La crónica del festejo se publicó en el número de El Toreo correspondiente al día 14 de octubre de 1889. Conviene leer el último párrafo, pues recuerda algunos de los errores cometidos un siglo después en la capital catalana,
que facilitaron la prohibición de los toros en esa Comunidad.
La corrida verificada en esta
capital el 24 del pasado Septiembre, con ganado de D. Baltasar Palomar, de
Zaragoza, fue mala. Si bien alguno do los toros tuvo voluntad, carecieron en
absoluto de poder, y llegaron á la muerte unos con dificultades y otros huidos.
El Gallo se tiró siempre de
largo, y en su consecuencia pinchó mucho y mal en dos toros, por lo que oyó
pitos.
En el quinto bicho agarró una
buena estocada, que acabó con el animal, valiéndole palmas, como asimismo el
cambio de rodillas que dio á dicho toro.
El Manchao, que tomó la
alternativa, quedó peor que su compañero, tanto en pases como en estocadas. Al
último lo despachó de una á la media vuelta.
En atención á las malas
condiciones de las reses, hay que ser algo indulgentes con los diestros, pues
bastante hicieron con despachar, sin contratiempos, las reses de tan célebre
ganadería.
Tomaron los seis toros 40
varas, dieron tres tumbos á los jinetes y mataron... de hambre siete caballos.
La entrada, un lleno completo,
ya que el público atraído por la rebaja en los precios (costaba 6 reales al sol
y 10 en la sombra), no supo distinguir el camelo que le esperaba.
En Barcelona se ha desarrollado
gran afición a la fiesta nacional, pero posible es que a fuerza de sufrir
desengaños, acaben los aficionados catalanes por no hacer caso de los carteles
que la empresa les ofrece esas grandes corridas que jamás se ven realizadas.
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