El
3 de mayo de 1934 reapareció Rafael en Madrid. Al día siguiente, Gregorio
Corrochano, en las páginas de ABC, le dedicaba la siguiente crónica, en la que
relacionaba al diestro con el político Alejandro Lerroux, presente en la plaza.
LOS
TUFOS DE RAFAEL Y LOS DE DON ALEJANDRO
Alejandro Lerroux |
¿Que se dejó
el primer toro vivo? Nadie dijo nada. Porque nadie iba a verle matar el toro.
Claro que si lo mata, mejor, por satisfacción de él. Pero no lo mató. Pues qué
se le va a hacer. El segundo lo mató, como pudo no haberle matado tampoco. No
había en ello especial interés. Lo peor es que Rafael se puso triste. Sin duda,
las corridas de Sevilla y Barcelona, le habían hecho concebir ilusiones. Y una
ilusión, pasados los cincuenta años, da ánimos para seguir viviendo. Pero esta
ilusión muerta al nacer debe ser algo, como el dolor del abuelo que se le muere
el nieto. Ese nietecito que le enredó la
muestra de pelo que le queda cerca de las orejas, que fueron tufos toreros en
los años mozos. Ese nietecito que le ha hecho vestirse de torero, con el cuerpo
ya un poco ancho por el lado de la faja, que ayer no se puso sin duda porque no
se la podía ceñir. Y ese nietecito, esa ilusión que le nació en Sevilla y se lo
llevó muy contento a Barcelona y trajo a
Madrid, se le ha muerto en Madrid; el primer día que ha hecho de primavera. Y
Rafael se entristeció y nos entristecimos todos.Lo de menos es que matara o no
matara el toro, que su larga no fuera su larga, que su cuerpo no estuviera
estrangulado por aquella faja. La prueba es que nadie selo tuvo en cuenta. Y
hasta el presidente se le disculpó con un gesto, como diciendo: "Querido
Rafael, no es culpa mía. Es culpa del tiempo." Oue a Rafael le echen un
toro al corral, n o tiene una gran importancia. Lo que tiene, importancia es
que él no ha estado a gusto. Que ha
sufrido una desilusión. Y que quizás esto se hubiera evitado no trayéndolo a
Madrid, que es un clima duro, para ilusiones tardías. […]
Don Alejandro Lerroux, que también fue a ver al Gallo,
recibió el homenaje del público, que le aplaudió fuertemente. Por cierto que
entre los tufos alborotados de Rafael y los de Don Alejandro encontramos cierto
parecido. No queremos con esto decir que D. Alejandro se haya dejado también un
toro vivo. Hacemos esta aclaración para los maliciosos.
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