Enrique Ortega Fernández ‘Cuco’ fue un personaje singular en la familia
de los Gallo. Banderillero en las cuadrillas de sus primos hermanos Rafael y
José, se convirtió en su cuñado al casarse con Gabriela, la hermana de estos.
Tuvo, además, inquietudes literarias, aunque sus éxitos en este campo fueron
más bien limitados. El 30 de enero de 1918 estrenó en el Teatro Martí su
sainete ‘El triunfo de Manoliyo’.
En el diario republicano El
Pueblo, de Valencia, se publicó la siguiente semblanza literaria de ‘Cuco’,
firmada por V. Alfaro.
El oro, la luz, la sangre los
aplausos, los insultos y las zozobras
quedaban en la plaza. El torero, que vive
siempre bordeando la muerte, desaparecía. Este que hablaba conmigo era un amigo, un
compañero. Se deja llevar por el
destino, pero en los ratos en que tiene que
hurtar el cuerpo del peligro, su alma soñadora piensa, eleva, idealiza, y por bajo de
ella quedan el oro, la luz, la sangre, los aplausos, los insultos, las zozobras;
ella entra triunfante en las esferas de lo sublime, en esas esferas en donde reina
la belleza. Entonces el destino cruel que se agarra fuertemente á los pies, le
llama con voz sorda, y el hombre enamorado de lo ideal tiene que levantar los
brazos, engañar á la fiera y dejar sobre su lomo dos palos llenos de colorines.
Enrique Ortega es un hombre con
dos almas: una que se inclina al peligro, esa que le lleva hasta la plaza y le
hace luchar con las bestias-.Un alma de Andalucía, pero de la Andalucía flamenca,
torera, de esa Andalucía que tiene sus representantes, andando de plaza en plaza como
peregrinos de una religión
Su otra alma es la del ensueño.
La que animó á los artistas andaluces, la
que puso siempre sobre el flamenquismo la manifestación sublime del arte.
Murillo, Velázquez, Bécquer, Ganivet, el autor de «Venganza Catalana»; éstos
representaron en todos los siglos á .a
Andalucía artista, enamorada de su suelo y de sus bellezas-.
Y Ortega, que lucha todos los
días, escribe. Su alma, que se dejó llevar por los libros, ha ido extractando
de ellos lo que tienen de hermoso, de educados. Federico Nietzsche, el filósofo
sombrío é irónico, actuó sobre él; Ibsen le entusiasmó; el autor de «Hamlet» le
fué moldeando. Por sus ojos fueron pasando en cabalgata tumultuosa libros y más
libros; y el banderillero, la figura de seda y oro que en las tardes en que
brilla ardoroso el sol engaña á los toros, gustó de la belleza de los libros y
escribió.
¡Qué cosas tan extraordinarias
hace el destino!
En el Invierno, cuando sus
tareas le dejan libre, este hombre se recoge solitario en su casa y estudia. Es un verdadero
«cuco», que busca en las épocas frías un sitio para guarecerse .
Le da por el teatro y ya tiene
una comedia próxima á ser estrenada en America, que se llama «El patio de las
campanillas». Después su imaginación, que no descansa ha planeado nuevas obras:
sainetes, apropósitos, historietas.
Es simpático este hombre, que á
pesar de ser torero, posee una cultura profunda,Enrique Ortega, nacido en otro
ambiente quizá hubiera sido un gran escritor; así no puede dedicarse á la
literatura con todo el entusiasmo que él quisiera.
Cuando todavía lleva en su
cerebro la impresión del pesimismo de Federico Nietzsche, tiene que cubrir su cuerpo con un
traje de colorines y acudir al circo para emprender la lucha con la muerte.
Yo creo que triunfará. Enrique
Ortega tiene toda la gracia fina del temperamento andaluz y quizá las emociones
fuertes moldeen su espíritu de tal modo que hagan de él un nuevo hombre.
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