El diario 'Pueblo' publicó la siguiente crónica en la que, bajo las iniciales de M. F. M., el popular Manolo Molés da cuenta de lo que fue la corrida en la que se conmemoró en Talavera de la Reina el cincuentenario de la muerte de Joselito:
RECORDAR ENTRE BRONCAS
Le puedo asegurar, don José Gómez (Gallito) que José Gómez (Gallito), que los hombres de esta generación no han sido flacos de memoria a la hora de darle a usted la gloria que merece. Le digo esto porque me consta que la tarde del sábado fue en todo el país un puro recuerdo a su memoria, y más aún aquí, en Talavera, donde usted se tropezaría con las astas de «Bailaor» cuando todavía sonaban en sus oídos los enfados de los madrileños en aquella aciaga tarde de San Isidro. Sería el suyo un final triste, pero, al tiempo, hermoso.
Era hoy fiesta grande en Talavera. Como entonces. Claro que usted ya no conocería a estas gentes y a este pueblo. Ni la feria en donde la mecánica le ha ganado la mano a tratantes de mulas y rocines.
No hubo música en el paseíllo. Hubo, eso sí, un minuto de silencio en su memoria y algún que otro brindis a su parcela de cielo. Y en un palco, muchos hombres, para los que usted todavía permanece vivo.
Pero sepa, don José Gómez, que la corrida, montada con mucho acierto, pasó del recuerdo a las broncas con una rapidez de vértigo, y todo porque los toros de don Lisardo Sánchez, bastante serios y desiguales en todo, tuvieron problemas con su fuerza y en ocasiones con su cuerna, más que astillada de tanto cornear en los corrales. Por esto último retiraron al segundo —muy bravo— y por aquello abroncaron a1 sexto que completaba el lote de Camino. Aquí fue de órdago el enfado. El presidente no accedió a retirar el toro, y Paco Camino, altivo y rabioso, se negaba a darle muerte, entretanto la arena sobre la que usted cayó herido de muerte se cuajaba de almohadillas. Al fin, Camino accedió a matar la res y cayó el telón de la tarde.
Antes Diego Puerta, tan valiente como el que más lo fuera en los tiempos de usted, arrancaba a golpes de corazón y buena maña una oreja al toro que abría plaza. Diego, variado con el capote, se montaba en el triunfo pese a que el toro, por poco picado, se creció en el último tercio. EI cuarto, brindado al doctor Leal Castaños, poco bueno llevaba dentro. Diego apuró la faena lo más posible y se ganó palmas muy fuertes.
Fíjese usted qué cosa, don José: resulta que este Paco Camino, al que hemos dado en llamar el Joselito de nuestro tiempo, lidió su lote entre broncas enormes a sus toros y, sin embargo, él se ganó tremendas ovaciones y tuvo el público a su favor; pero es que resulta que Paco Camino se subió a la apoteosis con solo estar valiente en su primero y con lancear a1 que devolvieron a los corrales, amén de un quite por verónicas que por bello bien valía esta corrida. Su actual sucesor, don José Gómez honró su memoria como imaginarse no puede. ¿Sabe una cosa, Joselito? Pues que a uno le hubiera gustado —y no por comparar precisamente— que usted y Paco hubiesen coincidido en un portón de cuadrillas, coincidiendo en un mismo tiempo de existencia. ¿Se imagina dos «gallitos» de estos vuelos en plena pelea?
Completaba la tarde Currito Vázquez, un muchacho al que las cosas se le están poniendo feas, porque los toros y la vida parecen estar en su contra. Sepa usted, don José, que este chaval tiene un arte que tira de espaldas y, sin embargo, ahora anda perdiéndose en un querer y no poder, que duele no poco a quien esto escribe. Con su primer toro no se confió, y con el otro, bueno cuando se le daban los adentros, la cosa fue a más, aunque al final Currito no alcanzase lo que pretendía. Y es que este tierno matador necesita mucha moral para que las esperanzas en él depositadas no se pierdan.
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