La pugna entre belmontistas y gallistas fue muy enconada también las páginas de la prensa. En este sentido, uno de los capítulos más relevantes estuvo protagonizado por el crítico taurino de ABC Gregorio Corrochano, seguidor de Joselito que, posteriormente pasó a defender el toreo de Belmonte.
En el siguiente artículo de The Times (28 de septiembre de 1919, nº 110), publicación radicalmente antibelmontista y apologista del coloso de Gelves, uno de sus redactores, Marcelo, carga contra Corrochano.
ESTOS NIÑOS QUE SE LO CREEN
Corrochano en su última época. |
Si en mi anterior artículo encontró algunos conceptos duros, puedo asegurarle que no fueron lanzados al calor de la improvisación, sino meditados, detenidamente pensados, y luego llevados a las cuartillas con pleno conocimiento de causa. Una cosa es la amistad y otra el juicio que el escritor merece.
¿Cómo no me ha de apenar esa postura adoptada por Corrochano con respecto a Gallito, si es arbitraria, injusta y de una ligereza impropia de gente seria?¿Cómo no he de sentir resquemor ante la tendenciosa campaña contra un torero que fue su ídolo, al que dedicó sus mejores imágenes retóricas, y en el que reconoció mil veces la superioridad de su toreo sobre el toreo que prodigan otros que son ídolos por sugestión tipográfica? Y lo siento, no por Joselito, que está a cubierto de malquerencias y acechanzas; lo siento por el escritor que hace el ridículo, exprimiéndose las seseras para demostrar lo indemostrable y para destruir lo indestructible; lo siento por Corrochano, que está pendiente de una mala causa, a la que nadie puede sumarse cuando se goza de imparcialidad y criterio propio. Lo que está haciendo Corrochano es una cosa carnavalesca, adobada de literatura pomposa, hueca, con ribetes de literatura imitativa; una cosa que quiere parecerse a lo que hacía «Don Modesto» cuando defendía a Bombita a toda máquina, pero que no se parece; ¡no, por Dios!
José y Juan en un descanso. |
The Thimes |
José prodiga la ejecución de un toreo perfectamente definido y depurado y de sólidos cimientos. José no siente en sus carnes esos mordiscos inocentes, y en cambio él, firme y tenaz en prodigar su arte inimitable, puede firmar la sentencia de muerte del enemigo sin buscar la ocasión ni pensar en la venganza.
Corrochano está equivocado. Su cambio de postura a favor de querencia, no se lo agradecen ni los belmontistas.
¡Estos niños que se lo creen...!
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