El 20 de mayo de 1970 se publicó en el ABC un extenso artículo de Ricardo Cobos titulado Evocación de Joselito. La parte más interesante de la colaboración fue la dedicada al quiquiriqui, su origen y su importancia en la tauromaquia de Joselito. El autor relata sus propias vivencias y rescata una notable cita de Ernest Hemingway:
Fue Joselito, en
realidad, una síntesis de la tauromaquia en cuanto que asimiló (y en múltiples
casos perfeccionó) todo lo anterior a él; pero también se aventuró (en contra
de lo que parecer podría) por el camino de los "hallazgos",
resucitando o inventando nuevas suertes como, por ejemplo, los torerísímos
lances del delantal" y el vistosísimo pase de adorno, llamado "quiquiriquí",
que no es, en realidad, otra cosa que un ayudado a media altura, con un
despacioso giro terminal de toro y torero, para quedar en disposición de
repetir la suerte.
La denominación de
"quiquiriquí" se debe al célebre escritor y furibundo joselitista
Alejandro Pérez Lugín, quien, por la garbosa manera de levantar los codos,
típica de este pase al efectuar el giro final, lo asimiló al levantar las alas
del rey del gallinero cuando lanza, engreído, su canto de triunfo.
Este ayudado joselista
(que más que ayudado eran "ayudados", puesto que los engarzaba en
serie, alternándolos consecutivamente por la derecha y por la izquierda) nadie
mejor lo ha descrito que el gran Hemingway en su maravilloso reportaje "La
muerte en la tarde".
Este gran escritor norteamericano
no había visto torear a Joselito y, por consiguiente, no conoció, a través del
torero de Gelves, el pase que analizamos; pero lo conoció a través de Vicente
Barrera, que fue quien mejor lo recogió de quien lo inventara. Y así, a través
de tan buen epígono, nos describió Hemingway el ayudado joselista. Con la
muleta ayudada por el estoque se embarca de lejos al toro y se le hace pasar;
pero una vez que ha pasado no se le despide, sino que se le hace girar
despaciosamente, girando al mismo tiempo el torero, con los codos levantados y
con la muleta y estoque casi verticales girando también... "como si fueran
una gran cucharón que revolviera el Interior de un caldero".
Para realizar con armonía y en serie estos
ayudados se requería un toro de suavísima y constante embestida, cosa que, aunque
se da, no es frecuente; pero cuando salía ese adecuado toro, Joselito lo
aprovechaba y surgían entonces, ante el pasmo de los espectadores, los
joselistas ayudados en cadena. El autor de estas líneas no puede olvidar la
memorable faena realizada por José a un toro de Santa Coloma, en uno de los
primeros días de octubre de 1918. Faena a base de un solo pase (el famoso
ayudado que estamos comentando) en continuadas tandas sin importunos mutis. Un
auténtico prodigio de arte con mucho de "ballet taurino", a quien
sólo parecía faltar la música correspondiente. Faena que hoy día (en que tanto
se prodigan los naturales y redondos) habría sido tachada da heterodoxa, pero
que a la cátedra madrileña de entonces le pareció magnifica, premiándola con
las orejas y varias vueltas al ruedo.
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