miércoles, 1 de marzo de 2023

JOSELITO EN LA FERIA DEL PILAR DE 1.915: TRIUNFO Y ACCIDENTE

Antonio Martín Ruiz es el autor del siguiente artículo en el que se recogen los triunfos de Joselito en la feria pilarista de 1.915 junto a un desgraciado accidente que, por fortuna, tuvo final feliz. El texto está extraído de la revista 'El Ruedo' de 14 de febrero de 1.946:

La feria taurina del Pilar de 1915 la .hizo famosa la actuación extraordinaria, afortunada, casi maravillosa, del inigualable Joselito y el desdichado incidente que como contera negra vino a pegarse a su final,, amargando el triunfo a Joselito y privándole del homenaje entusiasta, fervoroso, que el público zaragozano le iba a tributar.

El día 13 de octubre se celebró la primera corrida de la feria. Joselito alternó con Cocherito y Limeño en la lidia de seis toros andaluces de Medina Garvey.

Joselito hizo una gran faena en el quinto toro, premiada con oreja y vuelta al ruedo.

La segunda corrida tuvo lugar el día 14, con toros de Felipe Salas, de Sevilla, para Joselito, Belmonte y Saleri II .

En su segundo Joselito alcanzó un nuevo éxito, seguido de la oreja consiguiente. Belmonte estuvo bien en un toro, pero no. llegó a cuajar la faena'. Dio la vuelta al ruedo. Saleri II , en el tercer toro, ejecutó con valor y maestría la suerte de matar a volapié, ganando un apéndice auricular.

Los comentarios de los aficionados  después de la corrida, coincidieron en los máximos elogios del arte de José, que llevaba una feria verdaderamente afortunada.

Se esperaba con ilusión la tercera de feria, que tuvo lugar al día siguiente, 15 de octubre, con viento molestó y nubes que a ratos ocultaban el sol.

Presidió el concejal don Felipe Sanz Beneded.

Se dio suelta a seis toros de Trespalacios para Joselito, Posada y Belmonte.

Posada cortó una oreja del quinto y Belmonte otra del tercero.

Pero el  héroe de la tarde fue José. El toreo largo, sabio y dominador, del hijo menor del señor Fernando lució en dos toros con todo su esplendor.

Magnífica la faena en su primero, premiada con oreja y vuelta al ruedo, y memorable  todo lo que realizó en los tres tercios del cuarto. 

Este era un toro jabonero, bien armado, cara seria y sobrado de romana.

Joselito lo saludó con un cambio de rodillas que salió dibujado. Luego dos quites preciosos. Uno de ellos galleando.

En el segundo tercio, un par al quiebro y dos al cuarteo precedidos de alegres y vistosas preparaciones.

La plaza ardía de entusiasmo.

La faena de muleta (tuvimos la suerte de presenciarla) fue una pura filigrana. La primera parte la realizó Joselito en los medios, y la segunda en los tercios del 3. En aquélla se manifestó con todo su poder el torero, fuerte y dominador, ducho en la técnica de vencer al toro. En ésta surgió el torero artista, improvisador, de repertorio amplio y florido. Hubo un momento en que el espacio del ruedo en que se realizaba la faena se vio casi cubierto de sombreros. Una chaqueta cayó también al redondel. Joselito la cogió presuroso y con ella simuló unos cuantos pases entre las aclamaciones del público, que ya no sabía cómo mostrar su entusiasmo.

El torero sevillano, entrando a toda ley, clavó una gran estocada. 

El toro, mortalmente herido, a pasos cortos e inseguros, pegado a las tablas,  se corrió a los terrenos del 2, v allí Joselito, impaciente por la tardanza del bicho en doblar, intentó el descabello, con tan mala fortuna, que el estoque, despedido desde la cerviz del astado, después de rebotar en la maroma de la barrera, fue a herir a un espectador de las primeras filas de tendido. Casi simultáneamente caía muerto el de Trespalacios.

La ovación de apoteosis que se preparaba quedó cortada en su nacimiento. La gloria de tan gran faena quedó empañada por el desgraciado accidente.

Don Juan Manuel Arellano, bilbaíno, el espectador herido, era llevado a la enfermería, y Joselito, apesadumbrado, sentado en el estribo de la barrera, lloraba lleno de aflicción.

El herido fue asistido por los doctores Lozano, Val Carrére, Urzola, Muñoz y Rivas, y efectuada la primera cura, se hablaba de una heridas penetrante, de quince centímetros, en la fosa ilíaca derecha, que interesaba el peritoneo, con fractura del pubis. Pronóstico grave.

Parte del público pidió la suspensión de la corrida creyendo que el señor Arellano había muerto.

Joselito solicitó permiso para retirarse, y le fue concedido al salir el sexto toro. Marchó en un coche al hotel de Europa, hoy desaparecido, en estado lamentable de depresión nerviosa.

E l herido pasó la noche en la enfermería de la Plaza de Toros, y hubo horas en que se temió que su vida corriera serio peligro.

En la madrugada del 16 llegaron en automóvil, procedentes de Bilbao, familiares del señor Arellano, que a las ocho y media de la mañana era trasladado a la clínica del doctor Lozano.

Afortunadamente, las negruras del pronóstico de la herida se fueron despejando, y a los pocos días el herido estaba fuera de peligro.

Pero volvamos atrás para seguir las horas de Joselito, inconsolable por las consecuencias del desgraciado accidente, del que se consideraba causante, aunque de manera involuntaria.

Hasta la madrugada del día 16, en que (emprendió viaje para Valencia, en donde tenía que torear, permaneció acostado en su habitación del hotel, pidiendo a cada momento noticias del estado del herido.

Su nervosidad y su pesadumbre no tenían límite. Cuantos le rodeaban procuraban

consolarle. Fuimos testigos de la escena, y tan grabada quedó en nuestra imaginación, que aún la recordamos perfectamente.

Emprendió el viaje sin ilusión, como un autómata, y dejó el encargo al empresario, don Nicanor Villa, de que frecuentemente le comunicara por telégrafo el estado del señor Arellano.

Nos figuramos la alegría que le produjo el despacho en que se le comunicaba que el herido estaba fuera de peligro.

La 'feria del Pilar de 1915 quedaba señalada con letras especiales en el historial de Joselito. En ella mostró toda la amplitud de su arte y la riqueza de sentimientos de su corazón.

Hechos desdichados similares al ocurrido a Joselito han sucedido después. Hemos procurado informarnos de la reacción  producida por el suceso en el torero causante involuntario de la desgracia, y siempre su actitud nos ha decepcionado. Formulismo, frialdad; algo, en fin, que no calaba hondo, que no llegaba al corazón.

¡Qué diferencia a lo que sintió Joselito en aquella tarde y en aquella noche del 15 de octubre de 1915! 

Es que Joselito era único. _v


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