miércoles, 15 de marzo de 2023

LOS HERMANOS GALLITO EN SU CASA

Félix Centeno fue el autor de este reportaje, que formó parte de la sección 'Los toreros en su casa' en el que cuenta la vida de la familia encabezada por Gabriela Gómez Ortega y que completaban sus hijos Rafael, José y Gabriela. El texto apareció en la revista 'El Ruedo' del 14 de marzo de 1.946:


 Como Rafael tiene que torear aquí y allá, y Madrid es el centro de gravedad para todos los viajes, a Madrid se vino el año pasado la señora Gabriela, su madre. Un hogar tradicionalmente sevillano ha pasado a ser madrileño por obra y gracia de la tercera generación de Gallitos.

Porque la señora Gabriela es hija del señor Fernando el Gallo y de aquella famosa señora Gabriela que tantas veces salió retratada en los periódicos, y, por tanto, hermana de Rafael, el divino calvo, y del rey de la torería, Joselito. Para colmo, le han salido ahora toreros los dos chicos. En esta casa sencilla, de nueva planta, allá por el anchuroso y soleado barrio del final de Narváez, vive Rafael Gallito con su madre, su hermano y su hermano, novillero.

—Es mi sino—dice la señora Gabriela.

—¿No le agrada que su hijo sea torero?

—De ninguna manera.

—Pues, ¿qué quisiera usted para él?

—Cualquier cosa. Un negocio, un cortijo... como los demás. ¡Qué envidia me dan todos la madres que no tienen hijos toreros!

—A usted, sin embargo, no le pillan de nuevo estas emociones.

—Toda la vida estoy sufriendo. Primero, mi padre. Luego mis dos hermanos. Y ahora, ya ve usted .

—¿Cómo se encuentra en Madrid?

—Muy bien. A mi, lo mismo me da estar aquí que en Sevilla; lo importante es estar en mi casa, junto a mis hijos. Yo no puedo echar de menos a Sevilla, porque no la he disfrutado. La feria, que es lo más alegre y hermoso, yo casi no l a he visto en mi vida. -

-  ¿Y por qué?

—Pues porque en la feria hay corridas y siempre toreaban mis hermanos; luego, mi hijo, y siempre alguien de la familia; y cuando torean no está una para ferias.

Una vez, en vida del pobre José, salimos a dar una vuelta; pero ante el bullicio y la alegría general, dijo mi madre: «¡Ay, con lo que está «encerrao» para mañana!», y nos volvimos o cana. Le digo a usted que no es vida.

—Verdaderamente.

—Para mí, lo peor es lo bueno para los demás: o sea, los domingos y las fiestas sonadas. Como en esos días siempre hoy corridas, yo estoy acostumbrada a pasarme en casa todas las fiestas rezándole a María Santísima y a Nuestro Señor, desde que era chiquitilla.

—Le queda a usted lo compensación de que los Gallos han conquistado la gloria y el bienestar; es una dinastía torera de triunfadores.

—Lo mejor de todo no es eso, sino lo buenos que son.

—¿Es bueno Rafael?

—Lo mejor de lo mejor. Un gran hijo.

Al oír el piropo, Rafael Gallito se paseo gozoso por la habitación, más contento que si hubiera cortado una oreja.

—Mire usted; Rafael no hace más que torear. Todo el dinero que gana me lo entrega a mí. Luego, cuando necesita para sus gastos, me pide: «Mamá, dame tanto o dame cuánto». Y yo se lo doy, ¡figúrese!, gustosísima.

—¿Hace una vida ordenada?

—Muy buena. Por las mañanas se levanta temprano y se va a hacer deporte: casi siempre al frontón, a jugar a la pelota. Almuerza en casa casi siempre, y toma café y pasa las horas de sobremesa con nosotras: con su hermana y conmigo. Luego sale a sus cosas, y también cena en casa.

—¿Y por las noches?

