domingo, 12 de noviembre de 2023

EL HIJO DE 'EL GALLO'

El Maestro Estokati firmó el siguiente artículo en el semanario 'Sol y Sombra' de 24 de agosto de 1899 a propósito de ver torear a un incipiente Rafael Gómez 'Gallito':

EL HIJO DE 'EL GALLO'

Rafael inmortalizado en Sevilla por Beauchy.

- Señó Marqué, aquí tiene osté a mi hijo Rafaé que va a se mejó torero que su padre; -y diciendo esto, me mostraba Fernando Gómez (el más jitano (sic) de los toreros de mi tiempo) a un chicuelo morenillo, espigadito de cuerpo y de ojillos vivarachos quien, a la indicación de su padre, se incorporó en el asiento y se descubrió respetuosamente:

- Ya lo verá osté, cómo sale un buen torero...osté lo verá, que yo no lo he de ver ya -añadió el Gallo, nublándosele la vista al acudir a la imaginación el triste presentimiento.

A poco tiempo, el célebre diestro, a cuyas postrimerías de torero asistí en memorable tarde en el circo sevillano, moría dejando en la desgracia a su querida familia. 

Supe luego por íntimo de El Gallo, cuánto se deleitaba aquél en la educación taurina de su hijo; cómo le hacía banderillear un sillón de damasco de su estrado, y haciendo veces de público, le silbaba, llamándole mal torero, jindamón, et sic de cateris, cuando lo hacía mal, o le jaleaba con palmas y olés cuando acertaba; cómo le hizo especie de placita de toros en su huerta de Gelves; y cómo simulaba con una cabeza de toro suspendida de una cuerda los extraños de la res, en perfecta escuela práctica. Uno de sus amigos afirma que cuando Rafaelillo, ya mayorcito, oía lecciones de su padre,

- Para los pies, da la salida con el cuerpo, torea de brazos, no dejes el terreno al toro, etc., etc., le hubo de decir: -Pero papá, ¿ y V. en la plaza por qué los mueve, se huye, corre y no llega al terreno? -Y el Gallo le contestó: -Hijo, tú haz lo que yo te diga y no mires lo que yo haga. 

Si non é vero... é ben trovatto...

Hasta aquí los prolegómenos del novel torero; ahora, mi impresión de su arte.

No volví a ver al primogénito de Fernando, hasta que las campanas de la afición echadas a vuelo, con el concurso de campanero tan diestro como el Nene (mi colega local), después de la presentación de el Gallito la tarde del 29 de junio pasado ante el público sevillano, me llevaron al circo, deseoso de confirmar aquel presentimiento de su padre cuando me decía: - Osté lo verá-. Y asistí a la novillada jugada en la tarde del 13 de julio para formar mi juicio personal del precoz diestro que, al decir de sevillanos netos, era a modo de ángel exterminador llamado a derrumbar las columnas de la Mezquita y suplantar al Giraldillo; formas adecuadas de la efervescente exageración andaluza. 

Si no tuviese Rafael diecisiete años, y los toros por él lidiados de Clemente, no hubieron sido becerros, lo que circunscribe su trabajo dentro límites de juego infantil, que puede despertar el relativo entusiasmo que causan las monerías del chico, pero no consiente el maduro examen de las obras del hombre, entonces preciso fuera entonar ante el infantil torero un 

 Te Qallum laudamus, 

 te Eophaele confiiemur. 

 Pero esto, dicho sea con perdón de discretísimos colegas, fuese estrabismo del juicio, del que debemos huir los críticos, dejándole al improvisado entusiasmo del espectador impresionable... y que el Gallito cuenta con éstos en buen número, pude observarlo en la plaza, desde la segunda tarde que toreó en Sevilla(primera en que yo le vi). Desde los viejos entusiastas de su padre, que ven en él la reproducción de Fernando, hasta los jóvenes colegiales y estudiantes que le ensalzan por afinidad de años, bien dispuesta halló el hijo de el Gallo a la afición sevillana, que le mira como cosa suya y sufrirá un desengaño cuando la exhibición de su partida de bautismo le declare natural de Madrid, con la acostumbrada fórmula de «En la villa y corte de Madrid, a día 16 de Julio de 1882, yo, el infrascrito cura párroco de.... bauticé a un niño, hijo de Fernando y de Gabriela, a quien puse los nombres de Rafael.... etc.,  etc..»A pesar de cuya partida Rafael Gómez será en el concepto taurino sevillano.

En verdad, que si tan solo se atiende a la difícil facilidad con que el Gallito torea, a las maneras o estilo y hasta a la vista con que salva escollos y aprovecha momentos de lucimiento, fuera preciso ir lejos e ir alto para hallarle término comparativo. Es muy pausado en su habla y movimientos el chico este; lo que traducido al toreo, le hace ser muy parado, y, en tal punto, satisface las exigencias de los puristas rondeños afectos exclusivamente al toreo de brazos o del empleo de todos los remos depende de la asimilación directa de cualidades físicas, y que parando en aquellas suertes que lo requieren, la exuberancia de piernas, lejos de ser defecto, debe considerarse cual condición apreciable en el lidiador muy útil para otras suertes; v. g. el galleo, la larga, las tres formas de banderillear, al cuarteo, al sesgo y al relance; el toreo a punta de capote, etc., etc., pero con los brazos y sólo con los brazos, torea mucho y bien el Gallito, y por ello es justo aplaudirle. 

En todas las artes la práctica no es otra cosa que la aplicación de la teoría y así son más perfectos -inspiraciones o intuiciones aparte- los artistas que son maestros en la teoría de su arte; el toreo de salón enseñado por Fernando a su hijo ha sido la teoría del arte que practica hoy Rafaelito con tan raro aprovechamiento. De aquí la seguridad sorprendente en la ejecución de las suertes rematadas en maestro y esa familiaridad con que está a la vera de los toros, que hizo exclamar con chispeante oportunismo a un joven entusiasta, cuando pasaba al cuarto torete de Clemente: -Dale un cigarrillo -síntesis de su pasmosa facilidad y seguridad en el trasteo. 

Es además simpático el mozalbete, y sin que su figura sea estética -es algo cargado de espaldas y poco compuesto-, tiene ese quid de la gente flamenca y hechuras de torero.

¿Seguirá en progresión ascendente el joven torero hasta la madurez, amoldando las grandes condiciones que revela a otros ganados y más duras lidias?

Entonces, no será aventurado clasificarlo en la dinastía de los Rafaeles con el número III en el orden cronológico de las celebridades taurinas.

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