Rafael en el remate de un quite (Colección ABC) |
En el número de El Ruedo publicado el 23 de marzo de 1967, Gerardo Diego enjuiciaba el toreo de capote de Rafael.
Detrás de Juan vinieron los toreros gitanos,
precedidos por El Gallo. Y con ellos el lanceo lánguido y bajas las manos. En
Rafael "El Gallo" era mejor el toreo a una mano o con las dos, pero
por la cara y variando los adornos. Su repertorio de largas ha sido el más
fantástico y bello que yo he podido presenciar. Recuerdo una corrida de
Beneficencia en Madrid en que Ignacio Sánchez Mejía me llevó a la plaza.
Entramos, ya empezada la corrida, y desde un palco vimos al veragua, uno de aquellos
veraguas prodigiosos de robustez y hermosura, embestir a un picador y a Rafael
hacerle el quite sacándole con una larga, luciendo una majestad aliada con una
gracia calada y, por supuesto, con una precisión magistral para llevar toreado
al toro y para cuidar el revoleo de flor del capote. Ignacio y yo nos
entusiasmamos, Y mi amigo, el esforzado torero, a quien tales primores le
estaban negados, aunque su arrojo diese a su lidia momentos tan inolvidables,
me dijo:
"Eso no lo hace ya más que Rafael. Y con cincuenta años casi."
La inspiración de Rafael en el primer tercio era tan
inagotable que, por ejemplo, yo le vi, y dos veces seguidas, quitar
arrodillándose antes de salir el toro del caballo, sabiendo situarse en el
sitio exacto para dar largas afaroladas, la segunda tan ceñida, que hubo de
inclinar violentamente la cabeza para que no se la tronchara
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