El Timbalero firma el texto que presentamos. |
José Sánchez
Gómez, más conocido por ‘El Timbalero’, relató en ‘El
Adelanto’ de Salamanca de 21 de mayo de 1.926 la llegada a España
de Rafael Gómez ‘El Gallo’:
“Ha llegado Rafael
El Gallo
Ya está aquí, en
España, de vuelta de su viaje a América, el ínclito Rafael el
Gallo. Desembarcó unos momentos en Cádiz, y por la tacita de plata
de la bella capital andaluza, paseó el Gallo su gitana y ya
desmedrada figura.
Rafael recibió los
plácemes de los amigos y volvióse al barco para tomar tierra,
definitivamente, en Barcelona, donde se propone torear el día 27.
Pero antes de volver al barco, el Gallo, ‘cañí’ y pintoresco,
entregó a los periodistas este autógrafo: “Al pisar de nuevo
tierra de mi patria, saludo a mi rey, a la familia real, a los amigos
y a la nación entera”. ¡Definitivo! No se puede ser más cumplido
ni original.
Hace años, el
último que toreó en Salamanca, Rafael, ante catorce tazas de café
puro que apenas tomaba, para pedir de nuevo otra, nos decía hablando
de su retirada: -¿Retirarme yo? ¿Y qué me voy a ‘jaser aluego’?
Yo he ‘nacío’ torero y este es mi único oficio ‘pa’ ganarme
la ‘vía’. Si lo dejo no vivo. Hasta que me muera seré torero.
Indudablemente, al
paso lento y aventurero, pintoresco y azaroso que Rafael sigue, vamos
a ver cumplida su profecía. El Gallo va a torear en Barcelona. Luego
en Cáceres. ¡Oh, la nueva presentación de Rafael!
El ‘calvo’, el
‘divino’ calvo, en los ruedos de la plaza, será como el último
recuerdo de otra época del toreo, como el perfume grato de otras
tardes no olvidadas, como la representación ya única del toreo
‘cañí’ y andaluz, rumboso y supersticioso, cobardón y
valiente, artista y maleta, bufo y serio, gallardo y desmedrado,
castizo y español, todo en una pieza, todo en un toro, en un momento
de la lidia, en una ráfaga de corrida.
Rafael es algo
representativo de una época que se fue, acaso, ciertamente, contra
el deseo de muchos aficionados que con tanta depuración del arte de
torear, y tan nuevos y bonitos estilos, se va quedando, en la mayor
parte de las tardes, sin ver torear, ni catar el arte, ni mucho menos
la majeza y gallardía y el rumbo y el casticismo de aquellos días
venturosos y radiantes de Rafael.
El Gallo nos inspira
siempre una bondadosa consideración. Nos hacen mucha gracia sus
espantadas; nos divierten mucho sus diálogos con el público, con el
toro, con los peones y hasta con el estoque envenenado en la loca
fantasía del ‘cañí’. Nos deleita su arte depurado y fino, y
nos hace batir palmas el genio que improvisa lances y suertes, pases
y adornos que solo pueden ser permitidos en el graciosísimo calvo.
Desde 1923, ha
andado por América. ¡Será curioso escucharle la historia de su
estancia en aquellos países!
Vuelve pues, el
Gallo a España y vuelve con sus cuarenta y seis años, por lo menos,
decidido a torear. Más viejo era Lagartijo y toreaba.
Esperemos esta nueva
presentación de Rafael el Gallo, como algo que, seguramente, viene a
amenizar el cada día más monótono y camelista espectáculo
taurino, que Belmonte se encargó de elevar para que, seguramente, se
derrumbe, aun con su presencia".
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