Javier Vellón
El diario ABC, el 9 de marzo de 2018,
reproducía fragmentos de la entrevista a Rafael, publicada en 1959,
precisamente los dedicados al afeitado de los toros:
El debate sobre el tamaño y el trapío (que
no es lo mismo) de los toros siempre ha estado encima de la mesa. Y el tema de
los pitones y el afeitado. Así se pronunciaba Rafael el Gallo en 1959: «Eso del
afeitado es según la costumbre de los toreros. Ahora, que quieren implantar
nuevas normas, los toreros tienen que perder la costumbre de torear toros
afeitados. Pero son
igual de peligrosos o acaso más. ¿Qué me dice usted de esos
cuatro dedos que llevaba en su arreglo el toro "Islero", que, sin
embargo, mató a Manolete?
Es un error creer que los toros tienen más fuerza cuanto más afilados tengan los
cuernos. Por ejemplo, ¿de qué le sirve a usted una navaja muy larga si no tiene
fuerza para clavarla en pelea? En cambio, una navaja la mitad de esa que usted
tiene en su mano, manejada por un hombre que sabe impulsarla, llega hasta el
corazón. Es cuestión de fuerza. Y los aficionados muchas veces se equivocan al creer que los toros más
grandes son los de mayor fuerza».
Es una reflexión de Rafael el Gallo en una
entrevista en el diario «Pueblo». Preguntaba el periodista: «Entonces, ¿por qué
muchos toreros piden afeitados?» A lo que el torero respondía: «Porque son
costumbres que se cogen, créalo. Piensan que yendo arreglado el torotiene menos peligro. Aunque
ellos mismos saben que, en el fondo, es igual. Pero llevan a la plaza la ilusión
de que estén arreglados. Yo viun toro moj(g)ón, con
menos puntas en los cuernos que mis puños, matar a cinco caballos seguidos...»
Y seguía: «En mi época también se han
arreglado los toros. Claro que era diferente. Se les hacían las cabezas más bonitas.
Otra cosa es afeitar. De todas maneras, ni con arreglos ni sin arreglos se
perjudica a la Fiesta. Porque los toreros que nacen artistas lo mismo torearían
antes que ahora. O
se es artista o no se es. Lo demás sobra. El genio lo es
igualmente en cualquier época que nazca. Es cuestión de nacer con esa gracia».
El Gallo finalizaba su reflexión con varias
preguntas: «¿No cantaría bien hoy Gayarre? ¿Sería malo el pincel de Velázquez
aplicado a nuestra época? ¿Ramón y Cajal dejaría de investigar si viviese ahora?
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