Javier Vellón envía el siguiente trabajo para su publicación.
Uno al Sesgo |
Con este
título publicó Tomás Orts y Ramos (el popular 'Uno al sesgo') un
artículo en elespecial de The Times
del 9 de enero de 1921.
Debe entender el lector
los de su arte, que los de su hacienda, como tales herederos, no me interesan.
Marcial |
Y
los de su arte sí, porque es curioso lo que con ellos ha ocurrido.
En
vida del gran maestro, del llorado, aunque no tanto como se debía,
Gallito, los aficionados de buena fe, los que van a la plaza sin
prejuicios impuestos por banderías, y ni sofocan sus entusiasmos ni
acogotan las impresiones de su alma; esos aficionados, no salían de
su asombro al ver reunidas en un solo hombre todas las condiciones,
todas las aptitudes, que daban por resultado figura tan gigantesca, y
como un verdadero milagro consideraban el que la Naturaleza se
hubiese complacido en otorgar a manos llenas a un solo índividuo
fuerza, arte, inteligencia, afición, amor propio... ¡y qué sé yo
qué más!
Ignacio |
Pues
bien: desaparece ese torero, que es ÚNICO en su tiempo y en toda la
historia de la tauromaquia, y por doquier brotan los Joselitos.
¿No
es curioso, realmente curioso, este fenómeno de alucinación
colectiva?
Hoy
es Marcial Lalanda Joselito redivivo, mañana Chicuelo, otro día
Granero, y en seguida Sánchez Mejías.
Yo
soy un fervoroso creyente del arte de los tres primeros; yo no dudo
de que lleguen a los más altos puestos, si todo lo que en esos
muchachos es promesa ellos hacen que sea realidad;
no niego que en Sánchez Mejías hay una voluntad firme y que no en
balde al lado de Gallito se ha acabado de formar; pero.,, ¡no
«arrempujemos», señores!
El
arte de Joselito se lo llevó el propietario a la tumba, y si alguien
pensaba heredarle puede darse por defraudado.
¡Y
es que, desgraciadamente, eso no se transmite! Habrá detalles, más
de técnica que de estilo, en que la imitación sea posible; pero
existe un “algo” inasequible al imitador, por donde se derrumban
las falsas personalidades a la corta o a la larga; por fortuna, más
a la corta que a la larga.
Granero |
Además,
que no es a ser Joselito a lo que deben aspirar los toreros que
empiezan, pues sobre no ser fácil conseguirlo ni ventajoso para
ellos intentarlo, ese prurito ahogaría su propia personalidad, que
es lo único interesante para el verdadero artista.
Bien
está que el que se reconoce carente de ella explote el estado de
alucinación a que antes me refería; pero Chicuelo puede aspirar a
ser Chicuelo; Granero, Granero; Marcial, Marcial...
Y
hasta Ignacio, mientras los públicos no se cansen de ese toreo
forzado, que es su gran defensa, y no le obliguen a torear como debe
torearse, ¿por qué no ha de explotar ese filón?
Y
quieto el tesoro artístico de Joselito, enterrado con él en su
misma tumba porque soñar con apoderarse aunque sea de una mínima
parte para poder llamarse el heredero implicaría sacrificio,
profanación, y lo menos que todos debemos hacer es, respetar sus
cenizas.
Chicuelo |
El
maravilloso diestro ya legó bastantes enseñanzas a los que habían
de seguirle, deshizo muchos
prejuicios, reveló sobrados secretos respecto al arte de lidiar
reses bravas, que elevó y ensanchó hasta donde era difícil
predecir una docena de años antes. ¿No es bastante
herencia?
Pero para todos los
que sepan gozarla y por partes iguales; nada de exclusivismos y
mayorazgos.
Al que quiera alegar
derechos a ellos, ¡llamadle impostor!
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