miércoles, 27 de junio de 2018

LA BODA DE RAFAEL EN 'EL ADELANTO'

El Gallo y Pastora, marido y mujer.
‘El Adelanto’ de Salamanca publica en su edición de 21 de febrero de 1911 un extenso artículo sobre la boda de Rafael Gómez ‘Gallo’ y Pastora Imperio.

SE CASÓ EL “GALLITO”

Sin preámbulo

Esta historia no necesita preámbulo.

En la memoria de nuestros lectores estará fresca todavía la noticia de la famosa escapatoria de uno de los reyes del toreo con una de las reinas del tablado.

Dio tanto que hablar la famosa historia, que hasta en países remotos se deleitaron ante la fotografía de los dos enamorados héroes de la escapatoria.

La poderosa fantasía del periodista extranjero colocó la aventura al lado de la figura de Escamillo.

Minuto y Gallo

Minuto es un gran amigo del Gallo. Durante la estancia del famoso torero en Madrid no ha pasado un día sin que Minuto le haya visitado en su residencia del hotel.

Enrique Vargas le había dicho muchas veces al Gallo:

-El día que te cases, o soy el padrino de tu boda o regañamos para siempre.

El Gallo asintió.

Además de la antigua amistad, el Gallo tiene por su amigo Vargas un respeto rayano en veneración; pídele consejo con frecuencia y lo sigue confiado.

En toda la historia de esta amistad hay un momento culminante, gracioso y a la par serio: la escena de ayer en el hotel Inglés.

Son las seis de la tarde. El Madrid callejero bulle. Júntanse en grupos en la calle de Sevilla los taurómacos. Pasa Minuto por entre los grupos apresuradamente; no puede, sin embargo, evitar alguna que otra parada con los amigos, que le llaman. Llega al hotel Inglés, sube a la habitación de su amigo y allí encuentra la sorpresa.

Frente a un espejo de tres lunas está el Gallo, vistiéndose una americana negra.

Ayudado por un criado da los últimos toques a su vestido.

Minuto sorpréndese al ver la inusitada elegancia de su amigo y aquel aire respetuoso y de ceremonia que solo se adopta cuando se va a hacer algo muy importante.
Sin previo discurso, sin saludarse apenas, dice el Gallo secamente:

- Dentro de media hora me caso. Tú será el patrino.

Y no hablaron nada más.

A la iglesia

No hay ni tiempo para que el padrino cambie su traje claro, poco serio para la ceremonia, por otro más oscuro.

Está el Gallo a punto de acabar su tocado, cuando aparece en la puerta del cuarto la propia persona de su gran amigo don Federico González Izquierdo.

El torero le comunica la noticia tan secamente como antes lo hizo a su padrino.

Y esta vez pregunta a su amigo:

- ¿Quieres ser testigo de mi boda?

- Con mil amores.

- Pues en marcha, a la iglesia.

Y nada más. Pastora, bellamente ataviada con traje de seda negro y hermoso velo blanco, sale de su cuarto, acompañada por su madre.

Se organiza la comitiva, si comitiva puede llamarse a un grupo de seis personas, y con destino a la parroquia salen todos.

Bautizo y boda

Ante el pórtico de la iglesia de San Sebastián han parado los coches.

Nadie lo sabe, y casi no hay curiosos. Los golfillos que al lado del hotel Inglés pasan las horas, han corrido tras del coche.

En la capilla reservada de la iglesia, el párroco espera a los novios.

Está el templo concurridísimo. Acaba de celebrarse un bautizo de rumbo, y aún bulle la comitiva en la iglesia.

Don Carlos Rivadeneyra, el señor párroco, lee los textos de ritual.

Apadrinan a los novios Enrique Vargas, Minuto, y la madre de Pastora, doña Rosario Monjes (sic).

Firman el acta D. Federico González, don Faustino Frutos y el picador del Gallo Cipriano Moreno.

La noticia, a pesar de la reserva, ha circulado rápida, y un fotógrafo de la Prensa pide permiso al Gallo para impresionar unas placas.

El Gallo contesta que pueden pasar todos los periodistas que quieran.

En estas cosas rápidas, ante estas determinaciones de momento, se impone el silencio y nadie quiere pecar de indiscreto preguntando.

La curiosidad de los íntimos estuvo suspensa un momento; pero el novio rompió el silencio y, acosado ya a preguntas, contó lo siguiente:

Un telegrama acelera la boda

El padre de Pastora -dijo- está grave. Así reza un despacho llegado hoy de Sevilla.

Con efecto, Pastora ha pensado inmediatamente acudir al lado de su padre; pero ha pensado también que era preciso hacer algo antes de ir, y ese algo era unirse con Rafael; unirse y acudir a recibir la bendición y el perdón que el buen anciano quiere concederles; alegrar sus últimos días recreándole en la felicidad de sus amores.

Pensado y hecho.

A Rafael le pareció de perlas la decisión.

Pensaba tomarla pronto y esta noticia la ha apresurado.

La tristeza del torero

Ya se sabía. La boda no había de ser una fiesta de alegría. Ni descorche de botellas, ni nubes de humo de los tabacos, ni brindis, ni gritería local.

Había de ser una fiesta de alegría; pero de alegría callada, la que los novios guardarán encerrada en sus pechos.

Y como ellos lo tenían pensado, así ha resultado; pero la poca felicidad se ha empañado más.

Unas noticias de Sevilla han puesto triste a Pastora.

Rafael, al verse solo, ha pensado en sus deudos, que no han podido estar a su lado en tan gran día para él.

El torero se ha puesto triste.

¿A Sevilla? ¿Se retira el Gallo?

¿Marcharán a Sevilla? No lo hemos podido saber, pues el único que lo sabe es Rafael, y no pudimos hablarle.

Hablamos con varios testigos de la boda y, amabilísimos, nos contaron el episodio; pero nada sabían de los futuros planes de la pareja.

La madre y el hermano de Pastora salieron anoche para Sevilla.

Pensamos que quien mejor podría informarnos sería Minuto.

Había por dilucidad dos extremos: la marcha de los novios y un rumor muy callado que llegó hasta nosotros.

Alguien nos dijo al oído:

Rafael Gómez, el más grande de todos los toreros, se retira.

No hicimos caso.

Presurosos corrimos en busca de Minuto, para comprobar la exactitud del rumor.

Hubiérase dicho que permanecía oculto en algún rincón.

Lo buscamos por todas partes, pero no pudimos encontrarle.

La puerta del domicilio de Enrique Vargas está cerrada.

Acudimos al sereno, inquiriendo, y el sereno nos ha dicho:

- Minuto, en su casa, no tiene minuto seguro.


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