—Sale pasa ir al cine o al teatro, algunas; pero muchas se queda aquí con nosotras también, haciendo vida de familia. Es muy hogareño.

Me vuelvo hacia l a hermana de Gallito. Gabriela:

—Me han dicho que hace usted renos.

—Si; he escrito algunas poesías.

—¿Tiene vocación?

—Lo que me gusta es el cante, el baile, el toreo, . Mis versos tocan estas cosas españolas, sobre las que llevo varios años estudiando, investigando.

- ¿Hace investigaciones?

—Tengo centenares de cuartillas de notas. Y estoy preparando un libro sobre el cante, el baile y el toreo del 800 ..

—¿Dónde se ha documentado usted?

—Por razón de familia, yo tenia en Sevilla muchos documentos y datos. Luego he estudiado la biblioteca del conde de Colombí y otros archivos. He trabajado intensamente en la Hemeroteca de Madrid con periódicos de aquella época. Ya no me falta más que poner en orden mi trabajo.

—¿Y cómo se le ha ocurrido realizar un esfuerzo literario tan grande?

—Porque me animaron los amigos de casa. Dicen que. por estar metida en el ambiente y por mi afición, podía y debía hacer este libro, que no pueden escribir loe escritores.

—¿Cuándo se despertó su vocación?

—Desde niña no he hecho otra casa que leer y estudiar. He sido una lectora insaciable siempre.

Volvemos al diálogo con la madre:

—Ahora, en invierno, soy feliz, porque no hoy corridas—dice la señora.

Interrumpe Gallito:

—¡Por Dios, mamá, qué aburrimiento!

Y lo señora Gabriela:

—¿Lo ve usted? Se aburre. Está deseando que llegue la primavera para torear. Igual que mi hermano José. Sólo pensando que algún día tendría que dejar de ser torero. Joselito decía consternado: «¿Y qué haré entonces?»

Insinúo:

—Rafael no va a ser solo toda la vida...

—¡Que se case! —contesta gozosa la madre—. Muchas veces se lo digo: ¡Tengo unas ganas de tener un nietecillo!

Lo único que le  pido a Dios es que sea con una chica sencilla y buena, de su casa... Y que se retire.

—¡Qué ganas tiene usted de que deje los toros!

—¡Sí, señor; sí! Quiere vivir en paz.

—¿Qué hace mientras él está en la Plaza? 

—Cuando torea en Madrid; él mismo enciende la lamparilla, y nosotros nos quedamos rezando al Corazón de Jesús, al Gran Poder, a la Esperanza.

Interrumpe Rafael:

—A todos los que hay.

—Luego —sigue lo madre—, cuándo suena el teléfno, me da un vuelco el corazón, y no puedo moverme de aquí, de este sillón. Me da miedo. Va Gabriela a hablar y me trae la noticia. Entonces respiro. .. y hasta la próxima.

—¿Y cuando está en Méjico?

- —¡Ay, no me diga! Eso es lo peor. Allá tan lejos, sabiendo que torea, y aquí horas y horas esperando el cable. Mire; el. año pasado, en los meses que estuvo en América, envejecí yo diez años. Todas estos cabellos blancos me salieron entonces.

—Afortunadamente, hoy llegan las noticias pronto.

—Las noticias, si. Pero ¿y si le pasa algo? ¿Me van a llevar a mí también por la radio? No me diga, no me diga. Eso es horrible.

—Es la profesión; señora. En. cambio, allí está la fortuna, y Rafael tiene que volver.

—Lo sé. Me resigno. ¿Qué voy a hacer? Conformarme. Toda la vida llevo conformándome.

Como puede verse, Rafael Gallito es un buen hijo de familia, ordenado y formal, que adora a su madre y quiere con pasión a su hermana, lectora infatigable, poetisa, investigadora.

Sillones, tertulia familiar, radio.. Así transcurre la vida, feliz y pacíficamente en este hogar.

Sobre todo, en el invierno; luego se alborotan un poco las cosas.

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