En una plaza de
provincias toreaba en una ocasión, y un toro de esos que buscan se empeñó en no
colocarse en suerte y ya le había mandado la presidencia el primer aviso.
Aculado el toro á las
tablas entró Fernando alegrando, viniéndosele el bicho, que se clavó media
estocada; pero no era suficiente y hacía falta ahondarla, cosa que incumbía al puntillero hacerlo, con el debido disimulo.
Era éste Mejía al que dio
la orden reservada, pero el chico no la cumplió y no solamente eso sino que no
lo veía el matador por allí cerca, que era donde quería tenerle. Cansado de
preguntar por él, le dijo á un peón:
— ¿Dónde está Don Juan Tenorio?
—¿Pa qué?—contestó el
interpelado.
—Pa que mate á Mejía,
hombre, pa que mate á Mejía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.