda de Hércules – enmarcan motivos
florales que sirven de flanco a la escena principal. A la izquierda: un
personaje a caballo ronda a una moza asomada a un balcón de geranios. Primoroso
el enjaezado bordado de la montura. A la derecha: un guiño al lidiador más
completo y virtuoso, que se adorna colocando un par de banderillas a un burel
castaño. De testigo, una fachada singular: La Monumental inspirada por Joselito – en construcción por aquellos
días en la sevillana calle Monte Rey – que sería inaugurada por el matador en
1918. En el centro: capa, madroños y bodegón de motivos flamencos (guitarra, peineta,
abanico y pandereta) embellecen el galón principal, en homenaje a la Señá Gabriela, reina gitana, bailaora fetén y madre amantísima del torero.
Próximas al bastidor
donde el capote va adquiriendo toda su prestancia, algunas damas blancas dan
vida al frondoso jardín de rosas, margaritas, pensamientos y azucenas del
Estandarte de la Oración en el Huerto. A ratos, esas gráciles manos orlan el
capricho de flores del paño de Gallito,
que se concluye festoneando una guarnición de cintas con los colores de la
bandera española. Terminado el capote… ¡que suene pues el clarín!
Sevilla. Primavera
de 1917. La empresa de la Plaza de Toros de la Real Maestranza
de Caballería ha hecho proposiciones a Joselito
para incluirle en el cartel de feria en vista de que, a causa del hundimiento
de la Plaza Monumental, queda el famoso espada libre del compromiso que tenía
contraído con Echevarría respecto de Sevilla. Gallito se ha mostrado dispuesto y en una segunda conferencia se resolverá
si actuará o no en las próximas corridas. Al tiempo, los maestrantes “se
regocijan con la esperanza de poder ver torear juntos a los dos fenómenos”[1].
Diversas circunstancias impiden, finalmente, que el nombre del menor de los Gallos se anuncie en el serial, pero se
acuerda otra fecha para contentar a la afición en beneficio de la Cruz Roja. Joselito vestirá de luces ese día.
Accediendo el ruego
de su Presidente, el Monarca ha decidido prolongar su estancia “con objeto de
asistir a la corrida que organiza la benéfica institución”[2].
La función ha despertado tal interés, “que entre las enormes colas que se han
formado en los despachos de reventa de billetes se han registrado varias
broncas por la obtención de localidades, las cuales se están vendiendo con un
enorme sobreprecio”[3]. Los
revendedores clandestinos solicitan veinticinco pesetas por las entradas de
sombra y diez por las de sol. La comparecencia de El Gallo, Gallito y
Belmonte – ausentes de la recién concluida Feria de Abril – ha originado una
formidable expectación.
La ciudad despierta
perfumada de azahar el 27 de abril. Los maestrantes han cedido a la Comisión
organizadora gallardetes, trofeos y banderas para el adorno de la plaza, que
luce más coqueta que de costumbre. Mantillas y mantones de Manila confieren
especial realce al conjunto. El lleno es imponente y la animación
indescriptible. En toriles aguardan “Carrón”, “Coriano”, “Codicioso”,
“Manchonero”, “Choricero”, “Curioso” y “Gaditano”, todos de Saltillo[4].
Los matadores y sus cuadrillas apuran los últimos minutos en el patio. El Teniente
de Alcalde Sr. Bandera – asesorado por Joaquín Hernández Castro Parrao – ocupa la presidencia, y al llegar
al palco regio Alfonso XIII, acompañado de los Infantes Doña Luisa y Don
Carlos, es ovacionado largamente. El
Gallo, de azul y plomo; Gallito,
de verde y oro y Belmonte, de grosella y oro – todos ellos con crespones negros
de luto por Ballesteros[5]
– asoman por la puerta de cuadrillas para trenzar el paseíllo. ¡Suerte!
Al día siguiente,
las crónicas de los periódicos contaban que Rafael y Juan no estuvieron airosos
a causa de la mansedumbre de los toros, a pesar de lo cual Joselito “veroniqueó magistralmente de capa”[6]
al segundo y “pareó en fuerza de sabiduría” [7]
al quinto. Pero aquella fecha de la que se cumplen cien años y que, ciertamente, no pasó a los anales del
toreo, resultará emotiva para mis paisanos. Aunque no lo recogieran los
cronistas de entonces, esa tarde de primavera se estrenó en la Maestranza este espléndido
capote bordado en Lorca para el rey de los toreros.
María Verónica de Haro de San Mateo
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