domingo, 28 de agosto de 2022

DISCRETA TARDE DE RAFAEL EN LA MAESTRANZA... CON DOS ESPONTÁNEOS ACTIVOS

Regaterín.
'Sol y Sombra' publicó el 25 de julio de 1.901 la siguiente crónica de una novillada celebrada en Sevilla con la participación de Rafael Gómez 'Gallito' y Regaterín ante astados de José Clemente. Al parecer de Olmedo no fue una buena tarde del niño de la señora Gabriela y no faltaron los incidentes, en los que dos espectadores se erigieron en parte activa del espectáculo:

Sevilla.—Con una entrada buena y con un calor desesperado se verificó en nuestro clásico circo la anunciada corrida de novillos, la tarde del 7 del corriente, en la que se lidiaron seis toretes de D. José Clemente, el de Trigueros, de los que cuatro fueron mansos, quemándose el cuarto. Sólo se arrastró un caballo. 

 Como matadores figuraban en el programa «Regaterín» y «Gallito» (Rafael). «Regaterín» es un chico que tiene voluntad, pero que tanto el capote como la muleta, los maneja con poca soltura y sin conocimiento de causa. A matar entró siempre derecho, pero jamás llegó a reunirse y siempre metió el pincho tendido. 

 En cuanto a «Gallito...» mucho se movió el chico, toreando con adornos y alegría que entusiasmaron a los «impresionables», pero no paró nunca y toreó siempre encorvado. Sólo en su primero dio tres pases superiores, rematados y clásicos. En banderillas quiso cambiar en silla, y ni el inventor de esa vistosa suerte la hubiera conocido, porque no se colocó en el terreno debido y se vio obligado a salirse de su sitio por echársele el toro encima; consecuencia lógica de la mala colocación. 

 Matando... ya se sabe lo que mata «Gallito». 

 A excepción de la segunda vez que entró a matar en el último toro, porque éste le ayudó, en las demás se le vio cuartear siempre y pinchar bajo y atravesado. 

 Hubo durante la lidia dos toreros espontáneos; uno que quiso dar el cambio a puerta de gayola y salió herido gravemente en un brazo, y otro que clavó dos pares de las cortas, entrando las dos veces a la media vuelta, lo cual demuestra que no es un aficionado valiente, pues el novillo estaba hecho un borrico. 

 Y . . . nada más.

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