En el número del 15 de marzo de 1956, la revista El Ruedo publicó una entrevista a Pastora Imperio realizada por Santiago Córdoba.
Entresacamos dos fragmentos en los que Pastora habló de Rafael y de José.
P.—¿Ha sufrido mucho por culpa de los toros?
R.—Mucho. —¿Cuándo conoció a Rafael, su marido?
R—De jovencito, en
Lisboa; él era novillerito y yo becerrera. Pero no hablé con él.
P —¿Dónde y cuándo cruzó las primeras palabras con Rafael?
R— En Méjico. Allí ya hice amistad con él; por eso ya no le
vi torear.
P —¿Qué impresión tiene de él como torero?
R—Dicen que era genial, muy personal.
P—¿Lo que más admiraba en él?
R—No sé...; es una palabra que no... Crea usted que con el
tiempo se borra todo.
P— Él era muy torero, ¿verdad?
R —Hasta durmiendo.
P—¿Y José?
R—José era un «dolor».
P —¿Cree que ha cambiado mucho la Fiesta de los tiempos de
Rafael a los actuales?
R—Ha evolucionado; pero lo mismo que antes había buenos
toreros, también ahora. Ha cambiado desde los toros hasta lo demás, de lo cual
me alegro por los toreros. Antes persistía el ídolo; ahora, no.
P—¿Se emociona usted en la Plaza?
R—Mucho. Lo que más me emociona es el público.
P—¿Por qué?
R —Como es una fiesta brava, el público es bravo, y el que
tiene algo que le toque, pues sufre mucho. Todos los espectáculos llevan
pasión, porque cada cual tiene su ídolo y viene el choque.
[…]
P—Pastora, me dijo la primera vez que vio al «Gallo». ¿Y la
última?
R—Le he visto muchas veces.
P—Él se acuerda mucho de usted. Es su obsesión.
R— ¡Qué le vamos a hacer!
P—¿Cuándo se casó con él?
R—El año 1912. En pleno apogeo.
P —Las dos figuras cumbres de la época, ¿verdad?
R—Por eso, las cumbres no pueden estar juntas.
P—¿Se arrepiente de algo, Pastora?
R—De no haber guardado el dinero que he ganado. Claro que
entonces me hubiera tenido que mantener con píldoras. Pero me siento feliz con
el cariño de mis hijos, de mis nietos, y de la gente humilde y pudiente.
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