miércoles, 30 de junio de 2021

JOSELITO Y LÓPEZ PINILLOS (II)

 Segunda parte de la entrevista de López Pinillos a Joselito.

P —Admirable. Pero es más bonita la de San Clemente. ¿No le tiró usted allí una larga a un rayo?

Joselito se ríe.

R—¡Hombre, no! ¿Quién le tira una larga a un rayo? Que cayó un rayo o una senteya, si es verdá. A San Clemente me yevó un amigo mío, muy partidario mío: Risueño, que es de ayí, y quiso que me vieran. Como negosio, horriblísimo, porque yo no creo que haya una plasa más chiquísima. Sin embargo, se trataba de un amigo, y toreé y maté como en Madrí o Seviya.

P — ¿Qué es lo mejor que ha hecho usted en la temporada? ¿Qué toros ha toreado y matado mejor?

R—Son tantos, aunque me esté mal el desirlo. En conjunto, lo más completo lo hise en Bilbao. Matando, lo mejor me salió en Madrí. En la última corrida, en mi primer toro.

P–¿Y cómo ha «cogido» usted la muerte de los toros y ha corregido la colocación de la mano?

 R—¿Y si le contestara a usté que no lo sé?... Eso de que me criticaran por levantar la mano, me tenía rabioso. Yo, en una fotografía, había visto a «Frascuelo», perfilado para matar, con la mano derecha a la altura de la frente y me defendí sitando esa fotografía más de una ves. Pero como continuaban criticándome, yo, que tengo mucho amor propio y que creo que to se aprende, bajé la mano pa herir... y empesé a chuparme una de dijustos que me quitaron hasta el apetito.

P—¿Por qué?

R—Porque con la mano en el tupé mataba yo más que el colera y con la mano en el pecho mataba menos que un estornúo. Ni hería en su sitio, ni ahondaba, ni crusaba... Ya sabe usté que al meterse no se fija uno más que en el morriyo y que se mueve la mano isquierda istintivamente... Pos bien; yo, al cambiar la colocasión de la otra, no la podía mover o la movía mal, y figúrese el resultao. Pero como ensayé miles de veses —porque yo, que he nasio pa torero, quiero ser buen torero—, me fui sortando, sortando... y ya consigo darle gusto a la gente.

P —Y a torear de capa, ¿cómo ha aprendido usted? Hace un año sus verónicas, eran vulgarísimas. Y ahora...

 Joselito vuelve a reírse.

R—Ahora—exclama—se puen ver, ¿no?,.. Mi trabajiyo me ha costao. Una de enrabiarme, y una de fijarme, y una de ensayar... Pero como to se aprende... En Saragosa—tamién eso ha sío bonito—le he dao a un toro ocho verónicas en una.

P —¿Cómo es eso?

R—Mu sensiyo: no dejándolo ir. Le di la primera por la derecha, y al rematarla, teniendo al anima en los vueliyos der capote, bajé el braso derecho, levanté el izquierdo, giré un poco y di la segunda, y templando y empapando repetí la suerte, y así yegué a la ortava. Fíjese usté.

Y Joselito coge un pañuelo y torea a una res invisible, quebrando la cintura, moviendo con elegante lentitud los brazos y subiéndolos y bajándolos alternativamente para despedirla, sujetarla y recogerla, mientras explica la lección:

R—¿Ve usté?... La primera. Y ahora mu templaíto, la segunda; y ahora, toavía más templao, la tersera; y en seguía, ¡ju!, sin miedo, clavao, la cuarta; y después, lo mismito, con los pitones en el vientre, la quinta; y luego, duro con la sesta y la sétima, borracho uno mismo con ese entusiasmo que da er toreo, y, por fin, la ortava, porque er toro ya no pasó más... ¡Fué tamién una cosa presiosísimal Crea usté que, menos el estilo, la grasia que ca uno trae a'r mundo, se aprende tó.

P—Y usted ¿estudia siempre?

R—Siempre. Yo creo que hemos nasío pa estudiar y pogresar cá uno en lo suyo. Y así, yo tó el invierno ensayo.

P—¿Y no descansa usted?

R —¡Digo! Y me divierto. A mí lo que más me gusta, casi tanto como toreá, es acosá. Tengo tres jacas maraviyosas. Una, que era del rey, y que le servía pa er polo a su rea majestá, torea ahora mejó que argunos banderiyeros.

P —¿Y descansa usté acosando?

R—Acosando. Sí, señó.


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