Ángel Caamaño ‘El Barquero’, dramaturgo y crítico
taurino del Heraldo de Madrid, recoge,
en su obra De la torería, publicada
en 1914, la siguiente anécdota protagonizada por el señor Fernando.
Doña Gregoria Echezarreta
(famosa pupilera vascongada, establecida durante muchos años en la calle de
León, en Madrid), tuvo siempre alojada en su casa á la flor y nata de la
torería, y entre otros que consideraron siempre insustituible aquella casa,
figuraron el gran Guerrita y el inolvidable maestro Fernando Gómez, el Gallo.
Una larga temporada pasó allí
también el diestro onubense Miguel Báez, Litri, el cual llevaba en su cuadrilla
á un banderillero apodado La Vieja, verdadero demonio que traía revuelta á toda
la servidumbre de la casa.
La Vieja, componiéndoselas Dios
sabe cómo, al servirse el plato de ave (gallina, pollo, perdiz, pichón, etc.),
se apropiaba por lo menos de una de las patas del animalito, y con tal
mutilación llegaban á la presencia de Fernando Gómez las víctimas plumíferas.
El primer día no dijo nada
Gallito. El segundo ya se molestó un tanto. El tercero amenazó á la camarera
con ponerlo en conocimiento de doña Gregoria; y como los bichos continuaban
presentándose imperfectos, Fernando, muy incomodado, dijo á la sirviente:
—Deja ahí á ese probesito pollo
cojo, y llama á la señora.
Acudió ésta muy solícita, y
preguntó á Gallito',
—¿Qué quieres, Fernando?
—¿Que qué quiero? Pos que me conteste osté á
una cosa.
—Tú dirás.
—Pos voy, y digo que aonde
merca osté las aves dende hase ocho días. ¿Es en el hespitá de inválidos, por
una casoliá?
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