Javier Vellón firma el siguiente texto sobre la llegada a España de Rafael El Gallo.
El 4 de marzo de 1934, a las 20’30, el vapor Cabo San Agustín llegaba al puerto de Cádiz. En él viajaba Rafael el Gallo tras cinco años en América. El diestro, de 51 años, procedía de Argentina último país de su periplo por el continente americano.
Rafael volvió a España con una importante exclusiva del empresario Pagés, que pretendía, junto con la reaparición de Juan Belmonte, contrarrestar los problemas que algunos toreros y ganaderos le habían planteado en su labor al frente de la plaza de Madrid. La pugna había llegado a un punto tal que se hablaba ya de boicot de los ganaderos al empresario.
A continuación se recoge la noticia de la llegada de Rafael por parte del Heraldo de Madrid:
Más de mil personas invaden e! buque y pasean al ídolo por la cubierta
El " c a ñ í "a pesar de sus cincuenta y un años, está fuerte, ágil y animoso
CÁDIZ 5.-—A las ocho y media de 1ª noche atracó el trasatlántico «Cabo San Agustín», procedente de América, que traía a bordo al matador de toros Rafael Gó-
mez (el Gallo). En el muelle esperaban al popular torero más de mil
personas. De Sevilla llegaron numerosos amigos y algunos familiares de Rafael. Sobre la multitud destacaban grandes cartelones de saludo al torero. Al aparecer en cubierta el Gallo, fue vitoreado por el público, que le aplaudió con entusiasmo. Rafael
correspondió a estos saludos, visiblemente emocionado.
Apenas atracó el buque, grandes masas de público salieron al encuentro de Rafael, lo cogieron en hombros y. de este modo lo pasearon por la cubierta, entre los aplausos de la multitud.
Los periodistas, fotógrafos y operadores cinematográficos consiguieron atracar al costado del trasatlántico en un remolcador.
Los reporteros interrogaron con avidez al Gallo. Encuéntrase éste fuerte, ágil, recio y animoso, a pesar de sus cincuenta y un años. Le acompaña su representante Almanseño, que le siguió en su excursión por América. En el mismo buque han regresado los toreros Fuentes, Blanquito, Fortuna Chico y Ale.
Dijo Rafael que viene ahora de la Argentina. Esta excursión ha durado cinco años, y ha recorrido el Gallo en este tiempo Bolivia, Colombia, Venezuela, Peni, Ecuador, y, en
fin, la Argentina. Ha toreado 56 corridas, y sólo en Cuzco tuvo un grave percance. El toro le fracturó dos costillas y la clavícula.
El ganado americano — ha dicho
Rafael—no es de tanta sangre como el español; poro se torea bien.
Ha desmentido cuanto se venía diciendo sobre su vida azarosa en América.
Fué atendidísimo por aquellos ganaderos.
Negó que se haya dedicado o. dar lecciones de toreo. En estos cinco
años de su vida se ha desenvuelto bien, hasta el punto de que trae ahorradas algunas pesetillas.
Dijo que hasta ahora no tiene pensamiento de torear en España más que veinte corridas, contratadas con Pagés en 250.000 pesetas. Cree que debutará el día de Pascua de Resurrección en Sevilla.
Los periodistas le dijeron que Belmente iba a volver a torear. El Gallo dijo: «Me parece bien. Belmonte se halla en la flor de la vida y es un gran torero.» Eludió la respuesta cuando alguien le preguntó quién era el mejor torero en la actualidad.
Un periodista le preguntó:
—¿Piensa arrimarse al toro?
—Tenga en cuenta—respondió Rafael—que hace cinco años que no me
enfrento con el público de España y con ganado de este país. Pero creo
que me arrimaré.
El Almanseño refirió curiosísimas anécdotas del Gallo en América.
Rafael continuó su viaje a bordo del «Cabo San Agustín». Después
de visitar a su familia marchará a Sevilla.
Por su parte, el periódico Luz añade esta anécdota relatada por Almanseño:
Almanseño ha toreado con el "Gallo" cincuenta y seis corridas. Nos ha dicho
que aquél siempre sintió nostalgia de España, de sus éxitos y de sus espantás.
Cuenta que yendo a Colombia para celebrar una corrida en el pueblo de
Letrolixus, donde hay una estación aérea, subieron en un avión. El vuelo duró
cuarenta y cinco minutos y les sorprendió en el aire una tempestad tremenda.
El piloto, por este motivo, hubo de elevarse más, y el "Gallo", alarmado por
la tardanza en llegar, se levantó a preguntar qué pasaba. En esto perdió el
equilibrio y cayó al fondo de la cabina.
Al llegar al pueblo y aterrizar, el "Gallo", muy emocionado, dijo: "¡Dios mío!
¡Qué buena es la tierra!" Se repuso tomando café y juró que no volvería a
subir más en un avión.
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