domingo, 13 de mayo de 2018

RAFAEL TOREA ESTA TARDE

Javier Vellón


El escritor Wenceslao Fernández –Flórez publicó en el ABC del 16 de abril de 1917 un excelente reportaje en torno a la figura de Rafael horas antes de salir para la plaza de Madrid, donde toreó el día anterior. Ofrecemos varios fragmentos del texto.

RAFAEL TOREA ESTA TARDE

En el hall del Palace Hotel á esta hora del mediodía, no hay más gente que la que rodea al torero. Rafael el Gallo, cetrino, menudo, vestido de gris, se acomoda en un sillón de bejuco, cerca de un velador lleno de copas donde aún brilla, el tono granate del vermut. Después de nuestra llegada hay un silencio. Alguien dice:
—¡ Mal anda el tiempo ¡
 Rafael mira las cortinas que restallan sobre la cúpula de vidrios del hall. Bosteza, Luego nos asegura que á él lo que más daño le hace es el frío. Una voz insinúa que, en efecto, nada hay más terrible que el frío. Volvemos á callar. Pepe Lañas ofrece al torero un estuche que contiene una botonadura de filigrana, regalo de un ganadero salmantino que ya falleció. Se hacen uno vagos comentarios
—Es muy torera.
 —Tan sólo hay un platero que la fabrique en Salamanca.
 —Me la pondré hoy. […..]
Lo primero que vemos en el cuarto de Rafael, al entrar, es un chino. Despuég resulta que es el propio Gaílo. De espalda, con un amplio pijama azul, la calva y la trenza colgante, la ilusión fue perfecta. Antonio, el mozo de estoques grueso y maduro, locuaz, todo de gris gorra y traje y pelo, va y viene. El Sr. Gómez se dispone, al fin, á vestirse. Mientras se descalza entablamos un breve diálogo. Porque nosotros comprendemos que nuestro deber es hablar de los toros con cierto entusiasmo. Antonio explica que los de la corrida 'anterior eran muy grandes.
—¡ Claro—balbuceamos- con es nuevo reglamento!
—Sobre todo, señores—dogmatiza Rafael, arrancándose los calcetines—, que los toros han de ser mirados como los caballos de carreras: tienen que tener sangre, finura... Nos echan toros normandos...
Se interrumpe para dolerse de que el humor herpético de la cabeza ee le haya bajado á las piernas; las frota y hace caer una sutil caspilla. Ponemos un gesto de compunción. Antonio asegura que aquello es conveniente. Tranquilizados ya, proseguimos :
—i Ese reglamento! (damos un hondo suspiro). ¡Mire usted que suprimir la suerte del coleo ; tan bonita como era!
El mozo de estoques nos mira con alguna extrañeza; nlos ruborizamos, porque, pese á nuestra ponderación, no sabemos lo que pueda ser la suerte del coleo. De esta vergonzosa sensación de ignorancia pasamos bruscamente a una sensación de estupor. El desnudo pie del Sr. Gómez se ha alzado hasta apoyarse en el asiento de una silla, y estamos en presencia del juanete más pujante y lozano que pudo existir jamás.
-¡Todo es grande en este hombre!-pensamos, retirándonos un poco para dejar espacio en la habitación a las evoluciones del juanete.
El diestro se faja los pies con meticuloso cuidado; se pone unas medias de lana, luego otras de seda, después se calza las zapatillas; la formación simétrica de los lazos le preocupa hondamente; moja sus dedos en la boca para facilitar la operación; á fuerza de saliva, los lazos quedan correctísimos. Entonces, el torero se enfunda en el pantalón y se acerca á mirar el cielo, tras los cristales.
Miramos también. Un entierro pasa á lo lejos, junto al hotel Ritz. ¿Lo vio este hombre supersticioso...? Si lo vio, esta tarde, los que asistan á la corrida, tendrán ocasión de presenciar las espantás. […]
—Rafael, ¿nos vamos? Van á dar las tres y media ya.


 Rafael se pone la chaquetilla sobrecargada de oro. Aún graniza. Frente á las ventanas del hotel hay un coche parado. El cochero, oculto bajo el paraguas, fuma con filosofía. Detrás de él, burlonamente, las esferitas blancas brincan y repiquetean sobre el charol del carruaje.
—Vamos allá.
Salimos apelotonados, para que la gente que haya en el hall pueda apreciar que somos muy amigos del Sr. Gómez, al que algunos llaman también el Gallo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.