domingo, 7 de agosto de 2022

EL TRAJE DE LA ÚLTIMA TARDE MADRILEÑA DE JOSÉ, SAYA DE LA MACARENA

Página con el artículo.
(Fuente: http://hemerotecadigital.bne.es)

Juan Ferragut firmó el 28 de diciembre de 1.933 en 'Nuevo Mundo' el siguiente artículo en el que da cuenta de la donación, por parte de la familia, del traje que José vistió en Madrid el 15 de mayo de 1.920, víspera de la tragedia talaverana:


TRAJE DE TORERO, SAYA DE LA VIRGEN

A José Muñoz de Luque, 

que sabe de estas cosas...


Saeta por soleares que trina en la noche, como un ruiseñor, la Niña de la Alfalfa; saeta por "seguirillas gitanas" que "dice" como nadie, con un hondo son litúrgico, Manuel Centeno, y hasta «saetas por martinetes», con jadeos rítmicos de fuelles y tintineo de yunques de los calés de la Cava trianera... 

 Pero una "saeta" que lleva en sus entrañas líricas aires garbosos de «pasodoble»... «De esto no había habido...» 

 Y tenían que ser quienes la inventaran esos Ortega, casta de gitanos buenos que dieron al mundo dinastías de bailaoras guapas, cantaores de tronío y toreros famosos. 

 Porque ya está hecha la nueva "saeta" que se cantará cuando en Sevilla vuelva a haber procesiones, lo que es tan inevitable como que bajo el sol de Mayo se cuaje en rosas el Parque de Marta Luisa. 

Es éste un bello cuento; un cuento castizo y ejemplar, digno de ser pintado en el parche de esa maravillosa «pandereta» sevillana que han acribillado a balazos los pistoleros. 

 Escuchad: Joselito el Gallo. El niño gitano y torero, con aureola de ídolo popular. Una tarde del mes de Mayo, para torear en Madrid, estrenó Joselito un traje de luces; pesada maravilla de seda y de oro. Brillo de caireles en el cuerpo mimbreño. No tuvo suerte el vestido. Aquella tarde Joselito salió de la plaza contrariado. En su rostro, de gitano pálido, una mueca de amargura. Al día siguiente fue a torear a Talavera, y un moracho de Ortega asesinó al ídolo popular. La Giralda se puso mantilla de luto. 

 Todos los ángeles flamencos—eso indefinible que se llama «el ángel» está tintado de flamenquería—no pudieron imaginar para «el pobre Osé» un funeral más bonito al cabo de los años. 

 Aquel traje torero de la última tarde en Madrid fue regalado por la familia de Gallito a la Hermandad de la Virgen de la Macarena.

Y sigue el cuento. Que el cuento—imaginación, ilusión, quimera— es lo más bonito de la vida. Aquel traje de Joselito cayó en manos de Victoria Caro. ¿Quién es Victoria Caro? Una obrerita sevillana con dedos de prodigio. Artesana artista, sangre y carne de un pueblo de artistas. Sólo sus manos pacientes y finas pudieron hacer el milagro de convertir un traje de torero en una saya o túnica de la Virgen de la Esperanza. 

Y así ha sido. Aquellos caireles flamencos—oro nacido para retar a la muerte, metal rútilo que se manchó de sangre y de pasión y de gloria en el cuerpo de un lidiador gitano y valiente son hoy rosas bordadas en la túnica de la Virgen de la Esperanza... 

 ¡Que los mengues trajelen a quien lo dude! Es bonito el cuento. Como aquel de la medalla milagrosa. Efigie de la Macarena que una vez salvó la vida a Joselito. En Algeciras (1) fue, si la memoria no me falla. El cuerno de un toro buscó el pecho del lidiador gitano. Y le hubiera calado hasta el corazón si sobre el pecho del ídolo gitano no hubiera estado aquella medalla de la Macarena, que detuvo el golpe mortal. Su círculo de oro se deformó al choque del asta asesina... 

 Otro bonito cuento, ¿verdad? Y ahora «uno de ladrones». De auténticos ladrones, que hace dos años entraron una noche en la iglesia de la Macarena. Sevilla era ya «Sevilla la roja». No había procesiones, y cada día el repiqueteo' de las pistolas terroristas era la música trágica de Sevilla... 

Entraron ladrones de verdad en el camarín de la Virgen de la Esperanza. Tuvieron toda la noche por suya para desvalijar el templo. Y no se llevaron más que las monedas que había en el «cepillo» de limosnas para los pobres. Más pobres que ellos, acaso nadie. Pero durante esa noche tuvieron a su disposición el tesoro de la Virgen. Joyas que valían millones. V no se lo llevaron. Les tembló la mano. 

Sevilla. Siempre es Sevilla. Ni fundiéndola de nuevo, «como funden las campanas», dejará de ser Sevilla. Gracia y arte, milagro eterno de leyenda y poesía. Y «el cuento». El bello cuento castizo, popular y fino. Labios que rezan y labios que cantan. Rara amalgama de oro y sangre, de dolor y de alegría... «Saetas por pasodoble.» Volverá a salir en procesión la Virgen Macarena, en la Sevilla roja, por la misma ley fatal que volverá—después de este crudo invierno—a haber rosas en el Parque de María Luisa y azahares en la vega sevillana. Y cuando otra vez vuelva a aparecer por las calles sevillanas el paso de la Virgen de la Esperanza, la Niña de la Alfalfa o Manuel Centeno sabrán cantarle la nueva «saeta por pasodoble:

 ¡Mírala por donde viene, 

 el rostro guapo y marchito  

¡Y en la túnica, caireles 

 del traje de Joselito!


(1) La cornada a la que hace referencia fue en agosto de 1.913 en San Sebastián. En Algeciras sufrió un serio percance, en junio del año siguiente, Rafael. 

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