miércoles, 30 de mayo de 2018

SÁNCHEZ MEJÍAS CONFIRMA LA ALTERNATIVA: UN TESTIGO DE EXCEPCIÓN

En el Semanal de Los Domingos de ABC del 12 de agosto de 1984 se incluyó un extenso especial dedicado a conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Ignacio Sánchez Mejías. Entre las diferentes colaboraciones, destaca la de Luis Fernández Salcedo, escritor taurino, nieto de Vicente Martínez, de cuyos herederos eran los toros de la confirmación de Sánchez Mejías, en la corrida de Beneficencia del 5 de abril de 1920. En su artículo expone su testimonio en torno a aquella jornada, en la que Joselito actuó como padrino. Completaron el cartel Belmonte y Varelito. Recogemos aquí algunos fragmentos de su privilegiado testimonio.


 Un buen día de la primavera de 1919 me refirió mi padre:

-Espelíus me ha dicho que cuenta con ocho toros nuestros para la corrida de Beneficencia del año próximo.
-Eso está bien.
Luis Fernández Salcedo
-Pero me ha advertido que se celebrará, rompiendo la tradición, el lunes de Pascua que cae el cinco de abril.
-Eso ya no me parece tan bien.
-¿Por qué lo dices?
-Me temo que en esa fecha los toros no estarán en condiciones.
-Naturalmente, por eso serán de cinco años.

Poco tiempo después me dijo mi padre:

-Joselito me ha manifestado que quieres que la corrida del Montepío de este año sea nuestra; pero que la entidad está mal de dinero y por eso se va a celebrar el festejo muy a principios de la temporada de 1920.
-¿Qué le has contestado?
-Que la corrida tendrá que ser cinqueña? […]

La camada de 1919 fue la más larga de todas. Ello permitió reservar 14 toros para ambas corridas, sin posibilidad de añadir ninguno más. El lote se componía de un berrendo con mucho pelo blanco, dos castaños y 11 negros.

Durante la Semana Santa de 1920 fuimos muchas veces a precisar cuáles serían los ocho toros de la Beneficencia, los de más bulto[…]

La corrida salió a 27 arrobas y media. La Diputación, que organizaba el festejo, en sesión celebrada pocos días después acordó felicitar al ganadero por la presentación y el resultado de sus toros. […]

La pelea de José y Juan se convirtió en el duelo José e Ignacio. Gallito, con más carga de pundonor y amor propio que otras veces, y ya es decir, se dispuso a no dejarse ganar la batalla en ningún momento. Que Ignacio daba la larga cambiada de rodillas, pues el cuñado la ejecutaba en su toro. Que Sánchez Mejías hacía un quite doble a base cuatro verónicas, pues allá iba José con otro de seis. Que el neófito toreaba a una mano, pues Joselito improvisaba el más barroco repertorio de largas. Que Sánchez Mejías salía del estribo a parear, pues en el momento oportuno le imitaba el padrino. Y así sucesivamente José puso a contribución su arte y su gracia. Ignacio una valentía extraordinaria y las mayores ganas de agradar.

Joselito con su cuadrilla. De pie Sanchez Mejías
Joselito hizo una gran faena al 4º, ‘Rondador’, y le dio una magnífica estocada, para demostrar que él también sabía matar a ley cuando no quería “echar la carta al correo”. Cortó la oreja….¡su última oreja en Madrid!.

El otro toro de su lote salió –como yo me temía- a contraestilo. Era largo, gamuno, veleto, de corte asaltillado. Tomó cinco varas de gran bravura, dando cuatro aparatosas caídas y matando tres caballos. Pero –según es frecuente- al oír los clarines para cambiar el tercio sacó un nervio y una bronquedad muy respetables. Al comprobar el cambio de conducta debió decir José para sus adentros: “¡A mí con esas, siendo yo el monaguillo de las Salesas!”. Le duró menos que un pastel a la entrada de un colegio. Toda la tarde estuvo asombroso en los quites, y al último le puso un par extraordinario.



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